En general hablamos y hablamos mucho de amar a los demás como Jesús nos ama, de actuar con ellos como lo hubiera hecho Él, acompañándolos, abrazándolos en el dolor y sin juzgarlos esto es hermoso y sin dudas es lo que nos vuelve testimonios de Cristo vivó.
Pero hoy me pregunto, y ¿a nosotros mismos como nos tratamos? Yo, en particular a veces me trató con bastante hostilidad, me recriminó cosas, me estanco en cuestiones del pasado que hice mal o que me dolieron, me cuesta perdonarme mis propias equivocaciones. A veces, pareciera que me olvido que yo también soy parte de la obra perfecta de Dios.
Por eso si empezaste a leer y te sentís identificados con algo de lo que cuento, estas palabras son una invitación para vos (y claro para mí misma también). Lo que hoy quiero proponerte es que intentes mirarte con ojos de amor, mirarte como te mira Dios.
Dios conoce toda nuestra vida, nuestros errores y equivocaciones más que nadie. Y sin embargo, jamás nos juzga no tiene una mirada condenatoria sino una mirada amorosa, él nos abraza así tal y como somos. Animémonos entonces a dejarnos interpelar por su ternura, por su amor y aprendamos junto con Él a abrazar aquello que somos para a partir de ahí poder transfórmalo.
Y no, no estoy diciendo que no hagamos nada por mejor nuestras equivocaciones, por ser mejores. De hecho, te propongo precisamente lo contario, te propongo que aceptemos nuestra fragilidad, nuestras debilidades para que con la ayuda de Dios podamos convertirlas en fortalezas. No se cambia, lo que no se acepta y por eso para ser cada día un poco mejores necesitamos aceptar lo que somos hoy, necesitamos reconciliarnos con nuestra historia, con nuestras heridas. Tenemos que mirar hacia nuestro interior y ver qué cosas queremos cambiar, que es lo que nos duele lo que no nos deja avanzar pero para eso tenemos que mirarnos como nos mira Dios con ojos de amor. Si nos miramos a nosotros mismos con nuestros ojos que nos juzgan, nos condenan sólo vamos a lograr que la herida sea más profunda. En cambio, si nos miramos como nos mira Dios vamos a descubrirnos amados, vamos a saber que pese a lo que hagamos lo tenemos siempre a Él que nos dice te querré pase lo que pasé, a un sin cometes errores, si te confundes, si te equivocas, acá estaré amándote pese a todo.
Dale, anímate a hacer este proceso, a dejarte impregnar por la misericordia de Dios. Aprendamos a amar a todos y también a amarnos a nosotros mismos como nos ama Dios.
Recorda que vos sos parte de la obra perfecta de Dios.