Permanecer

martes, 1 de julio de

(Génesis 19,15-29; Mateo 8,23-27)

Hoy las lecturas nos llevan de la tormenta de fuego y destrucción de Sodoma a la noche de la tempestad en la barca.
Jesús ha dicho «son la sal de la tierra» (Mt 5:13), nos invita a permanecer: la sal preserva el estado de los alimentos, da sabor a lo insípido.

Pero ¿y la mujer de Lot? Si es tan bueno ser la sal de la tierra, ¿por qué ella recibe, como castigo, volverse estatua de sal?

En muchos pasajes del Antiguo Testamento, Dios se muestra con severidad.

Con Lot intercede tres veces en este punto.

Ha mandado a los ángeles para prevenirlo acerca de la destrucción de Sodoma: lo despiertan y lo apremian para que se salve.

Lot no se decide, Él es permisivo con su indecisión —los ángeles «los tomaron de la mano» para hacerlos salir—y también con la elección del lugar de refugio —le permite ir a una pequeña ciudad, no al monte, y la salva por él—. Pero había advertido: «Ponte a salvo; por tu vida, no mires atrás ni te detengas».

En un análisis básico, de «no hay dos sin tres», la cuarta fue la vencida: la mujer de Lot no pudo evitar mirar atrás, lo dejaba todo… Humanamente se ve como inevitable: una última despedida desde lejos. Pero ya se había colmado el vaso para la familia. Ella miró atrás y atrás estaba Sodoma, el pecado. Sentir nostalgia por el pecado era permanecer en él. Por eso la sal: ella quedó atada por esa permanencia.

Poner la confianza solo en el pasado se opone a la esperanza. Probablemente Cristo le hubiese dicho: «Vete, pero no peques más»… La habría llamado a otra permanencia: la del Reino.

Los ángeles despertaron a Lot para salvarlo de la tormenta de fuego. Ahora los discípulos despiertan a Jesús en medio de la tormenta en el mar.

¿Por qué se durmió Jesús en la barca? ¿Para probar su fe?

San juan Crisóstomo ve en este pasaje una prueba preparada con dos intenciones: quiere enfrentarlos a una prueba y enseñarles humildad. En resumen, para que aprendan a permanecer em Él.

«Cuando solo se trata de contemplar sus milagros, el Señor permite que asista allí el pueblo; pero en momentos en que había que afrontar pruebas y temores, solo toma consigo a sus discípulos, atletas … a quienes Él se propone ejercitar». Por eso, cuando lo despiertan «el Señor los reprende a ellos antes que al mar. Porque, como antes he dicho, esta tormenta la permitió Él para ejercitarlos y darles como un preludio de las pruebas que más tarde debían de sobrevenirles…, para hacerles ver que hay que tener buen ánimo, por muy grandes que se levanten las olas, y que Él lo dispone todo convenientemente, empieza el Señor por reprender a sus discípulos. Realmente su misma turbación fue cosa conveniente, para que el milagro apareciera mayor y su recuerdo se les grabara para siempre en el alma» (Homilía 28, sobre San Mateo).

¡Que permanezcas, Señor, grabado siempre en nuestros corazones!