Nuestras relaciones a menudo se tornan inciertas y lo que debería unirnos más, parece que nos separa de una manera abismal.
Hace unos meses el coronavirus ha cambiado nuestra manera de relacionarnos y posesionarnos sobre la vida, en relación a uno mismo y a los demás. Por un lado, ha generado solidaridad, compasión, hermanandad; pero por otro lado, ha generado miedo, desesperanza y egoísmo.
Quizás, peor que el coronavirus en sí mismo, sea la falta de humanidad que hay en nosotros los seres humanos. Lamentablemente muchas personas piensan solo en sí mismas sin advertir que para que ellos estén bien, es necesario que exista otro, distinto de uno mismo.
Seguramente los que trabajan en la salud encontraran la manera de detener el coronavirus, la cuestión básica es que si nosotros, los que estamos vivos, llegaremos a descubrir nuestra humanidad dando lugar en nuestras vidas a lo frágil y fuerte que somos.
¿Seremos capaces de reconocer que fuimos egoístas pensando en nosotros mismos o solamente en los que amamos?
¿Habremos comprendido la importancia que tiene la otra persona?
¿Tendremos la capacidad de ser agradecidos con tantas personas que velan por nuestra salud y la de los que amamos?
¿Gozaremos de la vida como un regalo precioso que se nos ha dado?
¿Cuidaremos la naturaleza como parte de nuestra casa común?
Ojalá el coronavirus no se lleve nuestra humanidad.
… que más allá de todo lo que pueda pesarnos en esta realidad difícil que nos toca vivir, podamos desde nuestros hogares, encontrarnos más cercanos con todas personas a lo largo y a lo ancho del mundo en una verdadera sintonía de humanidad.
Carolina Lizárraga, SSpS