Al contemplarte en la cruz, con mi cabeza baja y con los ojos empañados;
Al contemplar a tu Madre a los pies de esa cruz, con una espada atravesada pero con una fe más fuerte que la piedra;
Al contemplar tus brazos abiertos, como si abrazaras el mundo entero;
Al contemplar tu amor que desconoce de límites
¿Qué me queda Jesús? ¿Qué puedo hacer por Vos, que ya no hayas hecho por mí?
Sólo quiero amarte, refugiarme en tu abrazo. Quiero dedicarte mis sueños y mis días. Quiero que mis palabras sean tuyas y mis actos sean reflejo de tu amor.
Sólo quiero amarte, Jesús.