Una carta para vos

viernes, 12 de julio de
image_pdfimage_print

A vos te escribo. Sé que tu vida es un aprender constante, un caer permanente, un llorar de a ratos. Pero no olvides que estoy contigo. No desesperes. Búscame en el silencio, en tu hermano, en tu corazón. Estaré siempre en ti y para ti.

A veces la angustia te sobrepasará, la tristeza abundará, la incertidumbre te abrumará, pero jamás caerás.

No olvides abrazar la cruz y afrontar la vida, caminar conmigo y para mí; déjame abrir tus ojos y quitar tus miedos, enseñarte a lidiar con inseguridades y desesperanzas.

Grita de alegría. Has que ese amor profundo que me tienes resuene en todos los corazones de los jóvenes. Mira, con ojos de amor, a quien más lo necesita; agarra su mano y sé su luz en medio de su oscuridad.

Perdona. No guardes rencor. Entrega tu vida al servicio y no dejes que el odio ni los rencores se encarnen en tu alma.

Cuando navegues en aguas oscuras y turbulentas, busca paz y ese abrazo que tanto necesitas para llegar a destino. No olvides que yo te doy vida y te sustento.

No pienses en rendirte y abandonar tus sueños. Lucha por lograr tus objetivos. Se constante y persevera. Entrégame tus miedos e intenta una vez más hasta lograrlo.

Quiero que des testimonio de mi amor. Te envío a que me lleves por todos los caminos que recorres. Sí, lo sé, es una tarea ardua y a veces difícil, pero no desesperes. A medida que pasa el tiempo te darás cuenta de la misión que tengo para ti. Quizás tu misión sea con los que te aman o con el hermano que vive lejos.

Encuéntrame en la oración, en mi Madre María y en el silencio de tu corazón.

Sal, hijo mío, no te quedes esperando. Te amo y nunca te abandonaré.

 

Jesús