Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan el valor: yo he vencido al mundo. Jn 16,33
Vivir con optimismo no es otra cosa que vivir con alegría, viendo en todo el lado bueno de las cosas, esperando siempre el bien, la alegría de vivir.
Claro que solamente el que tiene un ideal en su vida es el que podrá canalizar todas las cosas hacia ese cause, y al ver que todo contribuye a su fin, todo lo vivirá con plenitud de sentido y, en consecuencia, con plenitud de alegría. Un espíritu que no es capaz de entusiasmarse, de asombrarse, de dejarse llevar por una ilusión, es un espíritu a todas luces mediocre.
En cambio, el que vive la gracia de Dios, el que se halla entregado en plenitud al goce de esa realidad sublime que es ser hijo de Dios y sentirse amado por Dios, el que sabe y siente que todas las cosas lo pueden llevar a Dios y que en todas cosas puede amar a Dios y sentir el amor que Dios le tiene, ése no puede menos de sentirse feliz y de ver en todas las cosas el lado bueno, el aspecto agradable, pues todo lo lleva al bien y al amor.
No arrastres tus pensamientos por la tierra, elévalos al azul de los cielos; no estreches tus miras en los límites de los valles, dilátalas por los espacios inmensos; no vueles a ras de tierra, bebe las oxigenadas explanadas de lo alto.
Y aun cuando debas experimentar que tus pies se llenen de polvo, de ese polvo de la humana miseria y debilidad, sacúdelo enseguida y no te quedes a pensar: “qué sucio estoy”, sino más bien anímate con el grito “puedo ser mejor”. No mires las batallas que has perdido; piensa en todas las que te quedan por ganar.
Y para ello piensa en lo que te dice Jesús: “Yo he vencido al mundo, ustedes también podrán vencerlo conmigo”. En tu interior tienes una verdadera potencialidad de bien: “todo lo puedo en aquel que me conforta”. Quizá la mayoría de tus fracasos se deban a tus complejos, a tus timideces, a tus miedos, todo eso inhibe y con inhibiciones pocas cosas se pueden llevar a feliz término.
Confía en Dios y que esa confianza te haga confiar en ti mismo.
-Alfonso Milagro, Meditando la vida- Editorial claretiana