Lo que no se da se pierde

martes, 19 de agosto de 2014
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19/08/2014 – En el evangelio de hoy, Jesús advierte sobre la necesidad de la ofrenda y el desprendimiento para llegar al reino de los cielos. El Padre Javier Soteras junto a la Doña Jovita reflexionaron sobre la “minga”, el tomar la iniciativa para la generosidad y el valor de que cada uno pongo lo poco que tiene para que se multipliquen los panes.

Jesús dijo entonces a sus discípulos: “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”.

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible”. Pedro, tomando la palabra, dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?”.

Jesús les respondió: “Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.

Mt 19, 23-30

Para los que pretenden ir ricos al cielo difícilmente puedan encontrar el lugar por donde entrar. El camino que nos conduce al cielo tiene que ver con la ofrenda y con la entrega, por eso no hay lugar para la especulación y sí para el compartir. Cuando uno comparte pierde algo de “seguridad”. Es lo que creemos que nos da la riqueza, seguridad, pero en realidad es en el compartir donde vamos a aprendiendo la dinámica del reino. De ahí que en el centro del mensaje de Jesús aparezca un único mandamiento, amar y al estílo de Jesús.

Este camino de ofrenda que supone no guardarse nada para ofrecer todo desde la lógica del amor. Que bien que nos viene redescubrir que en la vida se tiene lo que se entrega y se pierde lo que se guarda. Por eso Jesús dice guarda, ustedes atesoran tesoros que la polillas lo corrompen, más bien guarden tesoros en el cielo donde la polilla no los deteriora.

El camino que nos conduce a la eternidad está en el corazón del que ofrenda y comparte. Es lo que pasó con el niño en el evangelio, cuando pareciera que se acababa la fiesta del compartir en torno a Jesús… allí apareció un niño dispuesto a dar lo suyo. Y como alguien se animó a compartir, todos ofrecieron de lo suyo. A veces simplemente hace falta que un alguien se anime a ahacer algo distinto.

 

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Acercar el cielo

¿Cuándo se parte la piedra del corazón? Cuando el amor de Dios nos visita y nos quiebra desde dentro, permitiendo que aparezca de nosotros lo más auténtico. La ternura del amor de Dios nos mueve desde adentro para que surja lo mejor de nosotros, y podamos compartir con los demás sabiendo que nada se pierda.

No es “hasta que la muerte nos separe” porque como dice Santo Tomás, allí en el cielo también compartiremos lo que hemos amado. Con un vínculo renovado, sin asperezas y con plenitud, donde sólo el amor brilla y todo lo demás se pasa. Por eso cuando compartimos, acercamos el cielo. En el compartir, el cielo que es el amor, se nos hace presente. Cuando afirmamos “es como si pudiera tocar el cielo con las manos” tiene que ver con una experiencia enorme del amor fraterno.

Particularmente cuando compartimos con los pobres, muchas veces son ellos los que nos enseñan a compartir. Ellos, muchas veces, son los que nos sacan del corazón lo que no estamos dispuestos a dar. Siempre digo que los mendigos más que sacarme algo económico que pueda darle, me saca de adentro algo afectivo que tenía escondido y hace que aparezca. En nuestro corazón de piedra está escondido el secreto de lo que estamos esperando para ser felices. Tal vez nosotros los buscaríamos y tocaríamos nosotros la puerta de los mendigos más que ellos la nuestra. Quien mendiga nos está pidiendo una riqueza escondida que tenemos dentro y que la guardamos por temor o por inseguridad. La mejor forma de liberarnos de ese miedo que tenemos escondido es ofrendándonos.

La sopa de piedra

Doña Jovita se sumó a la reflexión con un cuento que manifiesta “la minga” ese espacio en donde todos aportan lo suyo para poder hacer algo más grande. Alguien tiene que empezar, pero luego eso motiva para que otros se vayan sumando.

La multiplicación de los panes o El milagro del Choripán

Además, Doña Jovita narró el pasaje de la multiplicación de los panes con un lindo relato adaptado.

Padre Javier Soteras