Cuando el silencio es la respuesta

viernes, 21 de septiembre de 2018
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21/09/2018 – En “Diálogos de Actualidad”, el Padre Diego Fares, jesuita mendocino radicado en Roma, habló sobre el silencio como respuesta espiritual a las acusaciones malintencionadas.

Generalmente, en lo personal y también en los debates mediáticos, ante una acusación, incluso ante una opción distinta, la mayoría de las personas tienden casi naturalmente a defenderse, a acusar al provocador, a devolver la agresión. El Papa nos dio un ejemplo grande al no responder a una grave acusación en su contra. “Yo no diré una palabra sobre eso”, dijo ante los periodistas que le apuntaban con los micrófonos y las cámaras.

Al reflexionar sobre el valor del silencio, el Padre Diego Fares, expresó que “el silencio del que habla el Papa apunta a escuchar antes de hablar. Por eso es que no responde inmediatamente a cualquier rumor periodístico y en cambio, pasa horas escuchando y dialogando con las víctimas”.

El silencio del Papa otorga respeto y amplifica la voz de las víctimas: “Nos pone a todos a escucharlos a ellos y a silenciar un poco el griterío de los que exigen nuevas víctimas expiatorias”, dijo el sacerdote.

Respecto a cuándo tenemos responder a una acusación, y cuándo no debemos hacerlo, el Padre Diego aconsejó “abrirse al Espíritu” que en su momento soplará lo que tenemos que decir. Además, aclaró que “siempre hay que responder a las acusaciones en el lugar apropiado, y ante quien tiene autoridad para juzgar y competencia para solucionar las cosas”.

También el sacerdote se refirió a “la verdad que nos hace libres”:  “Algunos creen que decir la verdad es destapar todas las ollas y decir todo a todos, en todo momento y de cualquier manera. Pero la verdad va unida al amor o al odio y tiene que ver con la capacidad de recibirla del otro. Por eso, la verdad nos hace libres si discernimos no solo qué se dice, sino quién la dice, cómo, cuando, y con qué intención”.

Ante la agresión, el Padre Diego sugirió “poner la otra mejilla” y puso como ejemplo a Santa Teresita, a quien nombró como “entrenadora oficial de la Iglesia para las pequeñas humillaciones”: “Ella hablaba de la huida heroica, de desertar por un momento para pacificarse en la oración y volver a la batalla. Es mejor no exponerse al combate cuando la derrota es segura”.