Cuando pensamos en un padre, ¿quién viene a tu mente exactamente?. Muchos hombres son ejemplos de la vocación de la paternidad. Puedes pensar en tu padre, por nacimiento o adopción, que te ama y te apoya a lo largo de la vida… Un líder de la Iglesia que asume el papel de un padre, guiándote bajo la luz de Dios …
Dios nuestro Padre, Padre de todos, que está siempre con nosotros y nos ama sin condición. Encontramos en el verdadero sentido de filiación con Dios Padre, el amor que envuelve a todos los hombres con vocación de paternidad. Por ello, te invitamos encontrar un renovado sentido a la oración del Padrenuestro:
No puede ser más sencillo ni más claro tu Hijo al abrirnos las puertas de tu Corazón. Con frases breves sintetiza el Evangelio y las Bienaventuranzas, que son el camino seguro para acceder a la intimidad Contigo. Nos enseña el diálogo entre nuestro corazón en minúscula y tu Corazón con mayúscula. No necesitamos, para hablarte, solemne protocolo de exuberancia verbal. Podemos llamarte Papá con balbuceo de niños, en la seguridad de que nos escuchas. Quiere tu Hijo imprimir en nosotros la misma forma de su diálogo, eterno e íntimo Contigo. El Padrenuestro que nos ha enseñado Tu Hijo lava, purifica, alimenta, reconcilia, enciende ansias apostólicas, protege contra las insidias del mal, vivifica con el calor cobijante de tu Paternidad. El Padrenuestro vivido, abre las puertas del cielo, donde Tú estás, y da al hombre la tierra en posesión como ensayo del cielo. El Padrenuestro descubre el paraíso de filiación y también el paraíso de fraternidad. El Padrenuestro aligera el ascenso a la cumbre cogidos de Tu mano y de la mano de los hermanos. Siempre llegamos, en alas del Padrenuestro, al encuentro con el sentido de la vida y de la muerte. Yo te pido, Padre, rezar el Padrenuestro con la misma naturalidad que respiro, con el mismo apetito con que me alimento, con el mismo alivio gozoso con que me duermo. Te pido evangelizarme rezando el Padrenuestro; entrar si miedo en la alegría de las Bienaventuranzas; sentir los mismos latidos de Tu Hijo cuando nos enseñó a rezar esta hermosa oración.
No puede ser más sencillo ni más claro tu Hijo al abrirnos las puertas de tu Corazón.
Con frases breves sintetiza el Evangelio y las Bienaventuranzas, que son el camino seguro para acceder a la intimidad Contigo.
Nos enseña el diálogo entre nuestro corazón en minúscula y tu Corazón con mayúscula.
No necesitamos, para hablarte, solemne protocolo de exuberancia verbal.
Podemos llamarte Papá con balbuceo de niños, en la seguridad de que nos escuchas.
Quiere tu Hijo imprimir en nosotros la misma forma de su diálogo, eterno e íntimo Contigo.
El Padrenuestro que nos ha enseñado Tu Hijo lava, purifica, alimenta, reconcilia, enciende ansias apostólicas, protege contra las insidias del mal, vivifica con el calor cobijante de tu Paternidad.
El Padrenuestro vivido, abre las puertas del cielo, donde Tú estás, y da al hombre la tierra en posesión como ensayo del cielo.
El Padrenuestro descubre el paraíso de filiación y también el paraíso de fraternidad.
El Padrenuestro aligera el ascenso a la cumbre cogidos de Tu mano y de la mano de los hermanos.
Siempre llegamos, en alas del Padrenuestro, al encuentro con el sentido de la vida y de la muerte.
Yo te pido, Padre, rezar el Padrenuestro con la misma naturalidad que respiro, con el mismo apetito con que me alimento, con el mismo alivio gozoso con que me duermo.
Te pido evangelizarme rezando el Padrenuestro; entrar si miedo en la alegría de las Bienaventuranzas; sentir los mismos latidos de Tu Hijo cuando nos enseñó a rezar esta hermosa oración.
Rafael Matesanz Martín