28/04/2016 – Un 28 de abril de 1962, en Magenta, Italia partía a la casa del Padre Gianna Beretta Molla. Fue beatificada por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, Año Internacional de la Familia. El primer milagro que permitió su beatificación ocurrió el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia. El segundo milagro que abrió paso a la canonización fue el de Elisabete Arcolino Comparini, con tres meses de embarazo, perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata Molla y la niña nació bien en mayo del 2000. El nacimiento es científicamente inexplicable. La llamaron Gianna Maria.
Santa Gianna Beretta Molla es patrona de las mujeres embarazadas y los enfermos de cáncer
Gianna fue la décima de trece hijos, de una familia de clase media de Lombardía (al norte de Italia), estudió medicina y se especializó en pediatría, profesión que compaginó con su tarea de madre de familia. Fue una mujer activa y llena de energía, que conducía su propio vehículo algo poco común en esos días. Sus deportes favoritos eran esquí y el alpinismo.
Desde la oración reconoce que su vocación es el matrimonio. Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo y el día 24 de septiembre de 1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica de S. Martín. En noviembre de 1956, Gianna dio a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 vino al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna logró armonizar con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de médico.
En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo le diagnosticaron un tumor en el útero. Su esposo, el ingeniero Molla manifestó que “le habían aconsejado una intervención quirúrgica. Esto le habría salvado la vida con toda seguridad. El aborto terapéutico y la extirpación del fibroma, le habrían permitido más adelante tener otros niños”. “Gianna eligió la solución que era más arriesgada para ella”.
Para salvar su vida le habían recomendado un aborto. Al negarse, murió al desarrollar una peritonitis séptica muy dolorosa. Como médico, ella sabía muy bien la realidad de su condición, pero prefirió morir para dar vida a su hija. Gianna decía: “Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no duden; elijan-lo exijo- la suya. Salvénlo”.
La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día 28 de abril, a los 39 años, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria “Jesús, te amo; Jesús, te amo”, murió.
Pablo VI describió a Gianna como “una madre que, para dar a luz a su bebé, sacrificó la suya propia en una inmolación deliberada”.
Al buscar entre los recuerdos de Gianna algo para ofrecerle a la priora de las Carmelitas descalzas de Milán, su esposo recuerda el , encontró en un libro de oraciones una pequeña imagen en la que, al dorso, Gianna había escrito de su puño y letra estas pocas palabras: “Señor, haz que la luz que se ha encendido en mi alma no se apague jamás”.