16/09/2015 – El Papa Francisco, en la catequesis de la audiencia general de hoy, la última antes de su viaje apostólico internacional a Cuba y a EEUU, del 19 al 28 de este mes , reflexionó en torno al matrimonio y la familia teniendo en cuenta que estamos en vísperas del Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Filadelfia y del Sínodo de los Obispos que tendrá lugar en la Ciudad del Vaticano el próximo mes de octubre.
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Esta es nuestra reflexión conclusiva sobre el tema del matrimonio y de la familia. Estamos en vísperas de sucesos bellos y de compromiso, que están directamente vinculados con este gran tema: el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y el Sínodo de los Obispos en Roma. Ambos tienen una proyección mundial, que corresponde a la dimensión universal del cristianismo, y la trascendencia universal de esta comunidad humana fundamental e insustituible que es, sin duda, la familia.
La transición actual de la civilización aparece marcada por los efectos a largo plazo de una sociedad administrada por la tecnocracia económica. La subordinación de la ética a la lógica del beneficio cuenta con importantes recursos y de un apoyo mediático enorme. En este escenario, una nueva alianza del hombre y de la mujer se convierte en estratégica para la emancipación de los pueblos de la colonización del dinero. Esta alianza debe volver a orientar la política, la economía y la convivencia civil. Esta decide la habitabilidad de la tierra, la transmisión del sentimiento de la vida, los vínculos de la memoria y de la esperanza.
De esta alianza, la comunidad conyugal-familiar del hombre y de la mujer es la gramática generativa, el “nudo de oro”, podríamos decir. La fe la obtiene de la sabiduría de la creación de Dios: que ha confiado a la familia no el cuidado de una intimidad como fin en sí misma, sino el emocionante proyecto de hacer “doméstico” el mundo.
Precisamente de la Palabra bíblica de la creación hemos tomado nuestra inspiración fundamental, en nuestras breves meditaciones del miércoles sobre la familia. A esta Palabra podemos y debemos nuevamente acudir con amplitud y profundidad. Es un gran trabajo, el que nos espera, pero también muy entusiasmante.
La creación de Dios no es una simple premisa filosófica: es el horizonte universal de la fe. No hay un designio divino diverso de la creación y de su salvación. Por la salvación de la criatura – de toda criatura –Dios se hizo hombre: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”, como dice el Credo. Y Jesús resucitado es “primogénito de toda criatura” (Col 1,15).
El mundo creado es confiado al hombre y a la mujer: lo que sucede entre ellos da la impronta a todo. Su rechazo de la bendición de Dios conduce fatalmente a un delirio de omnipotencia que lo arruina todo. Es lo que llamamos “pecado original”. Y todos venimos al mundo heredando esta enfermedad.
A pesar de ello, no estamos malditos ni abandonados a nosotros mismos. El antiguo relato del primer amor de Dios por el hombre y la mujer, tenía ya páginas escritas con fuego, al respecto. “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya” (Gn 3,15a). Son las palabras que Dios dirige a la serpiente engañadora. Mediante estas palabras Dios marca a la mujer con una barrera protectora contra el mal, a la que ella puede recurrir – si quiere – por cada generación. Quiere decir que la mujer lleva una secreta y especial bendición, para la defensa de su criatura del Maligno. Como la Mujer del Apocalipsis, que corre a esconder al hijo del Dragón. Y Dios la protege (cfr Ap 12,6).
Piensen aquí que profundidad. Existen muchos lugares comunes, a veces incluso ofensivos, sobre la mujer tentadora que inspira el mal. Sin embargo hay un espacio para una teología de la mujer que esté a la altura de esta bendición de Dios para ella y para la generación.
La misericordiosa protección de Dios con respecto al hombre y la mujer, en todo caso, no disminuye para ambos. ¡No olvidemos esto! El lenguaje simbólico de la Biblia nos dice que entes de alejarnos del jardín del Edén, Dios hizo al hombre y a la mujer túnicas de piel y los vistió (cfr. GN 3,21).
Este gesto de ternura significa que, incluso en las dolorosas consecuencias de nuestro pecado, Dios no quiere que nos quedemos desnudos y abandonados a nuestro destino de pecadores. Esta ternura divina, esta atención por nosotros, la vemos encarnadas en Jesús de Nazaret, hijo de Dios “nacido de mujer” (Gal 4,4). Y San Pablo dice de nuevo: “mientras éramos todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 5,8).
Cristo nacido de una mujer…nacido de una mujer, es la caricia de Dios sobre nuestras plagas, sobre nuestros errores, sobre nuestros pecados. Pero Dios nos ama como somos y quiere llevarnos adelante con este proyecto. Y la mujer es la más fuerte y lleva adelante este proyecto.
La promesa que Dios hace al hombre y a la mujer, al inicio de la historia incluye a todos los seres humanos, hasta el final de los tiempos. Si tenemos la fe suficiente, las familias de los pueblos de la tierra se reconocerán en esta bendición. De cualquier forma quien se deja conmover por esta visión, pertenezca al pueblo, nación, religión que sea, que se ponga en camino con nosotros. Será nuestro hermano y nuestra hermana.
Sin hacer proselitismo, caminemos juntos sobre esta bendición y este objetivo de Dios de hacernos hermanos en la vida. En un mundo que va adelante y nace precisamente de la familia de la unión del hombre y de la mujer.
¡Dios los bendiga, familias de todas las partes del mundo! ¡Dios los bendiga!
Queridos hermanos y hermanas:
En medio de una civilización marcada fuertemente por una sociedad administrada por la tecnología económica, donde la subordinación de la ética a la lógica del beneficio goza de un grande apoyo mediático, se hace cada vez más necesaria una nueva alianza entre el hombre y la mujer, que libere a los pueblos de la colonización del dinero y de las colonizaciones ideológicas y que oriente la política, la economía y la convivencia civil, para que la tierra sea verdaderamente un lugar habitable, donde se transmita la vida, y se perpetúe el nexo entre la memoria y la esperanza.
La fe nos dice que esta alianza entre el hombre y la mujer ha sido querida por Dios desde la creación, no sólo para velar por los intereses íntimos de la familia: a ellos les ha confiado el mundo y el proyecto de domesticarlo; por lo tanto, lo que ocurre entre el hombre y la mujer repercute en todo lo creado, como vemos en el relato del pecado original. Pero Dios no nos abandona, su misericordiosa protección no mengua, como muestra la especial bendición que Dios da a la mujer para defender a su criatura del maligno.
Esta ternura de Dios la vemos sobre todo encarnada en Jesucristo, nacido de una mujer, que murió por nosotros, aun siendo nosotros pecadores.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
Pidamos a Dios que avive nuestra fe en la promesa que hizo al hombre y a la mujer, y tomando conciencia de la importancia de esta alianza, que todas las familias de la tierra se sientan bendecidas por Dios y protegidas por su ternura y amor.
Muchas gracias y que Dios los bendiga.
Fuente: Radio Vaticano
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