21/12/2020 – “Cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestro puesto en la Iglesia, debe preguntarse si quiere seguir a Jesús con la docilidad de los pastores o con la autoprotección de Herodes, seguirlo en la crisis o defendernos de Él en el conflicto”.
Esta fue la invitación que el Papa Francisco dirigió la mañana de este lunes, 21 de diciembre, a los miembros del Colegio Cardenalicio y de la Curia Romana en su Discurso con ocasión del intercambio de saludos por la Navidad, a quienes recibió en audiencia en el Aula de las Bendiciones del Vaticano.
Los hombres no han nacido para morir sino para comenzar El discurso del Santo Padre, estructurado en 10 puntos, parte de la observación de la filósofa hebrea, Hanna Arendt, quien afirma que, la Navidad es el misterio del nacimiento de Jesús de Nazaret que nos recuerda que «los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar», desmontando de esta forma el pensamiento de su maestro Heidegger, según el cual el hombre nace para ser arrojado a la muerte.
El programa de vida sugerido por San Pablo Ante el Misterio de la Encarnación, así como frente al Misterio Pascual, señala el Pontífice, encontramos el lugar adecuado sólo si somos inermes, humildes, esenciales; sólo después de haber puesto en práctica en el ambiente en el que vivimos —incluyendo la Curia Romana— el programa de vida sugerido por San Pablo: «Desaparezca de ustedes toda amargura, ira, enojo, insulto, injurias y cualquier tipo de maldad. Sean bondadosos unos con otros, sean compasivos y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó en Cristo»; sólo “revestidos de humildad”, imitando a Jesús «manso y humilde de corazón»; sólo después de habernos colocado «en el último puesto» y habernos hecho “siervos de todos”.
Esta Navidad es la Navidad de la pandemia Al dirigir su mirada al mundo de hoy, el Papa Francisco señala que, esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero. La crisis ha dejado de ser un lugar común del discurso y del establishment intelectual para transformarse en una realidad compartida por todos. Por ello, puntualiza el Papa, este flagelo ha sido una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad.
Hacer renacer un deseo mundial de hermandad En este sentido, el Santo Padre subraya que, la Providencia quiso que en este tiempo difícil haya podido escribir Fratelli tutti, la Encíclica dedicada al tema de la fraternidad y de la amistad social. Y una gran lección nos llega de los Evangelios de la infancia, afirma el Pontífice, donde se narra el nacimiento de Jesús, es la de una nueva complicidad y unión que se crea entre los protagonistas.
Una breve reflexión sobre el significado de la crisis La crisis de la pandemia, afirma el Papa Francisco, es una buena oportunidad para hacer una breve reflexión sobre el significado de la crisis. “La crisis es un fenómeno que afecta a todo y a todos. Está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión. Es una etapa obligatoria en la historia personal y social. Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar. Como recuerda la raíz etimológica del verbo krino: la crisis es esa criba que limpia el grano de trigo después de la cosecha”.
Personajes en crisis que cumplen la historia de la salvación Incluso la Biblia está llena de personas que han sido “tamizadas”, de “personajes en crisis” que, sin embargo, a través de estas cumplen la historia de la salvación.
El tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu Esta reflexión sobre la crisis, señala el Papa Francisco, nos pone en guardia ante el peligro de juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy, como lo hizo el profeta Elías que, al desahogarse con el Señor, le presentó una narración desesperanzadora de la realidad. Con qué frecuencia incluso nuestros análisis eclesiales parecen historias sin esperanza. Una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista. La esperanza da a nuestros análisis lo que nuestra mirada miope es tan a menudo incapaz de percibir. “Dios sigue haciendo germinar las semillas de su Reino entre nosotros.
No confundir la crisis con el conflicto El Santo Padre afirma que, la crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes. La lógica del conflicto siempre busca “culpables” a quienes estigmatizar y despreciar y “justos” a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece. Esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de “grupos cerrados” que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión.
La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza. La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un Cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores. En efecto, de esta manera difundirá temor, se hará más rígida, menos sinodal, e impondrá una lógica uniforme y uniformadora, tan alejada de la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia.
“La novedad introducida por la crisis que desea el Espíritu no es nunca una novedad en oposición a lo antiguo, sino una novedad que brota de lo antiguo y que siempre la hace fecunda”
De cada crisis emerge la necesidad de renovación Pero si realmente queremos una renovación, evidencia el Papa, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo; debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica.
¿Qué hacer durante la crisis? Aceptarla como un tiempo de gracia que se nos ha dado para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia. Es necesario entrar en la lógica aparentemente contradictoria de que «cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte!».
Dejemos de vivir en conflicto y vivamos en camino El camino siempre tiene que ver con verbos de movimiento. La crisis es movimiento, es parte del camino. El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es sólo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal.
“Permítanme que les pida expresamente a todos los que, junto conmigo, están al servicio del Evangelio el regalo de Navidad: Su colaboración generosa y apasionada en el anuncio de la Buena Nueva, especialmente a los pobres. Recordemos que conoce verdaderamente a Dios quien solamente acoge al pobre que viene de abajo con su miseria”
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