18/08/2025 – (Fuente: Vatican News) El Santo Padre presidió la Santa Misa en el Santuario de Santa María de la Rotonda de Albano ante más de un centenar de personas, algunas sin hogar, refugiados, pobres, personal de la Cáritas diocesana, sacerdotes y fieles. A ellos, el Papa recordó que “somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos”.
“Cada uno es un don para los demás… Derribemos los muros… No vivamos para nosotros mismos… No el fuego de las armas, sino al fuego del amor…No confundamos la paz con la comodidad, el bien con la tranquilidad…, sino una inmersión total en los riesgos que conlleva el amor…”. Estas son algunas frases pronunciadas por León XIV en la homilía de la Santa Misa que presidió, esta mañana, en el Santuario de Santa María de la Rotonda en Albano, localidad vecina de Castel Gandolfo.
Unas 250 personas entre sacerdotes, feligreses, personal de Cáritas, personas pobres, refugiadas en albergues, personas sin hogar y participantes de los Centros de Escucha de la Diócesis, asistieron a la celebración eucarística dentro del templo, mientras afuera unos 2000 fieles, siguieron la liturgia a través de una pantalla gigante instalada en la plaza frente al Santuario. Junto a varias las autoridades civiles de la localidad Lacial, estaban presentes monseñor Vincenzo Viva, Obispo di Albano y monseñor Adriano Gibellini, Rector del Santuario Mariano, entre otros representantes religiosos.
Domingo tras domingoEl Papa abrió su homilía con una reflexión sobre el domingo, día de la Resurrección, día en que los fieles se reúnen en torno a la mesa eucarística, “mirándonos a los ojos, como auténticos hermanos y hermanas.
“Es así, cada uno de nosotros llega a la iglesia con ciertos cansancios y miedos —a veces más pequeños, a veces más grandes— y de repente estamos menos solos, estamos juntos y encontramos la Palabra y el Cuerpo de Cristo. De esa manera, nuestro corazón recibe una vida que va más allá de la muerte. Es el Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el que hace esto entre nosotros y en nosotros, silenciosamente, domingo tras domingo y día tras día”.
Un amor sin asperezas e incondicionalEl Santo Padre enfocó su reflexión en la forma circular del santuario mariano y que su mismo nombre refiere “rotonda” y lo paragona con la Plaza de San Pedro o tantas iglesias que con sus paredes abrazan a los fieles y los hacen sentir acogidos, en la Iglesia Madre que es María, que genera e regenera no en virtud de un poder mundano, sino con la virtud de la caridad.
“La iglesia por fuera, como algunas realidades humanas, puede parecernos áspera; pero su realidad divina se manifiesta cuando atravesamos la puerta y encontramos acogida. Entonces nuestra pobreza, nuestra vulnerabilidad y sobre todo los fracasos por los que podemos ser despreciados y juzgados —y en ocasiones nosotros mismos nos despreciamos y nos juzgamos— son finalmente acogidos en la dulce fuerza de Dios, un amor sin asperezas e incondicional.
Inmersos en el riesgo del amorAl referirse al Evangelio de hoy, León XIV confirma las contundentes palabras de Jesús que dice haber venido “a traer división” pueden parecer contradictorias en un mundo que pide paz, pero también recuerda que la paz de la que habla el Señor “no es como la del mundo”, no es “intercambiar la paz con la comodidad, el bien con la tranquilidad”, sino arriesgarnos, como “el bautismo de la cruz, una inmersión total en los riesgos que conlleva el amor”. Una audacia que celebramos en la comunión.
“La Misa fortalece esta decisión; es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. No, sino el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente».
Una Iglesia de pobresTeniendo en cuenta que la celebración de la mañana está dedicada a las personas necesitadas y vulnerables de la Diócesis de Albano, el Pontífice agradeció al obispo y a quienes se “comprometen para llevar el fuego de la caridad”, animándolos a no distinguir entre el que asiste y el que es asistido, entre el que parece dar y el que parece recibir, entre el que se presenta pobre y el que siente la necesidad de ofrecer tiempo, capacidades y ayuda.
«Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes, cada uno portador de una Palabra única de Dios. Cada uno es un don para los demás. Derribemos los muros».
Hacer paz con nuestra pobrezaSólo juntos – continuó diciendo el Santo Padre, siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios.
“No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad”.
León XIV concluyó su homilía pidiendo a la Virgen María que interceda por nosotros y que el fuego del Espíritu Santo los cambie de corazones de piedra en corazones de carne.
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