20/05/2024 – (Fuente: Vatican News) A la hora del Regina Caeli, en la Solemnidad de Pentecostés, Francisco profundiza sobre la lectura del Evangelio del día y habla del Espíritu Santo que nos enseña “todo lo que ha oído”. El Pontífice invita a convertirnos en ecos de la «dulce voz del Consolador», porque decir palabras buenas está al alcance de todos y es más fácil que insultar o enojarse.
¿Qué ha escuchado el Espíritu Santo? ¿De qué nos habla? Es lo que plantea el Papa en su alocución previa a la oración del Regina Caeli, en la Solemnidad de Pentecostés. Francisco centra su reflexión en el Evangelio de la liturgia, donde Jesús habla del Espíritu Santo, y dice que Él nos enseña “todo lo que ha oído”:
Nos habla con palabras que expresan sentimientos maravillosos, como el afecto, la gratitud, la confianza, la misericordia. Palabras que nos permiten conocer una relación bella, luminosa, concreta y duradera como es el Amor eterno de Dios: las palabras que el Padre y el Hijo se dicen. Son precisamente las palabras transformadoras del amor las que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar, porque estas palabras hacen nacer y hacen crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y los mismos propósitos: son palabras fecundas.
Por eso, – señala el Papa – «es importante que nos nutramos cada día de la Palabra de Dios, de la Palabra de Jesús, inspirada por el Espíritu Santo: Y tantas veces digo que hay que leer un pasaje del Evangelio, llevar un Evangelio pequeño, de bolsillo…»
La palabra de Dios silencia las habladuríasFrancisco cita las palabras del sacerdote y poeta Clemente Rebora, hablando de su conversión, quien en su diario escribía: «¡Y la Palabra acalló mi palabrerío!» (Curriculum vitae). Y reflexiona:
Escuchar la Palabra de Dios silencia nuestras habladurías superficiales y nos hace decir palabras serias, palabras bellas, palabras alegres.(…) Escuchar la Palabra de Dios hace callar las habladurías. He aquí cómo dar espacio en nosotros a la voz del Espíritu Santo. Y, además, mediante la adoración, no olvidemos la adoración silenciosa… Y también decir dentro de nosotros palabras buenas, decirlas al corazón para poder decirlas a los demás, después (…) Y así se nota que vienen de la voz dulce del Consolador, del Espíritu.
Continuando su alocución, el Santo Padre dice que “leer y meditar el Evangelio, rezar en silencio, decir palabras buenas; no son cosas difíciles, todos podemos hacerlo. Es más fácil que insultar o enojarse…». Por eso, invita a preguntarnos:¿qué lugar tienen estas acciones en mi vida? ¿Cómo puedo cultivarlas, a fin de ponerme a escuchar mejor al Espíritu Santo y ser su eco para los demás?
Y, en la conclusión de su reflexión, dirige su oración a María “presente en Pentecostés con los apóstoles” para que “nos haga dóciles a la voz del Espíritu Santo”.
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