20/02/2023 – En el Ángelus del domingo 19 de febrero, el Papa Francisco habló del “amor extraordinario de Dios”, quien nos anima a vivir “el desequilibrio del amor”, perdonando y amando incluso a nuestros enemigos.
Ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro, el Santo Padre comentó el Evangelio del día, donde Jesús invita a “poner la otra mejilla” a quienes nos hacen daño.
A partir de esta idea, el Pontífice explicó que “es normal que amemos a los que nos aman y seamos amigos de los que son amigos nuestros; sin embargo, Jesús nos provoca diciéndonos: si actuáis así, ‘¿qué hacéis de extraordinario?’”.
Para el Papa Francisco, “extraordinario es aquello que va más allá de los límites de lo habitual, que supera las prácticas habituales y los cálculos normales dictados por la prudencia”.
“En general -continuó-, intentamos tenerlo todo en orden y bajo control, de modo que corresponda a nuestras expectativas: temiendo no recibir reciprocidad o exponernos demasiado y luego decepcionarnos, preferimos amar sólo a quien nos ama, hacer el bien sólo a quien es bueno con nosotros, ser generosos sólo con quien puede devolvernos el favor”.
Sin embargo, “el Señor nos advierte: ¡eso no basta! Si permanecemos en lo ordinario, en el equilibrio entre dar y recibir, las cosas no cambian”.
“Si Dios siguiera esta lógica, ¡no tendríamos esperanza de salvación! Pero, afortunadamente para nosotros, el amor de Dios es siempre extraordinario, es decir, va más allá de los criterios habituales con los que los humanos vivimos nuestras relaciones”, señaló.
A continuación, el Santo Padre insistió en que Dios nos pide “que nos abramos a lo extraordinario de un amor gratuito”. “Cristo nos anima a vivir el desequilibrio del amor”, subrayó.
“Si Dios no se hubiera desequilibrado, nunca nos habríamos salvado: Jesús no habría venido a buscarnos cuando estábamos perdidos y lejos, no nos habría amado hasta el extremo, no habría abrazado la cruz por nosotros, que no lo merecíamos y no podíamos darle nada a cambio”.
En esta línea, aseguró que “Dios nos ama mientras somos pecadores, no porque seamos buenos o capaces de devolverle algo. El amor de Dios es un amor siempre desmesurado, siempre más allá de todo cálculo, siempre desproporcionado”.
El Santo Padre dijo que solamente de esta forma podremos dar testimonio del amor de Dios y declaró que “el Señor nos propone salir de la lógica del propio interés y no medir el amor con la balanza del cálculo y de la conveniencia”.
“Nos invita a no responder al mal con el mal, a atrevernos en el bien, a arriesgar en el don, aunque recibamos poco o nada a cambio. Porque es este amor el que transforma lentamente los conflictos, acorta las distancias, supera las enemistades y cura las heridas del odio”.
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