“En lugar de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos”

lunes, 1 de octubre de 2018
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01/10/2018 -El Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical, reflexionando sobre el Evangelio del día, dijo que Jesús hoy nos llama a no pensar según las categorías de “amigo/enemigo”, “nosotros/ellos”, “quien está dentro/ quien está fuera”, sino a ir más allá, a abrir nuestro corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios incluso en ambientes insólitos e impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo.

El Evangelio de este domingo nos presenta uno de esos detalles muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Estos habían visto que un hombre, que no formaba parte del grupo de los seguidores de Jesús, echaba a los demonios en nombre de Jesús, y por eso querían prohibírselo. Juan, con el entusiasmo vigoroso, típico de los jóvenes, refiere esto al Maestro buscando su apoyo; pero Jesús, al contrario, responde: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros».

El Santo Padre reflexionó sobre la libertad de Jesús, que contrasta con la cerrazón de los discípulos ante un acontecimiento extraño a sus esquemas; y señaló que Jesús quiere educarnos también a nosotros hoy a esta libertad interior:

Juan y los demás discípulos manifiestan una actitud de cerrazón ante un acontecimiento que no entra en sus esquemas, en este caso la acción, aún buena, de una persona “externa” al círculo de los seguidores. En cambio Jesús aparece muy libre, abierto plenamente a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por algún confín o recinto. Jesús quiere educar a sus discípulos, también a nosotros hoy, a esta libertad interior.

La actitud de cerrazón si bien “humana”, “muy común”, “en buena fe”, es una forma de “auto referencialidad”, advirtió Francisco:

Nos hace bien reflexionar sobre este episodio y hacer un poco de examen de conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y la podemos encontrar en las comunidades cristianas de todos los tiempos, probablemente también en nosotros mismos. En buena fe, es más, con celo, se quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, tutelando al fundador o al líder de los falsos imitadores. Pero al mismo tiempo está como el temor de la “competencia”, y esto es feo: el temor de la competencia, que alguno pueda sustraer nuevos seguidores, y entonces no se logra apreciar el bien que los otros hacen: no está bien porque “no es de los nuestros”, se dice. Es una forma de auto referencialidad, es más: aquí está la raíz del proselitismo. Y la Iglesia – decía el Papa Benedicto – no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir, crece por el testimonio a los demás con la fuerza del Espíritu Santo.

Poniendo como ejemplo a Dios mismo, el Papa invitó a examinarnos a nosotros mismos en lugar de juzgar a los demás, estando atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, más que a “quien” lo hace:

La gran libertad de Dios en el donarse a nosotros es un desafío y una exhortación a cambiar nuestras actitudes y relaciones. Es la invitación que Jesús nos dirige hoy. Él nos llama a no pensar según las categorías de “amigo/enemigo”, “nosotros/ellos”, “quien está dentro/ quien está fuera”, “mío/tuyo”, sino a ir más allá, a abrir nuestro corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios incluso en ambientes insólitos e impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar más atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, que al nombre y al origen de quien lo hace. Y -como sugiere la parte restante del Evangelio de hoy- en lugar de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos y “cortar” sin compromisos todo lo que pueda escandalizar a las personas más débiles de la fe.

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El Papa concluyó elevando una plegaria a la Virgen Madre, “modelo de dócil acogida” de las sorpresas de Dios:

Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de nosotros, descubriéndolo allí donde Él se manifiesta, incluso en las situaciones más impensables e inusuales. Que nos enseñe a amar a nuestra comunidad sin celos y sin cerrazones, siempre abiertos al vasto horizonte de la acción del Espíritu Santo.

 

Fuente; Vatican News