17/09/2018 – El Papa Francisco en su alocución previa al Ángelus, retomando la pregunta del Evangelio de hoy: ¿Quién es Jesús?, nos recuerda que la profesión de fe en Jesucristo no se detiene ante las palabras, sino que pide ser autenticada por elecciones y gestos concretos, por una vida marcada por el amor de Dios y del prójimo.
“Jesús nos dice que, para seguirlo, para ser sus discípulos, es necesario renunciar a nosotros mismos, o sea, renunciar a las pretensiones del orgullo propio, egoísta, y tomar la propia cruz”.
Antes de interpelar directamente a los Doce, dijo el Papa, Jesús quiere saber de ellos que piensa de él la gente, y sabe bien que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro. Pero en realidad, como dijo Francisco, a Jesús no le interesan los sondeos y el chismorreo de la gente. Él no acepta ni siquiera que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas ya elaboradas, citando personajes famosos de la Sagrada Escritura, porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope.
Porque como dijo el Pontífice, el Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy instauren con Él una relación personal, y así lo acojan como el centro de sus vidas. Por esto los empuja a reflexionar sobre sí mismos, y les pregunta: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?”.
Pero esta pregunta de Jesús, directa y confidencial, hoy va dirigida a cada uno de nosotros: “¿quién soy yo para ti?”. Porque como dijo el Santo Padre, cada uno está llamado a responder, dentro de sí mismo, dejándose iluminar por la luz que el Padre nos da para conocer a su Hijo Jesús. Y nos puede pasar también a nosotros, como a Pedro, que afirmemos con entusiasmo: “Tú eres el Mesías”.
La misión de Jesús no se cumple en el largo camino del éxito, sino que, en el arduo sendero del Siervo sufriente, humillado, rechazado y crucificado, entonces, afirmó el Papa, nos puede pasar también a nosotros, como a Pedro, que protestemos y nos rebelemos, porque esto contrasta con nuestras expectativas. “En esos momentos, también nosotros merecemos el sano regaño de Jesús: ‘¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres’”.
Jesús nos da a todos, una regla fundamental: “El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”. Para entender esta paradoja, dijo el Papa, es necesario recordar que nuestra más profunda vocación es el amor, porque estamos hechos a imagen de Dios que es amor. A menudo en la vida, por tantos motivos, nos equivocamos de camino, buscando la felicidad en las cosas, o en las personas que las tratamos como si fueran cosas.
Pero Francisco nos dijo que la felicidad la encontramos solamente cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende, nos cambia. “Lo demuestran los testimonios de los santos”. Afirmó el Papa concluyendo su alocución pidiendo a la Virgen que nos ayude a caminar en su camino, gastando generosamente nuestra vida por Él y sus hermanos.
Francisco cerró su alocución con el feliz anuncio de un regalo para los presentes:
“Hoy, dos días después de la Fiesta de la Santa Cruz, pensé en regalarles a ustedes que están en la plaza, un crucifijo. El crucifijo es el signo del amor de Dios, que en Jesús dio la vida por nosotros. Los invito a acoger este don y a llevarlo a sus hogares, a los cuartos de sus hijos, o de los abuelos… En cualquier parte, pero que se vea en la casa. No es un objeto de decoración, es un signo religioso para contemplarlo y orar. Mirando a Jesús crucificado, miramos nuestra salvación. No se paga nada, ¡si alguien les dice que deben pagarlo es un vivo! Esto es un regalo del Papa. Agradezco a las religiosas, los pobres y prófugos que ahora distribuirán este don, pequeño, pero valioso. Como siempre, la fe viene desde los pequeños, de los humildes“, les dijo.
Los 40 mil crucifijos, como el Papa anunció desde la ventana del Palacio Apostólico, son de metal plateado y está acompañado por una tarjeta con palabras que él mismo pronunció en el Vía Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil en 2013: “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”.
Al finalizar, saludó a los presentes deséandoles un buen domingo, y realizó su habitual pedido de oración: “Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”
Fuente: News.va
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