18/10/2018 – En la misa de esta mañana en Casa Santa Marta, el Papa Francisco habló de las tres formas de pobreza a las que es llamado el discípulo: la primera es dejar las riquezas, con el corazón separarse del dinero; la segunda es aceptar las persecuciones, grandes o pequeñas, incluso las calumnias, a causa del Evangelio, y la tercera es la pobreza de la soledad, de sentirse solo, al final de la vida.
Su reflexión parte de la Oración Colecta en la cual se enfatiza que a través de San Lucas, el Señor quiso revelar su predilección por los pobres. El Evangelio (Lc 10,1-9) habla del envío de los 72 discípulos en pobreza – “no lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias” – porque el Señor quiere que el camino del discípulo sea pobre. El discípulo unido al dinero o la riqueza no es un verdadero discípulo.
Toda la homilía del Papa Francisco está, por tanto, marcada en las “tres etapas” de la pobreza en la vida de los discípulos, las tres formas de vivirla. La primera, de hecho, es esa de estar separados del dinero y la riqueza y es “la condición para iniciar el camino del discipulado”. Consiste en tener un “corazón pobre”, tanto que “si en el trabajo apostólico requieren estructuras u organizaciones que parecen ser un signo de riqueza, utilícenlas bien – pero separadas”, advierte el Papa. El rico joven del Evangelio, de hecho, conmovió el corazón de Jesús pero no fue capaz de seguir al Señor porque tenía “el corazón unido a las riquezas”. “Si quieres seguir al Señor, elige el camino de la pobreza y si tienes riquezas porque el Señor te las ha dado para servir a los demás, pero tu corazón, desapegado. El discípulo no debe temer a la pobreza, al contrario: debe ser pobre”, dice claramente el Papa Francisco.
La segunda forma de pobreza es la de las persecuciones. En el pasaje del Evangelio de hoy, el Señor envía a los discípulos “como corderos en medio de lobos”. E incluso hoy hay muchos cristianos perseguidos por el Evangelio y calumniados:
Ayer, en Aula del Sínodo, un obispo de uno de estos países donde hay persecución habló de un joven católico capturado por un grupo de chicos que odiaban a la Iglesia, fundamentalistas; fue golpeado y luego arrojado a una cisterna, donde le tiraban encima barro y al final, cuando el barro llegó a su cuello: “Diga por última vez: ¿renuncias a Jesucristo?” – “¡No!”. Le han tirado una piedra y le han matado. Lo hemos escuchado todos. Y esto no es de los primeros siglos: ¡esto es hace dos meses! Es un ejemplo. Pero cuántos cristianos hoy sufren persecución física: “¡Oh, este ha blasfemado! ¡A la horca!
Papa Francisco recuerda después que también hay otras formas de persecución: La persecución de la calumnia, de los rumores y el cristiano está callado, tolera esta “pobreza”. A veces es necesario defenderse para no dar escándalo … Las pequeñas persecuciones en el barrio, en la parroquia … pequeñas, pero son la prueba: la prueba de una pobreza. Es el segundo modo de pobreza que el Señor nos pide. El primero, dejar las riquezas, no estar con el corazón unido a las riquezas; el segundo, recibir humildemente las persecuciones, tolerar las persecuciones. Esto es una pobreza.
Luego hay una tercera forma de pobreza: la de la soledad, del abandono. Nos da un ejemplo de ella la Primera Lectura de hoy, tomada de la Segunda Carta a Timoteo, en la que el “gran Pablo”, “que no temía nada”, dice que en su primera defensa ante el tribunal, nadie lo ha ayudado: “todos me han abandonado”.
Pero agrega que el Señor estaba cerca de él y le dio fuerza. El Papa Francisco, ante este punto, se centra en el abandono del discípulo: ¿cómo puede sucederle a un chico o a una chica de 17 o 20 años, que con entusiasmo abandone las riquezas para seguir a Jesús, y luego “con fuerza y lealtad” tolere “calumnias, persecuciones diarias, celos”, “las pequeñas o las grandes persecuciones”, y al final el Señor les puede pedir “la soledad del final”.
Pienso en el hombre más grande de la humanidad, y esta calificación proviene de la boca de Jesús: Juan Bautista; el hombre más grande nacido de mujer. Gran predicador: la gente iba a él para ser bautizado. ¿Cómo terminó? Sólo; en la cárcel. Piensen, ustedes, qué es una celda y como eran las celdas de aquel tiempo, porque si las de ahora son así, piensen en aquellas… Sólo, olvidado, degollado por la debilidad de un rey, el odio de una adúltera y el capricho de una chica: así terminó el hombre más grande de la historia. Y sin ir tan lejos, tantas veces en hogares de ancianos donde hay sacerdotes o monjas que han pasado sus vidas predicando, se sienten solos, solos con el Señor: nadie les recuerda.
Una forma de pobreza que Jesús prometió a Pedro mismo, diciéndole:
“Cuando eras niño, ibas a donde querías; cuando seas viejo, te llevarán a donde no quieras”. El discípulo es, por lo tanto, pobre, en el sentido de que no está apegado a las riquezas y este es el primer paso. Entonces es pobre porque “es paciente ante las pequeñas o grandes persecuciones”, y – tercer paso – es pobre porque entra en ese estado de ánimo de sentirse abandonado al final de la vida. El mismo camino de Jesús, de hecho, termina con esa oración al Padre: “Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”. La invitación final del Papa es, por lo tanto, orar por todos los discípulos, “sacerdotes, monjas, obispos, papás, laicos”, para que “sepan recorrer el camino de la pobreza como el Señor quiere”.
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