25/04/2016 – Durante el fin de semana se llevó adelante la primera Jornada Mundial para adolescentes en Roma. El encuentro que contó con uno 70.000 jóvenes forma parte de las acciones especiales por el año de la misericordia.
El Papa Francisco en el V Domingo de Pascua celebró la eucaristía con los chicos que ocupaban la Plaza San Pedro y las calles adyacentes repletas de adolescentes desde altas horas de la madrugada que hacían fila ordenadamente y con rostros de felicidad, para tener un buen sitio y poder ver al Papa de cerca. Todos con su “documento de identidad de cristiano, que es el amor”, como explicó el Papa Francisco en su homilía, “el único documento válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús”. Francisco preguntó a los presentes si querían vivir el amor que Dios nos entrega, a lo que fue contestado con un larguísimo “¡Sí!” y con una marea de aplausos que casi no le dejaban continuar hablando. “Entonces -les explicó el Obispo de Roma- frecuentemos su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar”.
Francisco dio a los jóvenes consejos para tener “una alegría plena en su vida”. Les recordó que amar es bello, “es el camino para ser felices”, pero no es fácil, es desafiante y supone un esfuerzo diario. También que hay que dar gracias a Dios todos los días por nuestra vida, sin olvidar que Él nunca nos abandona, Él sigue siempre cerca nuestro, “creyendo en ti más de lo que tú crees en ti mismo”. El Papa habló de los deseos de afecto y de libertad típicos de la edad adolescente, “la libertad es el don de poder elegir el bien”. Les pidió que no se conformen con la mediocridad, con el “ir tirando, estando cómodos y sentados”. “Su felicidad no tiene precio y no se negocia; no es un “App” que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor”.
Finalmente Francisco les invitó a construir su futuro con respeto, perdón, confianza, amor y nunca “en contra de alguien”. “Harán cosas maravillosas si se preparan bien ya desde ahora, viviendo plenamente su edad, tan rica de dones, y no temiendo al cansancio”.
«La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros» (Jn 13,35)
Queridos chicos y chicas: Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. El único documento válido. Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. Entonces les pregunto: ¿Quieren acoger la invitación de Jesús para ser sus discípulos? ¿Quieren ser sus amigos fieles?
El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto, no el amor en las nubes: no. El amor concreto que resplandece en su vida. El amor es siempre concreto, ¿eh? Ese que no es concreto y habla del amor, es una telenovela, un culebrón. El amor es siempre concreto, eh? ¿Queréis vivir este amor que Él nos entrega? ¿Quieren o no quieren? Entonces, frecuentemos su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Y esto es un trabajo de todos los días, ¿eh?: aprender a amar.
Ante todo, amar es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo. Por ejemplo, pensemos cuando recibimos un regalo: nos hace felices, pero para preparar ese regalo las personas generosas han dedicado tiempo y dedicación y, de ese modo, regalándonos algo, nos han dado también algo de ellas mismas, algo de lo que han sabido privarse. Pensemos también el regalo que sus padres y animadores les han hecho, al dejaros venir a Roma para este Jubileo dedicado a ustedes. Han programado, organizado, preparado todo para ustedes, y esto les daba alegría, aun cuando hayan renunciado a un viaje para ellos. Ésta es la concreción del amor. En efecto, amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades personales.
Miremos al Señor, que es insuperable en generosidad. Recibimos de él muchos dones, y cada día tendríamos que darle gracias. Quisiera preguntarles: ¿Dan gracias al Señor todos los días? Aun cuando nos olvidemos, Él se acuerda de hacernos cada día un regalo especial. No es un regalo material para tener entre las manos y usar, sino un don más grande para la vida. Nos regala… ¿qué nos regala el Señor? Nos regala su amistad fiel, siempre es amigo el Señor, que no la retirará jamás. Además, si tú lo decepcionas y te alejas de Él, Jesús sigue amándote y estando contigo, creyendo en ti más de lo que tú crees en ti mismo. Ésta es la concreción del amor que nos enseña a Jesús. Y esto es muy importante. Porque la amenaza principal, que impide crecer bien, es cuando no importas a nadie, cuando te sientes marginado, es triste esto. En cambio, el Señor está siempre junto a ti y está contento de estar contigo. Como hizo con sus discípulos jóvenes, te mira a los ojos y te llama para seguirlo, para «remar mar a dentro» y «echar las redes» confiando en su palabra; es decir, poner en juego tus talentos en la vida, junto a él, sin miedo. Jesús te espera pacientemente, espera una respuesta, aguarda tu “sí”.
Queridos chicos y chicas, a su edad surge en ustedes de una manera nueva el deseo de encariñarse y de recibir afecto. Si van a la escuela del Señor, les enseñará a hacer más hermosos también el afecto y la ternura. Les pondrá en el corazón una intención buena, esa de amar sin poseer: querer bien sin poseer; de querer a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. ¡Porque el amor es libre! ¡No hay amor que no sea libre! Aquella libertad que el Señor nos deja cuando nos ama: Él, siempre cerca nuestro. En efecto, siempre existe la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de tomar, de “poseer” aquello que gusta. Y esto es egoísmo. Y también, la cultura consumista refuerza esta tendencia. Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se desgasta, se estropea; después se queda uno decepcionado con el vacío dentro. Si escuchan la voz del Señor, les revelará el secreto de la ternura: interesarse por otra persona, quiere decir respetarla, protegerla, esperarla. Y esta es la concreción de la ternura y del amor.
En estos años de juventud perciben también un gran deseo de libertad. Muchos les dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero en esto se necesita saber decir “no”. Si vos no sabes decir que no, no eres libre. El libre es aquel que sabe decir “si” y sabe decir “no”.
La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere: esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. No, no es verdad. En cambio, la libertad es el don de poder elegir el bien: esto es libertad.
Es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios, también… es fatigoso, no es fácil. Pero yo creo que ustedes jóvenes no tienen miedo del cansancio, ¿no? Son estupendos.
Pero sólo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida. Elijan con coraje y fuertes. No se contenten con la mediocridad, con “ir tirando”, estando cómodos y sentados; no confíen en quien los distrae de la verdadera riqueza, que son ustedes, cuando les digan que la vida es bonita sólo si se tienen muchas cosas; desconfíen de quien les quiera hacer creer que son valiosos cuando les hacen pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o cuando llevan ropa a la última moda. Su felicidad no tiene precio y no se negocia; no es un “app” que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudarles a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa.
Porque el amor es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad, pero bella que dura toda la vida; ¡es el compromiso cotidiano de quien sabe realizar grandes sueños! ¡Es un problema los jóvenes que no saben soñar, que no osan de soñar! Si un joven a su edad, no es capaz de soñar, ya se ha jubilado: no sirve…
El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en práctica. ¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro, y a difundirlo en el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir “no” a lo que es falso, miren la cruz del Señor, abracenla y no dejen su mano, que los lleva hacia lo alto y los levanta cuando caen.
Y… en la vida, siempre se cae, porque somos pecadores, somos débiles. Pero está la mano de Jesús que nos levanta, que nos alza. ¡Jesús nos quiere en pie! Aquella bonita parábola que Jesús decía a los paralíticos: ¡levántense! Dios nos ha creado para estar en pie. Hay una canción muy bonita que cantan los alpinistas cuando suben arriba. La canción dice así: “En el arte de subir, lo importante no es no caer, ¡sino no continuar caído! Tener el coraje de alzarse, de dejarse alzar de la mano de Jesús. Y esta mano muchas veces viene de la mano de un amigo, de la mano de los padres, de la mano de aquellos que nos acompañan en la vida. También Jesús mismo está ahí.
Sé que son capaces de gestos grandes de amistad y bondad. Están llamados a construir así el futuro: junto con los otros y por los otros, pero jamás contra alguien. No se construye “en contra”: esto se llama destrucción”. Harán cosas maravillosas si se preparan bien ya desde ahora, viviendo plenamente su edad, tan rica de dones, y no temiendo al cansancio. Hagan como los campeones del mundo del deporte, que logran metas altas entrenándose con humildad y todos los días. Que su programa cotidiano sea las obras de misericordia: Entrénense con entusiasmo en ellas para ser campeones de vida, ¡campeones de amor! Así serán conocidos como discípulos de Jesús. Así tendrán la carta de identidad de los cristianos. Y les aseguro: su alegría será plena.
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