08/01/2019 – En su homilía de hoy en Casa Santa Marta, el Papa Francisco comentó el evangelio de la multiplicación de los panes. El Santo Padre destacó que “Dios da el primer paso y nos ama, porque tiene compasión y misericordia”.
“Muchas veces no entendemos las necesidades de los demás y permanecemos indiferentes “tal vez porque el amor de Dios “no entró en nuestros corazones. Así lo expresó el Papa Francisco.
El pontífice inspiró su mensaje en la liturgia de hoy, mates 8 de enero, que remite a la primera Carta de San Juan Apóstol al Evangelio de Marcos sobre la multiplicación de los panes.
“Amémonos unos a otros, porque el amor” proviene de Dios, recordó el Papa citando las palabras de San Juan en la que el Apóstol explica “cómo se ha manifestado el amor de Dios en nosotros”. Y afirmó que “Dios ha enviado al mundo a su Hijo unigénito, para que nosotros tengamos vida por medio de Él”. Y aclaró que “éste es el misterio del amor”. Que “Dios nos ha amado primero”. Que Él ha dado el “primer paso”. Un paso “hacia la humanidad que no sabe amar”, que “tiene necesidad de las caricias de Dios para amar”, del testimonio de Dios. “Y este primer paso que ha dado Dios es su Hijo, al que ha enviado para salvarnos y dar un sentido a la vida, para renovarnos y para recrearnos”.
Ante el pasaje de la multiplicación de los panes y de los peces, el Pontífice se preguntó: “¿Por qué Dios ha hecho esto? “Por compasión – dijo –, compasión por la muchedumbre que ve al descender de la barca, en la ribera del lago Tiberíades, porque estaba sola, y las personas “eran como ovejas que no tienen pastor”.
El corazón de Dios, el corazón de Jesús se conmovió, y ve, ve aquella gente, y no puede permanecer indiferente. El amor es inquieto. El amor no tolera la indiferencia. El amor tiene compasión. Pero compasión significa poner en juego el corazón; significa misericordia. Jugarse el propio corazón por los demás: esto es amor. El amor es jugarse el corazón por los demás.
El Papa Francisco describió la escena de Jesús que enseña “muchas cosas” a la gente y a los discípulos y que al final se aburren, “porque Jesús decía siempre las misma cosas”. Y mientras el Señor enseña “con amor y compasión”, quizás comienzan “a hablar entre ellos”. Al final miran el reloj: “Pero es tarde…”. Y el Papa citando una vez más al Evangelista Marcos: “Pero Maestro, el lugar está desierto y ya es tarde; despídelos, de modo que, yéndose por los campos y las aldeas de los alrededores, puedan comprar de comer”. Prácticamente dicen “que se arreglen” y que compren ellos el pan. “Pero nosotros estamos seguros – comentó el Pontífice – de que ellos sabían que tenían pan para sí mismos, y querían custodiarlo. Es la indiferencia”.
A los discípulos no les interesaba la gente: le interesaba a Jesús, porque la gente lo quería. No eran malos, eran indiferentes. No sabían qué cosa era amar. No sabían qué cosa era la compasión. No sabían qué cosa era la indiferencia. Tuvieron que pecar, traicionar al Maestro, abandonar al Maestro, para comprender el núcleo de la compasión y de la misericordia. Y la respuesta de Jesús es tajante: “Ustedes mismos denles de comer”. Hazte cargo de ellos. Ésta es la lucha entre la compasión de Jesús y la indiferencia, la indiferencia que se repite en la historia siempre, siempre… Tanta gente que es buena, no comprende las necesidades de los demás, no es capaz de compasión. Es gente buena, tal vez porque no ha entrado el amor de Dios en sus corazones o no lo han dejado entrar.
Y aquí el Papa Francisco describió una foto que está en las paredes de la Limosnería Apostólica: “Una foto espontánea que hizo un buen muchacho romano y que la ha ofrecido a la Limosnería”. La tomó Daniele Garofani, hoy fotógrafo de “L’Osservatore Romano”, de regreso de un servicio de distribución de comida a los sin techo con el Cardenal Krajewski. Es una noche de invierno “se ve por el modo de vestir de la gente”, explicó el Papa, que salía “de un restaurante”. “Gente toda bien abrigada” y satisfecha: “Habían comido, estaban con sus amigos”. Y allí, prosiguió Francisco en la descripción de esta foto, “había un sin techo, en el suelo, que hace así…” e imita el gesto de la mano extendida para pedir limosna. El fotógrafo – dijo Francisco – “fue capaz de tomarla en el momento en el que la gente mira hacia otro lado, para que las miradas no se crucen”. Ésta – comentó – “es la cultura de la indiferencia. Esto es lo que hicieron los Apóstoles”. “Despídelos, que vayan por los campos, en la oscuridad y con hambre. Que se las arreglen, es un problema de ellos”. “Nosotros tenemos cinco panes y dos peces para nosotros”.
“El amor de Dios siempre va primero – explicó el Santo Padre – es amor de compasión, de misericordia”. Es verdad que lo apuesto al amor es el odio, pero en tanta gente no hay “un odio consciente”.
Lo opuesto más cotidiano del amor de Dios, de la compasión de Dios, es la indiferencia: la indiferencia. “Yo estoy satisfecho, no me falta nada. Tengo todo, he asegurado esta vida, y también la eterna, porque voy a Misa todos los domingos, soy un buen cristiano”. “Pero, al salir del restaurante, mira para otro lado”. Pensemos en este Dios que da el primer paso, que tiene compasión, que tiene misericordia y tantas veces nosotros, nuestra actitud es la indiferencia. Oremos al Señor para que cure a la humanidad, comenzando por nosotros: que mi corazón se cure de esta enfermedad que es la cultura de la indiferencia.
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