Adviento, tiempo de conversión y de esperanza Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha

martes, 9 de diciembre de 2008
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En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:  "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.  Sí, Padre, porque así lo has querido.  Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".  Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:  "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!.  ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".

Lucas 10, 21 – 24

A nosotros, esta lectura y este acontecer de Jesús, esta exclamación, esta efusión del Espíritu, nos muestra como a Jesús, lleno de alegría, se le escapa el Espíritu Santo.

Jesús también espera muchas cosas importantes. ¡Qué lindo que le preguntemos en la oración, no sólo lo que esperaba en aquellos tiempos, sino también lo que espera hoy de nosotros! Quizás no haya mucha diferencia entre ayer y hoy. Uno de los deseos más grande que suelen tener los padres, es que los hijos estén en torno a la mesa. Y que cuando los hijos crezcan, cuando sean grandes, que permanezcan amigos, que se acompañen, que vuelvan siempre a la casa. ¡Qué alegría tienen los padres cuando vienen los hijos, comparten un asado, vienen los nietos, juegan, y todo es algarabía, se llena de alegría el corazón de los padres y de los abuelos…! Muchas veces hay pocas palabras para decir por parte de los abuelos, porque ellos están disfrutando, ya que es el momento de la cosecha de los padres-abuelos…

Ese deseo se ve plenificado y concretado. Y cuánta fuerza toman los abuelos y los padres adultos cuando, recibiendo las visitas de sus hijos y nietos, los han alimentado… Los adultos, los abuelos, viven del alimento de invitar a sus hijos a su casa… Y generan nuevos motivos para la esperanza. Sienten que su vida tiene sentido y mucho valor porque se cumple ese gran anhelo: ser alegría de Dios como cristiano. Ser quien conforma el corazón de Dios…

Alguien llamó y dijo: hoy he pedido al Señor que me diga cómo agradarlo, cómo glorificarlo, cómo comportarme para que Él esté contento conmigo en el día de hoy…

Qué lindo, es un corazón enamorado, que trae esperanza.

Y pareciera que Dios también está hecho para la alegría, que Dios también espera ver cumplidos sus deseos; que está ansioso porque se cumpla lo que Él desea. La esperanza, el cumplimiento de las promesas, es alegría para el corazón de Dios y para nuestro corazón. ¡Qué lindo que hoy podamos ser alegría para los otros y alegría para Dios!

Podemos ser alegría para otro teniendo cercanía, escucha, un poco más de cuidado en el trato, un gesto de preocupación, de interés más personal, una actitud más respetuosa, una oración por esa persona. Quizás Dios esté esperando tener más alegría… es una manera de decirlo… porque escuchando la Palabra de Dios podemos darnos cuenta de que el Señor no está satisfecho, aunque Él es Dios. Esto es un gran misterio: como que Dios no está satisfec