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María adelanta el tiempo de la promesa
martes, 17 de octubre de 2006
Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” Jesús le respondió: “Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.”
Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga.”
Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: “Llenen de agua esos recipientes.” Y los llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, les dijo, y llévenselo al mayordomo.” Y ellos se lo llevaron.
Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. Y les dijo: “Todo el mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos calidad; pero tú has dejado el mejor vino para el final.”
Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Juan 2, 1 – 11
En el cuarto Evangelio la Madre de Jesús aparece dos veces, una en este episodio, en el primer lugar donde Jesús realiza un signo; la otra vez donde aparece María es al pie de la cruz en el calvario, esto está dando razón de la tarea de María como corredentora asociada al misterio de redención de Jesús. En torno al tema de la paz que María nos trae, que viene a pacificarnos nos va a ayudar a entender qué es esto de mirar al fondo sin perder los detalles y cómo muchas veces vemos sin mirar, estamos con los ojos abiertos pero como ciegos, la tormenta como signo de esto, la imagen del lago cristalino como signo de poder mirar el fondo sin perderse los detalles y vamos a tratar de descubrir cómo se hace en medio de los conflictos, de las dificultades, de las situaciones que nos aprietan, poder presentarle al Señor el problema y confiar como María en que Dios hace lo que a nosotros nos resulta imposible, en definitiva nos vamos a encontrar con la oración de intercesión de María, ella es capaz de adelantar los tiempos de la promesa, es lo que hace en las Bodas de Caná.
Lo primero en esta imagen que nos regala el Evangelio de Juan 2, 1-11 es encontrarnos con María pacificando desde el compromiso con el amor, desde la búsqueda y el encuentro con la necesidad del otro. Hay una boda, en el tiempo judío las bodas duraban días, en el comienzo de la misma se acaba un elemento clave, el vino, sin vino no hay boda, María está percibiendo que esto va a ocurrir y le advierte a Jesús. Desde dónde advierte María, desde la sensibilidad de encuentro con la necesidad de los novios, desde la discreción de una mirada que es capaz de captar de que si no se apuran los tiempos de la aparición de su Hijo capaz de adelantar en un signo la gracia de la redención significada en el vino, la fiesta que recién comienza se va a terminar.
Es un lugar de compromiso en el amor lo que hace que María se encuentre con la necesidad de los novios, de hecho cuando uno actúa de esta manera y sale de sí mismo, las tormentas, las sombras, las tristezas, las angustias, los dolores, las dificultades que cargamos a veces con demasiada pesadumbre se nos aligeran y se nos alivian y desde el lugar de la necesidad del otro somos capaces de encontrar, como el cireneo, en la carga de la cruz del hermano el alivio de la carga del propio peso, es que nos asociamos en un misterio de amor, desde la necesidad del otro y podemos ser portadores de la paz que brota de lo único capaz de pacificar el corazón humano, el amor, donde el corazón encuentra razones que no es capaz de descubrir a la luz de la misma razón. Lo que hace que la presencia de María comprometida con la necesidad del hermano sea un signo de pacificación a la angustia que genera la ausencia del vino para continuar con la fiesta es simplemente que hay un gesto de amor que puede mas que mil razones. Cuando nosotros en la vida nos encontramos con el amor, bajo cualquiera de las formas que aparezca, genuino, auténtico, legítimo, el que está previsto para nosotros, ese amor le da al corazón las razones que no le da ninguna razón y el corazón encuentra don de encajar. A la necesidad que los novios tienen hay un gesto que calma la tormenta, se acaba el vino, pero hay alguien que se dio cuenta. Cuando nuestras angustias, tristezas, dolores, pesares, las tormentas que tenemos del corazón, las compartimos con otros, cuando abrimos la boca, cuando otro se compromete con lo que nos pasa, aun cuando no tengamos la solución a la mano, encontramos el alivio de poder compartir la carga, es por eso que decimos que es el amor comprometido de María con la necesidad de los novios que acerca este mensaje de paz, ocurrió hace dos mil años y ocurre también ahora. La Madre de Dios que se acerca a vos a través de su radio, lee tus necesidades, entiende tu dolor, sabe de tus búsquedas, comprende lo que te falta, entiende como una madre dónde están tus preguntas y cuáles son las expectativas de respuesta que hay a tus preguntas de fondo de corazón en tu vida. María se acerca como se acercó a los novios para decirle hoy a Jesús el vino que te falta, el vino de la alegría, del gozo, de la calma, del compartir, el vino que libera, el vino que transforma, eso que le da sentido a tu vida, el vino del sentido, la venida del nuevo tiempo que estas esperando. María se lo dice hoy a Jesús, te mira, te contempla, dejate mirar por ella. Si los novios pudieron encontrar de parte de María una mirada que descubriera su necesidad es porque estaban abiertos a esta mirada, porque María, la invitada a la boda junto a su Hijo, era amiga, era compañera, era cercana, así está la Madre de Dios hoy, cercana a vos, amiga tuya, compañera de camino, María ve y descubre, pero su mirada es una mirada comprometida, se hace inmediatamente intercesión, no tienen vino, no tienen alegría, no tienen trabajo, en su corazón hay tristeza, tiene una pregunta, no tiene respuesta, tiene una búsqueda, hay para adelante un horizonte pero no se anima a caminarlo, María dice todo esto que ocurre en lo hondo, en lo profundo de tu corazón, a ella no se le pierde detalle, mira en lo profundo y a eso nos invita a nosotros en el trato entre nosotros, a tomar de su mirada, no solamente a dejarnos mirar por ella y que ella interceda por nuestras necesidades sino a dejarnos contagiar por la mirada Mariana, desde una mirada que ve el fondo y no pierde detalle. María nos invita a nosotros a compartir ese modo de ver la vida.
Esta es la mirada que Dios nos pide a nosotros en este tiempo, que seamos capaces de mirar la historia hasta el fondo, hasta lo profundo sin perdernos de los detalles simples, esto lo hace quien tiene el corazón pacificado, el signo de que María tiene el corazón en paz es que ella permaneciendo en el corazón de la necesidad de los hermanos y vinculada a ellos en alianza de amor, a los novios en este caso, o a tu vida no se le pierde detalle, en este caso no tiene vino, que para nosotros puede significar en el aquí y ahora muchas cosas, no tiene paz, tienen temor, no tienen confianza, sus piernas tiemblan, su corazón se agita, esto que nos pasa interiormente María lo ve y ve porqué nos pasa lo que nos pasa, esta Madre que ve el fondo y a quien no se le pierde detalle nos invita a nosotros a mirar de la misma manera, a dejarnos contagiar de su mirada.
Hay una imagen que puede ayudarnos a entender esto de mirar el fondo, sin perder detalle, la mirada que María nos invita a contemplar la realidad, es la mirada que podemos tener sobre un agua mansa, transparente, tranquila sobre algunos ríos donde vos te paras arriba y desde allí ves los peces, las piedras, la arena, también la basurita que pasa por abajo, es distinta esta mirada que tenemos sobre el agua mansa y reposada a aquella que surge en medio de una tormenta. Cuando el agua es cristalina vemos el fondo y no se nos pierden detalles, en medio de la tormenta andamos con la mirada abarrotada, mirando para un lugar y para otro como desconfiando, sin terminar de reposar la mirada en un lugar, en un punto donde la mirada descanse, la mirada que María nos acerca en este Evangelio y con la que nos invita a comprometernos pacíficamente en compromiso con la necesidad de los hermanos es esta mirada del agua cristalina, sería bueno que nosotros para entender cómo somos invitados a mirar nos detengamos por un instante sobre el paisaje interior de un lago, de un río, de un arroyo donde el agua reposa y esta limpia, miremos el fondo, imaginemos qué hay en ese lugar, cuánta vida se esconde en ese espacio, detengámonos en los detalles de los peces, de las piedras, veamos cómo a pesar de la profundidad no se nos pierde lo que allí en el fondo está depositado, miremos así y dejemos que el corazón en esa mirada del agua transparente, cristalina, reposada, pueda animarse a recuperar la paz que no le da las tormentas, ni las agitaciones, ni los temores, ni las incertidumbres. La de María es una mirada transparente, que ve el fondo y a la que no se le pierde detalle, es desde ese lugar donde ella comunica paz en su mirar, la paz de María nos viene de su modo de mirar y contemplar la realidad. Cuánta incertidumbre habrá ganado el corazón de los novios, María que ve lo que pasa sabe donde esta la respuesta, porque mira al fondo de la historia y se encuentra con aquel que sabe que puede en donde todo resulta imposible. Allí se detiene María y le pregunta a Jesús lo que ocurre, una noticia, no tienen vino, esto es decir la fiesta se acaba antes de tiempo. María se vincula a Jesús confiándole el dolor que nace de su corazón comprometido con el dolor de los hermanos, porque ha visto hasta lo mas profundo de lo que les ocurre, cómo es que María se presenta delante de Jesús y como nos presenta a nosotros en este tiempo delante de Jesús para adelantar la promesa.
Cuando la mirada es clara, transparente, cuando se ve el fondo y no se pierden los detalles, cuando nos animamos a detenernos frente a la vida y lo hacemos con actitud con actitud de compromiso, frente a los demás nos empezamos a encontrar con historias dolorosas , tanto como pueden ser las nuestras, qué se hace con esto, veamos lo que hizo María porque se encontró con el dolor de los novios como se encuentra con la historia dolorosa de cada uno de nosotros, cuando nos acerca esa mirada suya transparente y a la que nos invita ella a contagiarnos de la misma para compartirla con los demás, pero qué hizo ella cuando se encontró con esto, lo entregó a Jesús, Jesús dice mi hora no ha llegado todavía, es la hora de su pascua, el único que puede terminar con las angustias, los dolores, las tristezas, los agobios, los sin sentido, las oscuridades y las sombras, lo que interiormente no podemos, lo que nos aplasta, es aquel que ha venido a vencer con el vino que brota de su costado abierto en la cruz toda muerte y a liberarnos de toda opresión. Mi hora no ha llegado dice Jesús, esta diciendo mi pascua no ha llegado, qué hace María cuando Jesús le presenta esto, confía en que el Hijo adelantará la pascua. En realidad en las Bodas de Caná lo que ocurre es que Jesús ha adelantado la pascua, ha ofrecido el vino de su propia vida simbólicamente representado en la alianza de los novios, ha adelantado la alianza, la alianza que es un pacto de amor nuevo entre Dios y los hombres. Cuando María le presenta a Jesús la necesidad de los novios y Jesús dice qué tenemos que ver nosotros si esta no es mi hora, la confianza y la entrega de María confiada a Jesús “Hagan lo que él les diga” hace que el tiempo se adelante.
Cuando nosotros nos encontramos con algunos aspectos de nuestra historia difíciles, como esto que se acaba el vino en la boda o que nos queda poco trecho para sobrellevar lo que nos toca, cualquiera sea la parte de la historia que se nos presenta un poco complicada, decimos ahora qué hago con esta situación que no está en mi resolverla, qué hago con esta enfermedad, qué hago con la impotencia que me genera la situación con la que hoy se encuentra mi vida matrimonial que a pesar de los intentos no encontramos los modos para resolver lo que nos pasa, qué hago, confía con ella, adelantá la hora con María desde la confianza, la hora de Jesús, el tiempo de Jesús para tu vida. A esto le llamamos kairos, es la manifestación de Dios en la propia historia, en el propio tiempo, ahí donde la vida se juega todos los días, en el minuto justo en el que en este momento está pasando tu historia. Cuando uno confía al modo de María en que Dios se hará presente en la propia historia más allá de las condiciones en las que nos encontramos, Dios se hace presente porque es fiel y al clamor de sus hijos Dios responde con su presencia. Dios da más de lo que nuestro propio corazón entiende que puede recibir, Dios es siempre más y Él dándose y entregándose a nosotros nos invita a entrar en la dinámica suya que es de ofrenda, de entrega, que ya está presente en el corazón de su Madre pero que en las dimensiones que él nos invita a vivirlo superan aquello que la Madre muestra como signo, que nos vincula con el que todo lo puede por el amor con el que se entrega, seiscientos litros de vino, había como para tres fiestas de novios, así es Dios cuando lo invitamos a que venga a nuestro tiempo, abrí los ojos, el corazón, abrí tu mente, tu expectativa, esa fe expectante a la que somos invitados a vincularnos con el Dios que no solamente puede sacarnos para salir de las situaciones difíciles sino que se da en sobreabundancia como un manantial de vida que brota hasta la eternidad, así se da Dios, es sobreabundante su amor, es inmenso, es más grande de lo que el corazón humano está dispuesto a entender, por eso con la gracia de la presencia de Dios en la propia historia viene la gracia de elevar nuestra propia naturaleza para entender al Dios que a nuestra propia razón y a nuestro pobre corazón le resultan incomprensibles, es el don de la fe el que nos vincula con el Dios que puede lo imposible y mas de lo que nos imaginamos y podemos llegar a entender.
Padre Javier Soteras
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