13/10/2017 – En el fin de semana en que celebramos el día de la Madre, el P. Ángel Rossi tomó una reflexión del P. Eduardo Casas para compartir a modo de homenaje. “Celebramos a todas las mamis y todas las formas de maternidad que no sólo es dar a luz” comentó y puso como ejemplo la maternidad de las abuelas, la maternidad de quienes no pueden tener hijos y han adoptado, la de las madres mayores que cuidan de sus hermanitas, la maternidad de las religiosas que han ofrendado la posibilidad de ser mamás físicamente para hacerse cargo de enfermos y niños y tanta gente que se cobija en su maternidad.
“Madre es una mujer que es madre y es escuela. Cuando uno es niño la madre es la primer escuela de todo, aprendemos a partir de las necesidades que nos sostienen en la existencia. Con la mamá aprendemos a dormir, a comer, a jugar, a bañarnos, a sonreír a hablar, a pedir… la madre se convierte en la primera y más importante de las escuelas. Hay que pasar por muchos años de aulas, de libros, de exámenes, profesores y títulos para poder valorar esas simples enseñanzas de nuestras madres, valores, actitudes y silencios de aquella sabiduría que ninguna graduación ni ninguna universidad nos pueden dar” comentó el sacerdote jesuita.
“Toda madre nos enseña que frente a Dios siempre somos niños y que necesitamos aprender y a reaprender todo. La madre es la primera escuela de la vida y la primera escuela de la fe. La infancia pasa rápido y nos cuesta mucho volver a aprender el secreto de ese paraíso secreto de la niñez”.
“Cuando la compañía de la madre ya no es física aparece el ritual de otra presencia, no menos continua ni intensa, y el diálogo se retoma como si nunca se hubiera cortado entonces nuestros pedidos de ayuda y protección se hacen más insistencias.
Nuestros amores del cielo siempre nos recorren y nos acompañan, nunca nos dejan sino que vigilan nuestros sueños. La muerte es una excusa para hacernos más íntimos y más cercanos, no nos separa sino que curiosamente nos une más, no nos distancia sino que nos aproxima, no es el sueño sino el despertar, no es irse sino un permanecer. Sólo hay que esperar y luego se dará la fiesta del reencuentro, ese beso esperado y anhelado”.
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