Los animales viven con los instintos que heredan y aprenden en las primeras semanas o meses de su existencia desarrollan lisa y llanamente. Nosotros no, y tenemos que aprender tantas cosas! ¡ y tenemos tantos riesgos de equivocarnos! ¡y hay tantas vidas posibles, y solo una es la alternativa! Y nos quedamos a veces prendados de las otras vidas que no hemos vivido. Y es el desafío de la especie humana, creo yo.
El aburrimiento es uno de los tantos síntomas, de los tantos signos que tienen que ver creo yo con una señal de alarma respecto de la vida que estamos viviendo –o al menos el modo en que estamos viviendo la vida que nos ha tocado, que supimos construir, la vida por la que optamos en definitiva, porque en última instancia somos lo que elegimos – Personalmente, es un signo que me preocupa mucho
Algunos momentos de aburrimiento en la vida son normales, sanos. Pero otra cosa es vivir ‘una vida aburrida’.
“El aburrimiento es la máscara del odio” dice un psicólogo. Por eso, un ser humano aburrido es preocupante. Es una alarma a la que la sociedad de hoy no le da mucha importancia porque está acostumbrada a comprar en algún supermercado algún tapa-aburrimiento.
Pero el aburrimiento es no poder encontrarle el gusto, el gozo a la vida, el no reconocer su sabor, su sustancia. Es necesario entonces encontrar algún estímulo. Y buscamos estímulos generalmente costosos, de esos estímulos que se compran solo con dinero, y que generalmente nos tapan el aburrimiento y nos dejan luego con un sin sabor más grande, porque en vez de ‘des-cubrir’, ‘cubrimos’, y nos quedamos sin hacer el ejercicio de aprender a valorar algo que valga la pena, que nos deje una sensación de existente y no de sobreviviente.
Dios nos ha regalado la vida, y por esa característica que tenemos los seres humanos –mucho más que otras especies- de disfrutarla, de descubrirla, de honrarla, y al mismo tiempo la posibilidad de ignorarla, vaciarla, o impregnarla de un sabor gris y de vacío tremendo.
El aburrimiento es una posibilidad de aprender a vivir.
Dufner? Escribió un poema que empieza diciendo:
“El camino es adherir corporalmente a Dios. En este camino hace falta aprender, ejercitarse. La primera lección en esta escuela de vida es: ama a tu piel. La segunda lección, ama con tu piel. La tercera lección, ama sin piel. La cuarta lección, haz de tu piel, oración. La quinta lección; sé solo oración”
“El camino es adherir corporalmente a Dios. En este camino hace falta aprender, ejercitarse. La primera lección en esta escuela de vida es: ama a tu piel (la infancia). La segunda lección, ama con tu piel (la adolescencia y juventud). La tercera lección, ama sin piel (la crisis , la madurez). La cuarta lección, haz de tu piel, oración (vida beatífica). La quinta lección; sé solo oración (casi se diría la vida mística)”
No… Permanecer y transcurrir , no es perdurar, no es existir ni honrar la vida Hay tantas maneras de no ser , tanta conciencia sin saber adormecida.
Merecer la vida no es callar ni consentir tantas injusticias repetidas Es una virtud, es dignidad y es la actitud de identidad nas definida. Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir Por que no es lo mismo que vivir Honrar la vida.
No… Permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad enceguecida Merecer la vida es erguirse vertical mas alla del mal, de las caidas.
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida. Eso de durar y transcurrir no nos da el derecho a presumir Por que no es lo mismo que vivir honrar la vida.
El fundador de la bioenergética (disciplina que estudia la forma de recuperar la energía que subyace en nuestro propio organismo y en nuestra propia psiquis y aprender a administrarla) compara al hombre físicamente sano con un árbol hondamente enraizado en la tierra cuyas ramas se extienden generosamente hacia el cielo.
Thomas Merton, un religioso benedictino, dice así: “este árbol que es el hombre, entona la alabanza a
de Dios hundiendo y desplegando sus raíces en la tierra, elevando sus ramas hacia el aire y la luz, y lo hace de una manera como ningún otro árbol lo ha hecho antes ni lo hará después de él”.
De alguna manera, esta imagen también la trae Jesús cuando compara el Reino de los cielos con la semilla de mostaza que ‘se hunde’ y se hace árbol frondoso. No habla de las raíces pero da cuenta de ellas por la frondosidad del follaje que suponen raíces profundas.
La pregunta es ¿qué nos sostiene en la vida? ¿qué nos nutre?. Esto tiene que ver con el aburrimiento, porque el aburrimiento es una experiencia de vacío, de sin sabor, de tedio, que nos entrampa.
Por contraposición a lo que nos está nutriendo podemos preguntarnos ¿qué nos está distrayendo? Si escuchamos lo que nos dice nuestro corazón en su interioridad más honda, y en la interioridad de las personas con las que vivimos, trabajamos, si detectamos en nosotros mismos ese anhelo de algo que brinde sustento, firmeza, ese anhelo de apoyo que son las raíces, de sentido, de savia, en un mundo que es bastante caótico, si alcanzamos a percibir aunque mas no sea como un susurro el grito clamoroso del espíritu humano que pide darle un sentido a la vida, si escuchamos nuestro corazón cuando hacemos elecciones, son todas cosas que nos pregunta la raíz. Pero al mismo tiempo, desde las ramas de nuestra existencia, desde ese despliegue hacia el cielo, hacia lo superior, ¿tenemos vislumbre de lo eterno? ¿tenemos la sensación de ser parte de algo mayor? Porque si el árbol se da cuenta –y por eso despliega sus ramas con tanta generosidad y con tanta entrega, tanto como pierde las hojas en tiempo de otoño, se despoja de su belleza, lo que se muestra, lo externo, necesariamente, para afianzarse en su hondura, para nutrir la raíz con los nutrientes de la tierra, ¿nos sentimos parte nosotros de algo que es superior?
El aburrimiento tiene que ver muchas veces con una especie de aislamiento, de encierro, de un no encontrar dentro de nosotros mismos, lo que nutre y da sabor a la vida. Entonces es necesario, quizá al descubrirnos parte de algo mayor, relativizar lo que aparentemente nos sustenta, nos nutre, pero que en realidad no es así. Relativizar el prestigio, el éxito, la riqueza, porque eso no es un fundamento para hacer descansar nuestra vida. Eso no nos brinda seguridad ni sostén.
Por eso el aburrimiento es una alarma, una señal muy sabia de la vida, de que quizá hemos errado el camino, que hemos buscado echar raíces donde la tierra no tiene hondura para sostenernos.
Casi, casi nada me resulta pasajero. Todo prende de mis sueños Y se acoplan en mi espalda y asi subo muy tranquilo la colina de la vida Nunca me creo en la cima o en la gloria Eso es un gran fantasma Creado por generaciones, pasará atascado en el umbral de la vida La realidad duerme sola en un entierro y camina triste por el sueño del mas bueno La realidad baila sola en la mentira Y en un bolsillo tiene amor y alegria Un dios de fantasia la guerra y la poesia Tengo de todo para ver y creer para obviar y querer Y veces me encuentro, solitario llorando en el umbral de la vida Busco hacer pie en un mundo al revés, busco algún buen amigo Para que no me atrapen algún dia temiendo hallarla muerta a la vida.
Tener la experiencia de estar rodeado –porque el aburrimiento tiene mucho sabor amargo de soledad-, la experiencia de estar sostenido –porque el aburrimiento es un agujero en el cual sentimos que la existencia cae- y la experiencia de estar nutrido, interpelado –porque la realidad nos llama, nos convoca-, el sentir que estamos en un mundo más grande y mas amplio que el mundillo inmediato en el cual vivimos y nos movemos.
En este mundo caótico que estamos viviendo, hay una tendencia al aislamiento. Cada vez mas prolifera la industria del confort doméstico, al caer la tarde las ciudades se van convirtiendo cada vez más en ámbitos desérticos donde cunde muchas veces la inseguridad y el delito, el fenómeno de los cuntris, las casas con muros cada vez más altos, ritmos de trabajo cada vez más extenuantes, la vida social se va empobreciendo, los lugares públicos se van vaciando, van perdiendo contenido, los ‘no lugares’, es decir, lugares que no son posibles de ser habitados, se podría decir las ‘no palabras’, palabras que no alcanzamos a habitar, los shopings, lugares siempre de tránsito, donde de alguna manera está todo diagramado para un recorrido –el marketing nos hace creer que nos están ‘proponiendo’, y muchas veces más que una propuesta es una predeterminación que entra por el lado de lo inconciente, es decir, hace una manipulación-.
Todo esto hace que cada vez nos sintamos menos sostenidos, menos rodeados. Y la experiencia fundamental para combatir el aburrimiento es abrirse, igual que el grano de trigo cuando muere, se desintegra bajo la tierra y empieza luego a sacar brotes a la luz, y se da cuenta que hay un mundo más grande, más amplio en el cual vivimos, existimos y somos, que es Dios.
Un conocido psicólogo, Jung, en el libro “El hombre y sus símbolos” dice: “cuando se comprende y se siente que ya en esta vida se está conectado a lo infinito, cambian los deseos y actitudes. Por último, se vivirá en razón de lo esencial. Si no se tiene lo esencial, la vida estará desperdiciada”. Es muy triste conocer gente que promediando la vida o entrando en la vida madura, miran hacia atrás y sienten que han desperdiciado la vida poniendo su expectativa en cosas efímeras, pasajeras, superficiales, frívolas y vanas. “…vanidad de vanidades…”.
Quizá sea necesario entonces restarle peso a algunas cosas que pensamos valen la pena, y comenzar a ponerle densidad esencial a las cosas que aparentemente nosotros sentíamos que estaban dadas.
La capacidad de gozar de las cosas implica una actitud de relajación, de atención cariñosa, a eso que la vida pone por delante. Si estamos tensos, ansiosos, inquietos, con el cuerpo lleno de resistencia, siempre con la cabeza en otra parte, pelando papas y pensando en los impuestos, es imposible aunarnos en nosotros mismos y darle importancia a lo que tenemos frente a nosotros. Y hay una sensación continua de inquietud que no nos permite valorar nada. Es como si siempre estuviéramos esperando otra cosa o deseando algo que nunca llega. Y eso desnutre y vacía profundamente la psiquis humana. Todo lo que nos rodea parece poco al lado de las insatisfacciones y necesidades que bullen permanentemente en nosotros. En el fondo casi se diría que es un problema de orgullo: es como pensar que yo soy tan importante que solo estoy hecho para estas cosas importantes y llamativas, y las cosas simples son pequeñas para alguien tan importante como yo. Y ese orgullo que a veces hasta se disfraza de espiritualidad, porque todo es tan pequeño al lado de Dios, ese orgullo no termina de captar la esencia de las parábolas, de muchas imágenes simples que Jesús utiliza para describir el reino de los cielos: la sal, que le da sabor a la comida; la levadura que hace crecer la masa, la luz de una candela, el niño y los pañales, el grano que cae en tierra y muere, la semilla de mostaza… son todas imágenes muy pequeñas, muy domésticas, cotidianas. Cuando somos incapaces de vivir felices con las pequeñas cosas de la vida, porque de alguna manera sentimos que estamos hechos para cosas mas estimulantes, o mas importantes, caemos en una actitud de orgullo y de ignorancia respecto de las grandes virtudes de la Biblia y de la vida. Y nuestras raíces se van achicando porque subestiman los nutrientes de nuestra tierra, subestiman la tierra en la que hemos sido sembrados.
Y Dios espera que nos entreguemos con humildad y entusiasmo a esa corriente de vida y de profundidad que hay en medio de lo cotidiano, sin pretender mucho mas que eso. ¡Como si el aburrimiento tuviera que ver con la humildad! Quizá se trate de mirar alrededor, pedirle a Dios que “corra el velo” de nuestras pretensiones, y ser capaces de decir: con lo que me rodea, ya es mucho. Después de todo, el Redentor fue mucho en medio de un entorno ¡tan precario!
Esta es la canción que canto cada mañana al despertar, Para agradecerle al Cielo la gentileza de un nuevo día, es decir, de una nueva oportunidad. Porque siempre se puede empezar de nuevo, En una eternidad siempre se puede empezar de nuevo, Y esto es tan cierto como que el paraiso no está perdido sino olvidado.
Este es un nuevo día, Para empezar de nuevo,Para buscar al ángel, Que me crece los sueños. Para cantar, Para reir, Para volver a ser feliz
Todos nacemos con un ángel de la guarda, pero pocos lo conservamos, Hay quien prefiere un sicoanalista. Todos tenemos una conciencia, pero pocos la escuchamos, Hay quien prefiere la televisión. Todos somos ricos, es decir hijos de Dios, pero pocos lo sabemos,
Perdona hermano que yo no entienda que no seas feliz en tan bello planeta, que hayas hecho un cementerio de esta tierra, donde está toda la vida, que es una fiesta. Tienes un corazón, un cerebro, Un alma, un espíritu, Entonces ¿como puedes sentirte pobre y desdichado.?
En este nuevo día, Yo dejaré al espejo, Y trataré de ser, Por fin un hombre nuevo, De cara al Sol, caminaré, y con la Luna volaré.
Ahora mismo le puedes decir basta a la mujer que ya no te gusta, Al hombre que ya no amas, Al trabajo que odias, A las cosas que te encadenan a la tarjeta de crédito, A los noticieros que te envenenan desde la mañana y desde el helicóptero, A los que quieren dirigir tu vida.
Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, Porque la vida es aquí y ahora mismo, Por eso: Este es un nuevo día,Para empezar de nuevo, Para buscar al ángel,Que nos crece los sueños. Para cantar,Para reir,Para volver A ser feliz Si Señor.
Me voy a permitir, en el siguiente texto de Facundo Cabral, cambiar la palabra “deprimido” por “aburrido”
No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea: Delfines, bosques, mares, montañas, ríos. No caigas en lo que cayó tu hermano, que sufre por un ser humano cuando en el mundo hay 5,600 millones.
Además, no es tan malo vivir solo. Yo la paso bien, decidiendo a cada instante lo que quiero hacer, y gracias a la soledad me conozco; algo fundamental para vivir.
No caigas en lo que cayó tu padre, que se siente viejo porque tiene 70 años, olvidando que Moisés dirigía el éxodo a los 80 y Rubistein interpretaba como nadie a Chopin a los 90. Sólo citar dos casos conocidos.
No estás deprimido, estás distraído, por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un sólo pelo de tu cabeza por lo tanto no puedes ser dueño de nada.
Además la vida no te quita cosas, te libera de cosas. Te aliviana para que vueles más alto, para que alcances la plenitud. De la cuna a la tumba es una escuela, por eso lo que llamas problemas son lecciones. No perdiste a nadie, el que murió simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón. ¿Quién podría decir que Jesús está muerto? No hay muerte: hay mudanza. Y del otro lado te espera gente maravillosa: Gandhi, Michelángelo, Whitman, San Agustín, la Madre Teresa, tu abuela y mi madre, que creía que la pobreza está más cerca del amor, porque el dinero nos distrae con demasiadas cosas, y nos aleja por que nos hace desconfiados.
Haz sólo lo que amas y serás feliz, y el que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible. Y sin esfuerzo porque te mueve la fuerza natural de la vida, la que me levantó cuando se cayó el avión con mi mujer y mi hija; la que me mantuvo vivo cuando los médicos me diagnosticaban 3 ó 4 meses de vida. Dios te puso un ser humano a cargo, y eres tú mismo. A ti debes hacerte libre y feliz, después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús: "Amarás al prójimo como a ti mismo".
Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios; y decide ahora mismo ser feliz porque la felicidad es una adquisición.
Además, la felicidad no es un derecho sino un deber porque si no eres feliz, estás amargando a todo el barrio. Un sólo hombre que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mando matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera, el chocolate de la Perusa, la baguette francesa, los tacos mexicanos, el vino chileno, los mares y los ríos, el fútbol de los brasileros, Las Mil y Una Noches, la Divina Comedia, el Quijote, el Pedro Páramo, los boleros de Manzanero y las poesías de Whitman, Mäiller, Mozart, Chopin, Beethoven, Caraballo, Rembrandt, Velásquez, Picasso y Tamayo, entre tantas maravillas.
Y si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas y las dos son buenas; si te gana, te libera del cuerpo que es tan molesto: tengo hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas… y si le ganas, serás más humilde, más agradecido, por lo tanto, fácilmente feliz. Libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad, y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente como debe ser.
No estás deprimido, estás desocupado. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos, y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medidas.
Ama hasta convertirte en lo amado, más aún hasta convertirte en el mismísimo amor. Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso, una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruyan hay millones de caricias, que alimentan la vida.
Pocas cosas tan bellas he recibido como estas palabras, que me parecen salidas no sólo de un alma buena, pero sobre todo muy humana. Ojalá y lo disfrutes tanto como yo y ojalá y todos los practiquemos. ¡A vivir se ha dicho! Y ¡Menos quejas! ¿No crees?
Esto que objeta, esto que interpela, esto que de alguna manera nos “condena al entretenimiento”, esta tiranía del entretenimiento que se ha impuesto en nuestro actual sistema, está muchas veces en nuestra misma mente. Es como si hubiera un dictador que nos exigiera estar divertidos. Y termina siendo una verdadera disociación de nuestro propio ser.
Es como un ordenador biológico: cuando nacemos nuestra mente está totalmente vacía. No hay charlatanería en nuestra mente. Y nuestra piel es como una gran ‘pantalla de recepción de datos’, y por eso el bebé disfruta todo. Recordemos por ejemplo el disfrute del bebé cuando lo bañan: al primer contacto con el agua parece asustarse, pero luego disfruta plenamente esto que le evoca su vida intrauterina. Y todos disfrutamos viendo su júbilo.
Creo que esta sensación, estas experiencias, están hoy dentro nuestro. Sería bueno que nos metiéramos en una bañera con la capacidad fresca de poder percibir esos dones que la vida nos da en nuestra propia piel, en nuestra propia psiquis. Pero bueno: nuestra mente se va cargando con mucha información, y comienza a actuar ese ordenador biológico que es de la mejor calidad, y entonces comenzamos a llenar nuestra mente de información.
Cuando queremos recordar, generalmente recordamos hasta los 3 o 4 años, y de allí para atrás es como que no recordamos nada. Son todas sensaciones cinestésicas, es decir, de piel. No tienen nombres ni conceptos, son todas sensaciones.
La mente sigue recogiendo datos, y una vez que se forma, a los 3 o 4 años, en el colegio, los vecinos, los familiares, la sociedad, la moral, las propagandas, la televisión… comienzan a formar en nuestra mente una especie de biblioteca, de enciclopedia, y la van formateando. Y desde que la mente comienza a funcionar, no para nunca, ni de día ni de noche.
Y es bueno preguntarnos de pronto –y esto es un aporte de la meditación- si solamente soy mi mente, con toda esa ‘cháchara’ permanente que funciona, con todo ese contenido que de alguna manera me han ido poniendo y he ido adquiriendo. ¿No hay algo más que esa mente? Y cuando esa mente me dice “estás aburrido”, “esto no entretiene”, es bueno preguntarle si no hay posibilidad de disfrutar, observar, sentir las cosas que nos rodean con algo más que no sea nuestra mente. Desconectar nuestros sentidos de todo lo que nuestra mente considera que es respetable, positivo. La mente se va llenando de conceptos, de palabras, de pensamientos, y no se puede prender y apagar como si fuera una computadora, porque no tiene interruptor, y no existe posibilidad de apagarla cuando dormimos, porque sigue nuestra mente procesando cosas. Nos sorprendemos cuando comenzamos a observar ese proceso.
Si sacamos el cerebro del cráneo –dicen algunos- y lo mantenemos vivo por medios mecánicos, aunque no esté conectado al cuerpo, sigue soñando, sigue pensando de alguna manera, sigue imaginando, teniendo miedos, proyectos, esperanzas, sigue intentando hacer esto o aquello sin conciencia de que ya no puede hacer nada. Es una idea muy extendida en ambientes científicos ver de qué manera se puede mantener vivo un cerebro como el de Einstein por ejemplo, para que siga produciendo cosas.
Pero evidentemente tenemos que desconectar un poco esa máquina, esa cháchara que es toda esa información que tenemos, y conectarnos nuevamente a otro tipo de vivencias. Quizá las que nos transmite nuestra piel, quizá la que nos informa nuestra alma. Aprender a detener y relajar un poco nuestra mente, aprender a parar para de esa manera conectarnos con otras fuentes que nos nutran, nos alimenten, que nos enseñen a disfrutar.
Somos cuerpo, y verdaderamente no hay vida que no esté fuera de nuestro cuerpo. Esa sensación de ser una mente desconectada de nuestro cuerpo, en realidad es una sensación muy propia del stress, y puede llegar a tener características serias.
Los ritos son búsquedas de sentido que hacemos integralmente, con todo nuestro cuerpo, de lo que a veces estamos muy desvinculados. Hay algunos ritos que podemos hacer a diario para tomar contacto no solo con la mente sino con nuestro cuerpo íntegro, con toda la vida que nos rodea.
Muchas veces, la gran cantidad de cosas que esperan ser hechas, la gran demanda, el peso del deber , aunque los “tengo que…” sean agradables, sean elegidos, el solo hecho de que sean un deber continuo termina agobiando.
Quiero invitarles a escuchar la letra de una canción que tiene que ver, creo yo, con una de las raíces más profundas del aburrimiento, y es la falta de contacto. Empezamos a aburrirnos cuando perdemos contacto con las cosas. Hay una civilización ansiosa, pretensiosa, que está por llevarnos al borde del contacto ambiental, que está buscando la esencia de la vida en el afuera, en la conquista, en el consumo, en la posesión, en la riqueza, en el poder. Esa civilización mira otras civilizaciones que yo diría escriben de esta manera su concepción de la vida –de la manera en que la vamos a escuchar ahora-, las mira, y les dice “son vagos, son perezosos, son lentos”. Y en realidad estas otras civilizaciones, que tienen que ver con pueblos primitivos, con la conciencia de la vida que tienen los desheredados, tiene que ver con los pobres, perciben la vida en otro ritmo, con otras claves, y perciben la belleza en otros lugares.
Dicen que soy de solo estar fui apagándome como la luz lenta y azul de un atardecer
piensan que estoy secando el sol de la soledad, que por estar en mi raíz yo no crezco mas.
Es que yo soy ese que soy, el mismo no mas, fruto que va secandose en la eternidad
.Si es por saber de donde soy: soy de animana...
Sepan los que no han sabido que no estoy de solo estar
que estoy parado en el grito bagualero de puyai
Si yo me voy conmigo ira todo lo que soy. Lejos de aquí, lejos de mi, yo no sere yo
.Dejenme estar de solo estar viendo el sol nacer, yo quiero ver en mi pais el amanecer
Soy pa' durar como el maiz chipa y cereal. Soy pa' durar por que yo se pasar y pisar
si es por saber de saber de donde soy, soy de Animana
Obviamente, el autor le responde a alguien que le objeta su ‘estar estando’, disfrutando su estar estando.
Algunas investigaciones han dicho que nuestro organismo y nuestra mente, no está programada para el ritmo laboral que le ha impuesto nuestra sociedad. Hay un ritmo extremadamente monótono, no cíclico, chato, rutinario, que termina por sí solo produciendo una suerte de acostumbramiento, de inercia en nuestras mismas células, que nos hacen mal. Es una fuerte tendencia al aburrimiento.
Y eso es porque los hombres hemos vivido durante miles y miles de años en ritmos cíclicos: cuando entramos en la época de la siembra, cuando ya nos asentamos y descubrimos el ciclo, y las posibilidades de constituir sembradíos, trabajábamos arduamente en épocas de siembra, en épocas de cosecha, de sol a sol y descansábamos en el invierno, haciendo actividades mucho más relajadas. Cada período de trabajo tenía actividades marcadamente diferentes: una externas otras internas, unas de grandes cargas físicas, otras de gran trabajo intelectual con relatos, historias, actividad creadora de alguna manera.
Habría que tratar de alguna manera de otorgarle otro condimento a nuestra vida. A veces un pensamiento pesa más que un mundo –decía un filósofo-. Y yo lo asocio siempre al pensamiento del “tengo que”. En este sentido tenemos que hacer el ejercicio de dejar, que es también un mandato evangélico: el preocuparse por el hoy, y dejar que el mañana tenga su propio afán. Porque entonces tenemos que liberar esa energía que está enganchada en las preocupaciones, para poder disfrutar de las cosas que hoy sí puedo, quiero y debo hacer.
Si durante varios días seguidos nos sucede que no podemos detenernos en algo ni concentrarnos porque nos inquietan las cosas que tenemos que hacer después y que tenemos que acordarnos de hacer, comenzamos a descuidar lo que estamos viviendo, y entonces la ansiedad está ganando la batalla. Y la contracara de la ansiedad es muchas veces la depresión y el aburrimiento.
Lo mejor es volcar en un papel las cosas más importantes, urgentes y necesarias que no pueden olvidarse. Esa es una estrategia muy usada en este tiempo, porque es un descansar la mente en el papel. Es sacar algo de nuestra preocupación. En un segundo papel volcar las cosas importantes aunque no sean urgentes, pero que pueden esperar unos días. Ahí están las cosas que generalmente terminan generando mucho malestar en nuestro interior, porque sabemos que son necesarias y no les estamos dando el espacio: desde el cuento que le quiero leer a mis hijos, el diálogo que tengo pendiente con fulano, la visita al médico, la dieta que está esperando por mí, las hierbas aromáticas que quiero plantar en mi jardín. Ese tipo de cosas que para uno, personalmente, son importantes porque tienen que ver con el ‘gusto de vivir’. En una tercera lista, volcar las cosas que nos gustaría hacer pero que no son necesarias. Son sueños que se podrán convertir en meta, que quizá puedan esperar por mucho tiempo, pero que están ahí.
Y después, es lindo dedicar un espacio cada día a cada una de las listas. Y entonces liberarnos de esa rutina, de ese trabajo, de ese esfuerzo, y aprender a dejar para mañana lo que no podemos hacer hoy. Dejar ir, dejar partir, soltar, como el tiempo, gran maestro que suelta, deja ir a cada instante, el instante que pasó.
De tanto correr por la vida sin freno me olvidé que la vida se vive un momento De tanto querer ser en todo el primero me olvidé de vivir los detalles pequeños.
De tanto jugar con los sentimientos viviendo de aplausos envueltos en sueños De tanto gritar mis canciones al viento ya no soy como ayer, ya no se lo que siento
Me olvidé de vivir
De tanto cantarle al amor y la vida me quede sin amor una noche de un día De tanto jugar con quien yo más quería perdí sin querer lo mejor que tenía.
De tanto ocultar la verdad con mentiras me engañé sin saber que era yo quien perdía De tanto esperar, yo que nunca ofrecía hoy me toca llorar, yo que siempre reía.
De tanto correr por ganar tiempo al tiempo queriendo robarle a mis noches el sueño De tanto fracasos, de tantos intentos por querer descubrir cada día algo nuevo.
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