Navidad ¡Es Navidad!

jueves, 14 de enero de 2010
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25/12/2010 – “…Esto les servirá de señal: encontrarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…” ¡qué desproporción entre el anuncio y la señal!

    Ayer anunciábamos la Navidad. Hoy volvemos a nuestra vida diaria. Y nuestra mirada vuelve a encontrarse con los problemas de siempre. Y después de tantos años de repetirse esto, nos encontramos con el alma cansada, quizá desprovista de esta atmósfera mágica de la Navidad. Y ante esto, no podemos quizá sustraernos al temor, la duda, los miedos, y a la pregunta que sin duda a muchos nos surge: ¿qué sentido tiene toda esta fiesta navideña cuando uno vuelve a encontrarse de nuevo con estas realidades como gente que duerme en la calle, que tiene hambre… La dura realidad introduce una bofetada muy fuerte en esta atmósfera casi mágica de la Navidad. De alguita manera volvemos a experimentar entonces la desproporción entre ese anuncio de “una alegría muy grande”, que además es “para todos”, que además “es Alguien que va a venir a desatar esos nudos que nosotros no podemos desatar, a resolver los problemas que no podemos resolver, Alguien que viene a ensanchar la tienda de nuestras dificultades, de nuestros horizontes y de nuestros límites. Alguien que viene a ensanchar la puerta estrecha por la cual no podemos pasar, y que tal vez exige ‘cortarnos un brazo’, y no sabemos cómo ni por dónde empezar.
    Y ahí está otra vez la realidad cotidiana.
    Y tal vez nosotros no nos animamos a alegrarnos, con tal de no tener después que enfrentarnos de nuevo a la tristeza. Y entonces se sufre más. Es un mecanismo de lo más comprensible del corazón humano: no amar para no sufrir. Porque el amor, así como el gozo, me exponen. La alegría, igual que las lágrimas, nos dejan desnudos. Entonces, mas vale nos quedamos acorazados “tomando con pinzas” la Navidad: Sí, hay anuncio. Sí, hay alegría, sí, hay Salvador, pero…
    En realidad no es mi vida la que se acomoda a esa gran alegría sino que es la alegría la que se acomoda a mi vida.
    Los pastores tienen una vida muy sencilla, expectativas muy moderadas. Tienen un poquito de salud,  garantías de sobrevivencia. Expectativas a veces bastante mediocres y no usando el término agresivamente, porque –lo sabemos- gente pobre no puede soñar muy alto: si sueña muy alto, corre el riesgo de frustrarse. Cuando hay salud mental, hay una cierta proporción entre los sueños y las posibilidades. Pero a veces se introduce un factor de fantasía muy grande, y la persona, para poder resistir realidades muy duras, tiene sueños muy grandes.
    Pero en general, en esta época, lo común es la mediocridad de los sueños. Y es este un mecanismo de protección de la psiquis: ‘no tengamos sueños ni deseos muy grandes, porque…lo más probable es que nos frustremos’. Eso preocupa un poco. Los sueños de los jóvenes y adolescentes de hoy respecto del futuro son muy mediocres si los comparamos con los de décadas atrás, y ni siquiera están convencidos de estos sueños o metas. Y en cierto sentido es lógico: el ambiente está tan feo, que ¡para qué vamos a soñar si después los sueños fracasan!. En los medios aparece también este color gris.
    Y la primer ruptura la viene a hacer en esta Navidad este gran mensaje: “les vengo a anunciar una GRAN alegría” es decir, algo que supera la capacidad de nuestros sueños, supera nuestros límites. Algo que invade, inunda. Una alegría grande que va mas allá de las satisfacciones inmediatas y de las necesidades elementales. Y les digo esto porque uno recibe en la medida en que espera: así es la dinámica de la vida y de la Providencia.
    El de Dios es un viejo sueño, un gran anhelo. Y es grande porque tiene esta característica: es para todo el pueblo, porque se benefician muchos. Esta es la primer característica que tiene Dios cuando se acerca a nosotros. Es el mensaje que les da a los pastores: no se conformen con el ‘bien chiquito, individual’. No se confundan, que vida sencilla no significa vida mediocre. No se confundan, que no ser ambicioso no significa que no arda en el corazón el anhelo de la alegría. Ese sueño no se debe apagar. Y eso es lo que el ángel viene a comunicar a los pastores: ‘les vengo a anunciar esta gran alegría’  transmitida de generación en generación. El mismo mensaje hace que María exultante de gozo entone el magnificat: ¿Te acordás, prima, de este sueño enorme que parecía difícil de alcanzar? Pues, nos lo ha dicho el cielo: este sueño viene a hacerse realidad.    Esto es lo que el ángel sacude en los pastores.
    Pero lo verdaderamente escandaloso ya sea en Navidad como en pascua, es la desproporción entre entre el anuncio y la señal: ante  tan magnánimo anuncio, señal tan pobre, exige solamente una cosa: mucha fe.
    ¿qué hacen los pastores frente a la inmensidad del anuncio y la pequeñez de la señal? No dudan, no discuten. Van y ven. No entienden, pero escuchan en su corazón, y es el corazón el que les advierte que hay algo inverosímil en lo que está aconteciendo. Algo más grande que la inteligencia humana. Y creen en la sorpresa de Dios. Y ellos, con su actitud, nos están invitando a dar un paso.
Tengan el valor de creer, muévanse con el corazón, con la intuición, no con la razón, ni con la especulación. Muévanse con la fe.  Esta es la invitación que nos hacen los pastores.
    Ya en el Antiguo testamento se nos dice: “pongo ante ti el camino de la vida y el de la muerte. Escoge, pues, el de la vida, y vivirás tú y tu descendencia”
    A veces se nos hace muy difícil descubrir dónde está el camino de la vida en la realidad de hoy, en los problemas que estamos atravesando, en la relación con los demás, en nuestros vínculos, frente a nuestra relación personal con Dios. La realidad se torna compleja, y el hilo de la vida y de la muerte se tejen como en un ovillo, con nudos, y uno no sabe bien dónde está uno y dónde el otro. No se ve con esa claridad que en la Palabra se nos presenta: ‘he aquí vida’, ‘he aquí muerte’.
    Los pastores, entonces, nos enseñan a dar un paso, pero ¿hacia dónde? Ellos estaban en medio de la noche, la noche que para nosotros pueden significar las tinieblas de nuestra mente, nuestros miedos, nuestros problemas, nuestras realidades intrincadas. Y uno, en medio de la noche, puede creer que un anuncio así es un fantasma, una alucinación del corazón. Sabemos que el ámbito religioso está plagado de gente que huye del mundo y se refugia en lo religioso para no tener que vérselas y entreverarse con las complejidades de la vida. Pero también es cierto que muchas veces hacemos pasar por fantasmagórico por exceso de racionalismo lo que en realidad es una visita de la gracia, que puede ser también a través de este mensaje una visita a tu vida y a tu corazón. Dios puede estar queriendo decirte ‘dejá de racionalizar tantas cosas. Yo soy el Dios que de generación en generación despliega su misericordia en aquellos que me aman. Mirá que yo puedo desplegar la fuerza de mi brazo y dispersar la soberbia de mi corazón, puedo derribarte del trono donde te has subido y puedo elevarte si sos humilde’ Dios puede decirte a través de este mensaje que te invita y te espera en las significaciones que tiene el pesebre en navidad: achicate, hacete niño, confia, entregate a los brazos de tu Madre como lo hizo Jesús, dejá que ella te envuelva y te prepare para la hora de la entrega.
    Cuando el discernimiento se hace difícil e intrincado para descubrir cuál es el camino de la vida, la Iglesia nos ofrece un recurso –sobre todo en el discernimiento vocacional-. La Iglesia distingue entre lo ‘bueno’, lo ‘mejor’ y lo ‘mayor’. Lo bueno es lo bueno, y la mayoría de las personas podemos saber cuál es ese camino. Digamos, ni santo ni mediocre. Un cristiano comprometido, que no se involucra en situaciones deshonestas, pero que tampoco hace gran cosa: ni se arriesga, ni está dispuesto a entregas mayúsculas cuando las circunstancias se ponen difíciles.
    Lo mejor, es hacer lo que Dios quiere en cada momento, que no siempre es lo mayor. Y a veces nos es difícil también saber cuál es la voluntad de Dios. Podemos pedirle que se nos manifieste con claridad. Porque no se puede permanecer en estado crónico de indecisión. Y cuando El no se manifiesta claramente, es porque está esperando que nosotros hagamos la experiencia de la libertad.
    Y lo mayor, puede ser la radicalidad en el seguimiento de Jesús. Será dar un paso en la mayor opción es la fe, la esperanza y la caridad. Muchas veces es heroico. Y ante un gran acto de fe, de amor, de esperanza, Dios siempre sale de garantía. Es lo que Isabel le dice a María: “dichosa tú por haber creído”.
    Entonces, vayamos pues como los pastores: pongámonos de pie y caminemos. Quizá tengamos que hacerlo mucho tiempo en medio de la ‘noche’, y ‘noche de invierno’. Es necesario dejar nuestro ‘pequeño fueguito’ donde intentar mitigar nuestro frío, para buscar la ‘luz mayor’ de la fe.

Debes amar,la arcilla que va en tus manos,
debes amar,su arena hasta la locura
y si no,no la emprendas que será en vano.
Sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.

Debes amar el tiempo de los intentos,
debes amar la hora que nunca brilla
y si no, no pretendas tocar lo cierto.
Sólo el amor engendra la maravilla,
sólo el amor consigue encender lo muerto.
Sólo el amor engendra la maravilla.

    Esta constancia de mucha oscuridad hoy nos preocupa mucho. La guerra es siempre una oscuridad mayor y colectiva. La sociedad se corrompe, se lastima. Y además, las crisis políticas en las que se van perdiendo el sentido y las razones de estar juntos,  en nuestra propia comunidad las discordias y los conflictos. Son todas fragmentaciones y desgarramientos del tejido social que no se deben solamente a uno o a otro gesto criminal sino que presentan un índice de malestar muy grande. Y además se percibe como un fracaso, como que el hombre no puede hacer, no puede construir un habitat social feliz. Estos fenómenos terribles también son llamados tinieblas. Porque son fruto de ordenamientos equivocados, de falta de inteligencia, de falta de caridad, o de una concepción muy errada de lo que es el hombre. Por eso es necesario ‘ordenar, armar al hombre’ para ‘ordenar el mundo’. Claro que no se sabe cómo empezar, porque para rearmar al hombre también hay que rearmar las estructuras sociales.
    El desconocimiento que el hombre tiene de las condiciones de la vida y del desarrollo, son pecados individuales de la voluntad que repercuten en la sociedad toda, y viceversa. Hay mucha tiniebla en estye tiempo también fuera de nuestra vida, de nuestro corazón, y no podemos sustraernos a ella. El aire está impregnado de escepticismo. Frente a este panorama que se cierne con amenazas de devastación y destrucción que también preocupan mucho, otra vez las señales de Navidad. Esta señal de un Niño humilde, pobre. Es como si de pronto, la pulseada entre el camino de la vida y el de la muerte fuera de un lado un brazo enorme y robusto, fuerte y dominante: el de la tiniebla. Y del otro lado un bracito de Bebé recién nacido.
    Es evidente que nuestra razón nos va a decir: ‘alerta!, ¡no crean! ¡imposible! ¡no siga! ¡vuélvase, refúgiese, aíslese! ¡haga la suya! ¡sálvese quien pueda!’
    Todas estas voces están continuamente entorpeciendo el camino de la fe. No son muchas veces concientes. Vamos a  misa, decimos que creemos en Dios… pero después terminamos consultando al parapsicólogo, alimentando fórmulas mágicas, para que de alguna manera vengan en auxilio de este Niñito Dios algunos otros dioses. La gran tentación del hombre ha pasado siempre por acá: por el escándalo de queDios vence sin triunfar, o triunfa sin vencer. El gran escándalo de la cruz. La pobreza –verdadera riqueza-. La debilidad –la mayor fuerza-, la humildad –la mayor gloria-, un pesebre –el mejor palacio-, magos, reyes que descienden de su pedestal y se postran frente a un Niño nacido entre caca de animales.
    Es notable el escándalo de la Navidad tanto como el de la cruz.
    Si no sentimos el crujido de nuestra razón y de nuestra naturaleza para adecuarse a la propuesta que de aquí nos viene, es porque el mensaje de la Navidad no ha terminado de recorres nuestras resistencias.
    ¿cuáles son las señales, entonces, para esta Navidad? ¿Cómo podremos desearnos una feliz navidad si no interpretamos profundamente este mensaje? Esta señal de pobreza y humildad frente al negativísimo espectro de la vida y el escenario general de la humanidad parece realmente insignificante. Pero la fe nos hace ponernos del lado del Niño, hace que vayamos sumando nuestros temblorosos brazos. La fe es lo que pone una multitud de pesas en nuestra balanza entre la vida y la muerte que se cierne en este momento de la historia. ¿De qué lado estás? ¿sos capaz de actos mayores, heroicos si es necesario, para inclinar el bracito de Jesús sobre el pulso de la muerte?

    En matemática, si cambiamos el signo antes de un paréntesis, se cambia todo lo que está dentro de la ecuación. Los números son los mismos, pero todo cambia de sentido. Aquí también la realidad antes y después de Navidad, es la misma amenaza de guerra, los problemas, Sin embargo, un signo hace que cambie todo. Así como el signo en la matemática potencia todo lo negativo en positivo, si en nuestra vida hubo un signo y lo entendemos, si hubo una señal en esta Navidad que cambió, entonces el dolor se empapa de esperanza, la alegría se tiñe de moderación y suavidad, todo el trabajo es vivido como algo que construye ahora o después la casa donde vamos a morar.
    Cada uno, detengámonos a pensar: ¿qué signo concreto nos ha dado Jesús en esta Navidad, que nos invita a volver a creer? ¿qué signo concreto cambió la resta en suma manteniendo los números, la división en multiplicación, el dolor en alegría o al menos en esperanza?