Para entender el lenguaje de lo alto, una espiritualidad desde abajo

jueves, 2 de mayo de 2019
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02/05/19.-

Catequesis en un minuto

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Jn. 3,31-36

En la historia de la espiritualidad se distinguen dos corrientes clasificatorias. Hay una espiritualidad desde arriba, que nace de los primeros principios, que desciende a las realidades de abajo. Y hay otra espiritualidad desde abajo, que parte de las realidades de abajo, la sencilla, la simple, la cotidiana para elevarse a Dios.

La espiritualidad de abajo afirma que Dios habla en la Biblia, y por la Iglesia, pero también nos habla por nosotros mismos, a través de nuestros pensamientos, nuestros sueños, hasta por nuestras heridas, y también por nuestras presuntas flaquezas.

Los monjes antiguos comenzaron a estudiar la posibilidad de llegar al conocimiento de Dios y su voluntad partiendo del análisis de las propias pasiones y de lo que llamamos el “autoconocimiento”. Decía Ebragio Póntico “si deseas conocer a Dios aprende a conocerte a ti mismo”. El ascenso a Dios pasa por el descenso a la propia realidad hasta lo más profundo del inconsciente. Allí donde la vida está latiendo con toda su riqueza, con toda su conflictividad, con toda su posibilidad, con todas sus heridas, con sus sueños y también con sus fracasos.

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