La Ley Nueva o Ley Evangélica

miércoles, 12 de junio de 2019
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Catequesis en un minuto

12/06/2019 – Miércoles de la décima semana del tiempo ordinario

Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

Mateo 5,17-19.

¿Qué es la ley?

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

“1951 La ley es una regla de conducta proclamada por la autoridad competente para el bien común. La ley moral supone el orden racional establecido entre las criaturas, para su bien y con miras a su fin, por el poder, la sabiduría y la bondad del Creador. Toda ley tiene en la ley eterna su verdad primera y última. La ley es declarada y establecida por la razón como una participación en la providencia del Dios vivo, Creador y Redentor de todos. “Esta ordenación de la razón es lo que se llama la ley” (León XIII, enc. “Libertas praestantissimum” citando a S. Tomás de Aquino, s. th. 1-2, 90,1):

La Ley Antigua

La ley en cuanto tal tiene la posibilidad de revelarnos el camino, es pedagoga. Así aparece la Ley antigua, revelada por Dios a Moisés.

Dice el Catecismo:

“1961 Dios, nuestro Creador y Redentor, eligió a Israel como su pueblo y le reveló su Ley, preparando así la venida de Cristo. La Ley de Moisés contiene muchas verdades naturalmente accesibles a la razón. Estas están declaradas y autentificadas en el interior de la Alianza de la salvación.”

La ley promulgada en el monte Sinaí viene a despertar la ley natural que Dios grabó en nosotros cuando nos creó.

“1962 La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales están resumidas en los diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo establecen los fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohíben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que le es esencial. El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el mal: Dios escribió en las tablas de la ley lo que los hombres no leían en sus corazones (S. Agustín, Sal. 57,1).”

La Ley Nueva o Ley Evangélica

En el capítulo 5 del Evangelio según San Mateo esto está sintéticamente dicho cuando casi en muletilla plantea a ustedes se les dijo (y no está mal lo que se les dijo, era lo que podían entender en aquel momento) pero Yo les digo (y lo que Yo les digo supera lo que se les dijo).

Entonces podemos hablar de una progresión en el crecimiento de la ley: a ustedes se les dijo pero Yo les digo. La ley antigua prepara la ley nueva, la ley evangélica.

La caridad es la que marca el rumbo. Por eso el Espíritu, que obra en la caridad y nos lleva por el camino de la ley nueva, es en realidad el que viene a establecer la alianza. A la nueva alianza la realiza el Espíritu en nosotros y la ejercemos por la caridad. Cuando Jesús va a decir cuál es el nuevo lugar donde el pueblo de Dios celebra el pacto de alianza con Él, dice que es por el mandamiento del amor.

“El que quiera meditar con piedad y perspicacia el sermón que nuestro Señor pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de S. Mateo, encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana… Este Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana (S. Agustín, serm. Dom. 1,1):

Así como Moisés lo pronunció en el monte, así también Jesús lo pronuncia en la montaña, como diciendo ahora, acá, está el nuevo código de convivencia.

Toda la Ley evangélica está contenida en el “mandamiento nuevo” de Jesús (Jn 13,34): amarnos los unos a los otros como él nos ha amado (cf Jn 15,12).

Amar en cordialidad, en alegría y en esperanza, con constancia en los momentos de la prueba, amar siendo perseverantes, manteniéndose firmes en la oración, compartiendo con los que más necesitan y practicando el espíritu de la hospitalidad. Amar es el camino que nos pone en sintonía con la ley definitiva, la nueva alianza que Jesús ha venido a dejarnos en medio nuestro.

 

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