“Viví el libertinaje hasta que Dios me hizo sentir que estaba esperándome”, dijo el seminarista Maximilianos Palacios

sábado, 7 de diciembre de 2019

07/12/2019 – Maximilianos Palacios es un seminarista de la diócesis de La Rioja que se está formando en el Seminario de Loreto en Córdoba. El próximo martes será la fiesta de la Virgen de Loreto y este año, el Papa Francisco definió que cada 10 de diciembre la Iglesia Católica Universal celebrará la memoria de la bienaventurada Virgen María de Loreto. Maximiliano nació en la provincia de San Juan. “Mi familia está integrada por dos hermanos, mi padre y mi madre. Mis padres siempre fueron de ir a misa dominical pero no fue algo tomado como ley. Muchas veces habían actividades que se superponían o días de cansancio y no íbamos. Yo recuero que era un poco inquieto e hiperactivo. Mas llegado a la adolescencia mis padres daban la opción de que cada uno decida si quería acompañarlos a misa y yo, por adolescente rebelde, decidía no ir. Casi a los 17 años me invitaron a formar parte de un grupo en la parroquia de Fátima de la ciudad de San Juan. Pero en mi caso prefería juntarme un sábado por la tarde con mis amigos que estar metido en la parroquia”, indicó.

“Siempre me gusto la biología y finalmente decidí ser médico. Rendí primero en la universidad de Mendoza y no ingresé- Volví a San Juan hasta que llegué a la universidad de La Rioja. Ya con 21 años, pude ingresar a estudiar medicina. La chica que era mi novia en ese tiempo iba a misa pero yo prefería no acompañarla. No estaba cercano a Jesús, veía a la Iglesia como una institución y no llegaba a apreciar lo que se gestaba dentro, el corazón que le ponía la gente a las distintas obras que se llevan a cabo. En esos momentos yo atravesaba una situación particular, comencé a tener una libertad que antes no la había experimentado, una libertad que me llevó al libertinaje. Fue así que termine con la chica que estaba de novio, empecé a tener muchas novias y sentir una sensación de vacío y como todo vacío comencé a querer llenarlo con algo. Salía y hacía cosas para tratar de llenarlo pero no se llenaba ni con fiestas, ni con alcohol, ni con cigarrillos. Vivía en una pensión y mi amigo con el que compartía un domingo a la tarde tocó la puerta de mi habitación y me preguntó si quería acompañarlo a misa . Esto generó mucho vuelco interno, fuimos a misa a la iglesia de la Merced de la Rioja. En esos momentos me sentí acogido, abrazado, comprendido. Ese fue el primer contacto fuerte donde tuve conciencia que había un Dios que estaba esperándome. Me llevo a ir todos los domingos a misa”, dijo Maximiliano.

Palacios relató además: “Luego un tiempo descubrí una parroquia cerca de donde vivía y en un momento de la misa una chica empezó a leer los anuncios parroquiales, donde llamaba gente para que se sumen a la catequesis de confirmación. Yo escuchaba y pensaba que lindo que haya alguien que se anime pero decía que yo no era esa persona, Mientras tanto la chica decía que no importaba que no tengan formación, se formó un diálogo entre lo que yo pensaba y ponía de excusa para no ofrecerme desde la otra punta la chica lo respondía. Sentí que era una respuesta directa de Dios. Cuando terminó la misa fui y me ofrecí”.

“De un día para el otro les comento a mi familia que me inserte en una comunidad. No se que habrán pensado en ese momento. Después con el tiempo lo hablamos y ellos no podían comprender porque entré a una comunidad parroquial de un momento al otro. A partir de ese primer encuentro para mi fue difícil. Había cuestiones a trabajar y yo me sentía totalmente interpelado. Para mi fue remarla en dulce de leche “, sostuvo.

Palacios, ya sobre su realidad en el seminario de Loreto en Córdoba, donde hace dos años que está, expresó: “Leyendo sobre la vida del Cura Brochero, decía que la vida como estudiante le costaba, pero la misión a la que estuvo llamado fue ejemplar. Uno siempre toma el ejemplo de la espiritualidad, el compromiso social que tuvo Brochero. Y él estuvo en el seminario de Loreto” .

Finalmente, Palacios compartió esta oración misionera:

Transito, Señor, tus sendas,

más no me dejes olvidado,

y cuando me encuentre extraviado,

haz resonar tu voz en mis oídos,

para, así, reparar el descuido

de irme alejando de tu amor.

Guíame, Señor, sobre tus pasos

para no perderme en el camino,

más bien sabes que el peregrino

puede, sin querer, confundir las sendas,

y terminar sumándose a las ofrendas

sin ofrecerte al fin, nada a ti Señor.

Ten compasión de mí oh Dios,

mi carne y mi alma son impuras,

por eso insisto en mi oración:

“otórgame la dicha de nacer de nuevo,

blanqueando mi espíritu y mi amor

en la sangre inmaculada del cordero”.

Amén.