29/02/2020 – La hermana Mónica Cordero, de la sureña Fraternidad Emmanuel, nos compartió parte de su vida. “Nací en Buenos Aires hace 51 años, en la ciudad de Villa Ballesther, partido bonaerense de San Martín. Mi familia está compuesta por mi mamá y mi papá, que están vivos gracias a Dios con 80 y 90 años respectivamente. Y se completa con mi hermana Claudia, menor que yo casi 3 años y mi sobrina Sol, a quienes visito bastante. Recuerdo que teníamos una infancia con mucho juego”, indicó la religiosa y agregó: “Después, siendo muy chicas, con mi familia nos mudamos a Capital porque mi papá trabajaba ahí como empleado de un comercio. Cuando yo tenía seis años nos trasladamos al barrio de Congreso”.
La hermana Cordero recordó con mucho cariño la primera visita del papa Juan Pablo II a Argentina en la década del 80. “Ese hecho me marcó mucho porque san Juan Pablo II trajo gestos movilizantes en el corazón, clavaron certeza en mí desde lo vocacional”, sostuvo. “Cuando nos mudamos a Buenos Aires tenía un colegio público a menos de una cuadra, así que mi vida se daba en la misma manzana donde vía. Desde pequeña participé de la vida de fe desde la devoción de mi mamá y de mi papá que son del norte de Córdoba, de Deán Funes. Ellos me transmitieron su devoción a la Virgen del Valle. En el barrio de Congreso participábamos de la vida parroquial y de misa en la comunidad de Santa Rosa de Lima. Cuando llegó el Papa Juan Pablo II en 1982, con la Guerra de Malvinas como telón de fondo, era imposible no vivirla, era imposible no meterse en su presencia. Fue muy fuerte esta visita, se vivió muy en paz junto a un millón de personas”, añadió.
“Conocí la devoción a la Virgen por mi mamá que los sábados a la tarde buscaba alguna florcita y se la llevaba a María o le prendía una velita. Hasta el día de hoy es un gesto que se mantiene a pesar de toda situación. Tengo muy presente la devoción a la Virgen. Jesús llegó después a mi vida. Si vos me preguntás hoy, creo que María lo fue gestando, el Señor llegó en mi adolescencia. Aunque lo conocí con más fuerza a Jesús trabajando. Recuerdo que cuando estaba en la primaria vino un médico a mostrar su vocación. Él era de Buenos Aires y se había ido a trabajar a la Patagonia. Cuando volví a mi casa le dije a mis padres: ´Ýo cuando sea grande quiero ser médica, pero me quiero irme al Sur`. A mi mamá le pareció una locura y mi papá expresó ´Dios dirá`. Luego cambiamos de tema. Hasta el dia de hoy me acuerdo de ese ´Dios dirá`, porque Dios fue diciendo. En mi juventud entré a la facultad de Medicina, mientras tanto trabajaba de cadete en un estudio contable. Ahí conocí a Gonzalo, un laico que trabajaba en el mismo estudio y que me deslumbró con su testimonio,. De a poco descubrí otro código de vivir la vida, su testimonio clavó certezas, como lo hizo Juan Pablo II, Gonzalo me habló de un Dios presente en lo cotidiano. A partir de ahí comencé a caminar en la fe, a recibir los sacramentos y a formarme. Hice un seminario de catequesis, comencé a hacer un discernimiento con un sacerdote, empecé a dar pasos concretos hacia la vida consagrada. Fui encontrando a Jesús desde gestos muy concretos y cotidianos en la preocupación de una persona en cómo manejarse con la gente. Jesús en mi vida fue evangelio y buena noticia”, dijo la hermana Mónica.
“El discernimiento me fue llevando a estudiar. Estudié teología en Buenos Aires mientras seguía trabajando. Pero junto a la persona que me acompañaba espiritualmente no veíamos claro cómo concretar una consagración. Yo quería ubicar un espacio de donde vivir este llamado hasta que conocí a monseñor Alejandro. Buccollini, obispo de Río Gallegos, allá por el año 1997. En un artículo de la agencia Aica leí una nota que le hacían a él comentando de la necesidad de presencia consagrada en la Patagonia. La revolución que me armó leer eso me llevó a escribirle una carta. Y el padre Alejandro me contestó a los pocos días. Así que viajé al Sur para conocerlo. Con otra hermana más nos presentamos. Y Buccolini nos dijo: ´Hagan la experiencia de vivir en mi diócesis vayamos discerniendo`. Eso ocurrió en 1999. A partir de allí debo decir que la Patagonia me enseñó mucho. Con la otra religiosa vivimos en comunidades parroquiales de la cuenca carbonífera de Río Rurbio. Ese fue el origen de la Comunidad Emmanuel”, manifestó.
“De la Patagonia me encanta la diversidad de su gente, la migración interna. Es un abanico de todas las provincias. Lo nuestro es la evangelización donde más considere necesario el obispo, acompañando el carisma y talentos personales de las hermanas. Hemos estados en servicios pastorales tanto en pueblos como actualmente en la ciudad de Río Gallegos. No hay grandes cosas para decir: Vivo de Jesús y para Él, y hoy lo mío es sólo agradecer por las certezas que un día Él me regaló, por la fidelidad amorosa con la que acompañó en el proceso personal”, cerró.
Finalmente, la hermana Cordero compartió esta oración:
Pienso en san José y en santa Teresita de Niño Jesús,
patronos e inspiradores de la Fraternidad Emmanuel,
y desde ellos le pido al Padre
que a todos, en el hoy y aquí,
donde cada uno esté,
donde los ha llevado Dios,
nos regale ser barro enamorado del deseo de Jesús para su vida,
nos regale dejarnos colmar el corazón por su sueño, como San José,
poniéndole el cuerpo y la vida para seguirlo;
nos regale sabernos tan amados por Él,
más allá de nuestras debilidades y errores
que podamos confiar hasta la audacia en su misericordia,
como nos enseñaba Santa Teresita
y hoy tantas veces nos repite el Papa Francisco.
Le pediría a Jesús que nos ablande el corazón
para que lo revolucione su ternura.
Amén
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