EN VIVO
DONAR
EMISORAS
martes, 24 diciembre 2024
Inicio
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Institucional
Quienes Somos
Donación
Donde Escucharnos
Novedades
Voluntariado
Difusión
Contacto
Balance Social
Res. 173/10
Podcast
Grilla de Programación
Escuchar en Vivo
Catequesis
Donde quiero estar – Radio María Ad Gentes
Casa de campo
Archivos de Programas
Papa Francisco
Audiencias Generales
Documentos
Francisco a Diario
Homilías
Los Caminos de Francisco
Papa Francisco
RM Mundial
RM Joven
Radio María Joven en vivo
JMJ 2019
Evangelio del día
Testimonios
Catequesis
En la cruz se revela la identidad de Jesús
martes, 27 de marzo de 2007
De nuevo Jesús les dijo: “Yo me voy y ustedes me buscarán. Pero ustedes no pueden ir a donde yo voy y morirán en su pecado.” Los judíos se preguntaban: “¿Por qué dice que a donde él va nosotros no podemos ir? ¿Pensará tal vez en suicidarse?”
Pero Jesús les dijo: “Ustedes son de abajo, yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados. Yo les digo que si ustedes no creen que Yo soy, morirán en sus pecados.” Le preguntaron: “Pero ¿quién eres tú?” Jesús les contestó: “Exactamente lo que acabo de decirles. Tengo mucho que decir sobre ustedes y mucho que condenar, pero lo que digo al mundo lo aprendí del que me ha enviado: él es veraz.”
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y añadió: “Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que sólo digo lo que el Padre me ha enseñado. El que me ha enviado está conmigo y no me deja nunca solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.”
Esto es lo que decía Jesús, y muchos creyeron en él.
Juan 8; 21 – 30
Quiénes son los que están participando de este diálogo, por una parte los fariseos, por otra parte Jesús. Aparentemente hay otros cerca, por lo que dice el texto al final “Muchos creyeron en él”, no de estos sino de los que estaban rodeando aquel diálogo, es un diálogo que podemos imaginarlo entre Jesús, los fariseos y un grupo de gente que rodea aquella controversia a la que Jesús viene acostumbrándose por como estos que detentan el poder publico en Israel se enfrentan al Maestro de Galilea, al Hijo de Nazaret en la sencillez de su predicación y ponen a prueba una y otra vez su quehacer y su que decir para tener de que acusarlo.
Hay una palabra que se repite a lo largo de estos nueve versículos “Yo soy; Yo soy de lo alto; yo no soy de este mundo; porque si no creen que yo soy morirán en su pecado”, ya sobre el final Jesús dirá “Cuando en lo alto pongan al Hijo del hombre entonces sabrán que yo soy”.
Esta expresión yo soy ha estado presente unos versículos antes, después de que Jesús ha liberado a la mujer publica de la muerte de lapidación de manos de los que la acusan de haberla descubierto en fragante adulterio, Jesús toma la Palabra y dice “Yo soy la luz del mundo”, antes, cuando ha multiplicado el pan ha dicho “yo soy el pan vivo bajado del cielo”, mas adelante en el versículo 15 cuando Jesús hable del estilo de vínculo que quiere tener con nosotros habla en términos parabólicos y dice Jesús “Yo soy la vid y ustedes son los sarmientos”, también ha dicho “Yo soy el agua viva”, estas expresiones yo soy no hacen mas que poner como un repiqueteo en forma de eco en el corazón de los interlocutores de Jesús aquel modo de expresarse Dios a Moisés cuando la zarza arde y no se consume y el Señor se autorrevela al que va a ser el líder de la liberación de Israel, “Yo soy el que soy” este es el nombre propio que tiene Dios, cuando lo envía a Moisés le dice “Diles que yo soy y te envía”, este yo soy pareciera ser el modo como Dios se entiende así mismo, cuando Jesús dice yo soy está diciendo esto mismo, está hablando de su divinidad, esto es lo que sutilmente Jesús introduce en el diálogo con ellos y empieza a exasperar el corazón de los que están buscando alguna manera de terminar con el Maestro de galilea.
Retomando la Palabra vemos los personajes, Jesús, los fariseos, un diálogo en torno a la divinidad de Jesús veladamente manifestada y algunos que van a terminar por convencerse al final de que este es el Hijo de Dios, se van a convertir, van a cambiar su vida orientada sobre las enseñanzas del magisterio de Jesús. Todo el texto se resuelve en un lugar, “Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre entonces sabrán lo que soy”, es decir, la revelación que Jesús hace de su persona alcanza su plenitud en el momento mismo en que acontece la pascua en su vida, en su muerte y en su resurrección que en Juan van de la mano con el momento en que todo se resuelve en el gólgota.
Caminamos sobre ese lugar donde el Señor nos dice “Cuando ustedes hayan levantado en lo alto al hijo del hombre entonces sabrán que yo soy”, caminamos sobre ese lugar de la Palabra y nos detenemos en ella para poder descubrir a la luz de Jesús la luz oculta que hay en nosotros mismos, porque justamente a partir de la revelación de la identidad de Dios es como crece y se acrecienta nuestra propia identidad.
“Cuando ustedes hayan levantado al Hijo del hombre en lo alto entonces sabrán que yo soy”, de qué está hablando Jesús, está hablando de su muerte en la cruz, en lo alto, en el Jesús traspasado por nuestros dolores y por nuestras heridas, en ese lugar vamos a descubrir la verdadera identidad del profeta de galilea, del peregrino venido desde Nazaret, del hijo de José y de María, de este que Dios ha hecho entrar en medio de nosotros como uno mas de nosotros y que es su propio hijo, el que puso morada en medio nuestro, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, el Hijo de María va a revelar su identidad mas honda y profunda en el misterio de la cruz, “Cuando ustedes hayan levantado en lo alto al hijo del hombre entonces sabrán que yo soy”.
Esta misma expresión tiene su correlativo en el Antiguo Testamento en un acontecimiento que ha ocurrido en Israel en los tiempos en que Moisés guiado por Dios ha introducido al pueblo en el desierto y el pueblo se queja del camino que Dios les hace recorrer, lo hace contra Moisés y contra el mismo Dios, “Porqué nos hicieron salir de Egipto, para hacernos morir en el desierto, aquí no hay pan ni agua.
Ya estamos hartos de esta comida miserable.” Es el maná con el que Dios bendice a su pueblo en el desierto y lo alimenta, dice la Palabra: “Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras que mordieron a la gente y así murieron muchos israelitas”, el pueblo arrepentido, movido por el temor acude a Moisés y le dice: “Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti, intercede delante de él para que aleje de nosotros esas serpientes”, Moisés, el amigo de Dios a quien Dios escucha cuando intercede por el pueblo, con el que Dios negocia una y otra vez, fabrica por indicación del Señor una serpiente y la coloca en un mástil, Dios le ha dicho: “Todo el que haya sido mordido al mirarla quedará curado”, cuando Jesús dice: “Cuando yo sea elevado en lo alto sabrán que yo soy”, en otro pasaje de Juan dice: “También atraeré a todos hacia mí”, quien está recibiendo la Palabra y conoce la historia de Israel entiende de que esa serpiente abrasadora, de bronce, puesta en lo alto era una figura de la persona de Jesús, quien viene a sanar y a curar toda picadura del pecado, en el mismo Evangelio Jesús les dice: “Si ustedes no creen en que yo soy, ustedes van a morir en el pecado. Si ustedes ven en lo alto que yo soy y se dejan llevar por la fuerza de la pascua de la cruz que atrae, entonces van a ser curados de la picadura del pecado.
Contemplamos a Jesús en la cruz, el que murió por nosotros, el que entregó su vida por mí como dice Pablo en Gálatas 5 y desde ese lugar de mirada contemplativa dejamos que aparezca todo aquello que en nosotros está escondido en lo mas hondo de nuestro corazón, nuestras heridas mas profundas generadas por la ruptura con Dios y con nuestros hermanos, las que ha traído el pecado y nos dejamos transformar por la presencia de Jesús que en la cruz hace nuevas todas las cosas.
En dónde has sido mordido por el pecado, cuál es la mordedura que has recibido en tu corazón que hace que tu vida no pueda terminar de ser lo que está llamada a ser, es la mordedura de la soberbia la causa de todas las otras mordeduras interiores que tenemos, la mordedura de la vanidad, la del egoísmo, la de la cerrazón, la de la indolencia, la del desamor, la mordedura de los fanatismos, la de la ira, la de la lujuria, la mordedura de la tristeza y la mordedura del desenfreno en el comer, la mordedura interior que deja la gula y la mordedura que deja por dentro del corazón que nos ha traído la impiedad, el no darnos tiempo para orar y reconocer a nuestro Dios, el Señor quiere curarla invitándote a tomar la cruz que hay en tu cocina, en tu oficina, la que llevas sobre tu pecho, o el rostro del Jesús coronado de espinas y dejándote llevar por la significación honda mas que de adorno que tiene esta imagen decirle al Señor: quiero que reines en mi corazón, quiero que cures mis heridas, quiero que saques todo lo que impide que aparezca mi herida y que al contemplarte herido pueda ser yo traspasado por tu amor y al dejarme traspasar por tu amor a vos al que yo traspase pueda ser yo mismo transformado.
Esta necesidad honda que tenemos de ser nosotros mismos solo se puede alcanzar a la luz de aquel que hace nuevas todas las cosas y que se muestra como el que es desde la pascua, “Yo soy”, dice Jesús y vos estas llamado a ser lo que estas llamado a ser si compartís la vida conmigo abriendo tu corazón y dejándome entrar en lo mas hondo de tu herida, en la mas profunda de tus necesidades, mordidos por el pecado, nosotros como el pueblo de Israel necesitamos mirar ya no la serpiente sino al Hijo del hombre, al Hijo de Dios puesto en lo alto, dice Jesús “Quien me mire quedará curado”, necesitamos ser transformados, dejémonos abrazar por Jesús desde la cruz y toda nuestra miseria, vamos a descubrir, está tomada por él y transformada en don de gracia desde el misterio de la pascua.
Mirarán al que ellos mismos traspasaron, dice la Palabra en el Evangelio de Juan, está hablando de nosotros y de Jesús traspasado, él con sus heridas dice el texto de Isaías en el siervo sufriente ha venido a curar nuestras heridas, está hablando de Jesús y del misterio de la pascua que cura.
En la semana santa Dios quiere mover nuestros corazones para sanarlos, para transformarlos, para que la mordedura que en alguno o en otro sentido hemos recibido adentro de nosotros mismos por la fuerza de iniquidad con la que el pecado opera en nuestro corazón sea liberada nuestra interioridad y lejos del pecado y con la determinación de apartarnos de todo lo que nos aleja de Dios podamos dejarnos llevar por Jesús al encuentro con el Padre, allí el Señor nos va a decir como nos dice en la Palabra: “Yo soy”, nos va a liberar del miedo y en la seguridad y en la certeza de la presencia de él como roca para nuestra vida poder hacer pie de manera firme y decir nosotros mismos y este soy yo, como nunca somos lo que somos cuando en Dios nos detenemos y en Él afirmamos nuestro camino, ese modo de afirmar nuestro andar, nuestro peregrinar, nuestro ser nosotros mismos en Dios lo logramos desde este lugar de apartarnos de lo que nos aleja de Dios y reafirmarnos en la comunión con Él con todo lo que supone hacerse amigo de Jesús, esto es compartir también su suerte y su pascua, dice Jesús en el Evangelio de Juan en el capítulo 12: “Solo si el grano de trigo muere produce mucho fruto”, lo dice en clave discipular invitando a los suyos a seguirlo después que ha anunciado que se acerca el tiempo de su hora, su pascua y el Señor nos invita a entregarnos con Él desde ese lugar de gracia que es la pascua de Jesús para que muriendo con Él a todo lo que no es de Dios podamos vivir con Él una vida realmente rica en dones y en su gracia, que por encima de todas las cosas renovándonos desde dentro transforma nuestros vínculos, nos permite vivir como hermanos, en particular de todos aquellos con los que por distintos motivos podemos habernos apartado, el Señor nos ofrece gracia de reconciliación con Él y con los hermanos, miremos a Jesús y lo contemplemos desde ahora antes de iniciar la Semana Santa con la fiesta de los ramos y dejémonos llevar por ese faro que es la cruz de Cristo donde todo se ilumina, el camino se hace mas claro, Él nos resulta cercano y nosotros encontramos nuestra verdadera identidad y nuestro rostro, dice Jesús: yo soy y te invito a mirarme para que descubras quién soy, quién sos y a qué te invito.
Dice el apóstol: “La imagen de la cruz es una locura para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros es fuerza de Dios. Porque está escrito: destruiré la sabiduría de los sabios y rehaceré la ciencia de los inteligentes, dónde está el sabio, dónde el razonador sutil de este mundo, acaso Dios no ha demostrado que la sabiduría del mundo es una necedad, en efecto, ya que el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en las obras que manifiestan su sabiduría. Dios quiso salvar a los creen por la locura de la predicación, mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros en cambio predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los paganos.
Acercarnos a la celebración de la pascua iniciando la Semana Santa desde el Domingo de Ramos con la mirada puesta en aquel que nos atrae y con su ofrenda y su entrega desde la cruz es tomar ánimo para vincularnos a anunciar la Buena Noticia de que la muerte ha sido vencida y que por eso podemos aliarnos con el sufrimiento sin temor de terminar siendo atrapados por él porque cualquier dolor, enfermedad, muerte, rechazo, abandono, cualquier fracaso, cualquier situación de crisis vivida en Jesús y con la mirada puesta en él adquiere un carácter sanante y transformador, no rechacemos la cruz nos está diciendo Jesús, miremos al traspasado, miremos a Jesús puesto en lo alto en nuestra propia vida y en nuestra propia existencia, en nuestra propia historia hay un Cristo crucificado en algún rincón de nuestro ser, de nuestra historia, de nuestro hoy hay un costado de cruz que invita a la confianza y que nos llama al abandono donde nos parece que ya no hay respuestas comienzan a surgir las luces que nos traen respuesta en la oscuridad y en la noche, nosotros predicamos esta verdad “La muerte ha sido vencida”, nosotros nos enclavamos en esa certeza, en la cruz con Jesús vencemos, en nosotros arraiga esta verdad quien con Jesús es capaz de entregar su dolor, su desazón, su tristeza, su angustia, su limitación, quien se ofrenda con Jesús desde su impotencia, desde su no respuesta, quien confía y se entrega comienza a descubrir que un camino se abre delante de sí mismo.
Es Cristo quien cura nuestras heridas desde aquel lugar donde nosotros estamos mas hondamente heridos, ha venido a cargar con nuestra culpa, ha venido a asumir nuestras debilidades, el que nosotros traspasamos nos traspasa con su amor y en su amor nos transforma dándole sentido a lo que no tiene sentido, dándole rostro a lo que no tiene rostro, dándole identidad a la que se ha perdido en la oscuridad de todo aquello que aparece bajo el signo de la muerte y del sinsentido en nuestra vida, hay un costado nuestro que en esta pascua tiene que resurgir es donde hemos bajado los brazos, donde nos parece que no hay respuesta y que no es para nosotros aquello donde una y otra vez intentamos y hemos fracasado, no nos ha ido bien, donde nos hemos puesto de cara a esa realidad que golpea de brazos caídos, puede ser una situación personal, vincular, laboral, comunitaria, de amistad, una de esas donde uno dijo yo pense que era así pero ya me di cuenta que las cosas son como son y resultan irreversibles, para Dios todo es posible, también resucitar a los muertos, si estamos como muertos ante algunas circunstancias sepamos que Dios viene a traernos la vida, “Yo soy”, y Jesús está diciendo que al mirarlo a Él que es en la cruz todo lo que no es en nosotros comienza a ser y a tomar vigor y fuerza.
Pensá en una situación vincular conflictiva, difícil, pensa en una situación de ruptura que te haya tocado vivir en lo mas íntimo de tu ser y en la relación con otros, allí donde la vida te jugó una mala pasada y te metió una herida honda y profunda de la que no terminas de recuperarte, ese lugar de la vida Dios está pidiendo que lo compartas con Él en esta celebración pascual y desde ese lugar te animes a recorrer un nuevo camino confiando en que Dios puede lo que vos no podes. Contemplemos a Jesús en la cruz y redescubramos cuanta fuerza se esconde en la sabiduría de la cruz.
Padre Javier Soteras
Contenidos Relacionados
¡Ya están disponibles las tarjetas de Navidad es Jesús!
Nacer en la carencia
El Papa: La fe nos libera del horror de que todo acaba después de la muerte
La paciencia y la alegría
Participa
Radio María