23/08/2021 – Cada 23 de agosto recordamos una de las mayores gestas de nuestra independencia, del proceso que nos permitió, hace más de dos siglos, asumirnos y hacer lo que se debía hacer para ser un pueblo soberano. Este evento es conocido como el éxodo jujeño, una disposición de estrategia militar ordenada por Manuel Belgrano que significó el enorme esfuerzo, sacrificio y entrega del pueblo de a pie de Salta y Jujuy, que tuvieron que dejar todo en pos de un objetivo patriótico.
En lo concreto, para entonces, el ejército realista, al mando de José Manuel Goyeneche, había tomado Cochabamba y desplegado sus fuerzas hacia La Quiaca.
Según le ordenó el virrey Abascal debía avanzar hacia Salta con 2.000 hombres, dejar 1.000 soldados en Suipacha y con destacamentos de 500 soldados realizar incursiones en Tucumán.
Entonces, ante esta amenaza del ejército español, y su inminente incursión sobre la quebrada de Humahuaca, Belgrano dispuso evacuar las poblaciones de Salta y Jujuy, llevándolas hacia el sur, junto con el ganado, alimentos, cosechas y todo lo que pudiera ser de utilidad al enemigo.
Fueron cinco días y 250 kilómetros de marcha hasta llegar a Tucumán. Un esfuerzo y un sacrificio enorme. Todo por el sueño de la Patria que se estaba gestando. Un sueño que todavía sigue siendo necesario porque todavía estamos construyendo y reconstruyendo la Patria y eso necesita también hoy tremendos esfuerzos y sacrificios de todos.
Como los que hacen millones de argentinos que todos los días se levantan a trabajar, se esfuerzan, hacen sus pequeños éxodos, a pesar de todo.
Para hablar de aquel pasado y de su proyección en nuestro presente, dialogamos con el padre Horacio Saravia, historiador, conocedor por su propia vida de esa cultura sacrificada, dignísima de los argentinos del norte del país, y sabedor también de los sacrificios que se hicieron, se hacen y tenemos que seguir haciendo juntos para la construcción de la Patria.
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