09/03/2022 – En el ciclo “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana. rector del santuario de la Virgen de Huachana en Santiago del Estero, presentó el espacio. “Durante la pandemia nos volvimos expertos en temas médicos y esto de hablar de la vida espiritual y ver sus enfermedades viene muy bien. Todos queremos estar mejor y a veces no sabemos qué nos pasa. San Pablo lo dice muchas veces: queremos hacer el bien pero terminamos recayendo en lo mismo, caemos en el desgano o en la tristeza. Por eso aquí son fundamentales las virtudes, que vienen de Jesús y que nos llevan a la salud espiritual”,detalló el sacerdote porteño.
“Pero en realidad, dice la Biblia, en que esta no era así. Se relata en el Génesis que mientras Adán y Eva vivían en el Edén, la humanidad podían hablar cara a cara con Dios en perfecta comunión. Pero la misma Palabra relata que esto se modificó por la aparición del pecado en ese mundo, que es decirle que no al Creador. Esto implica una ruptura en ese vínculo del hombre con Dios y un gran desorden para la humanidad”, sostuvo el padre Juani.
“La finalidad del cristianismo es la deificación del hombre: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera volverse dios”. Tal es la fórmula por la cual los Padres de la Iglesia, a lo largo de los siglos, han resumido muchas veces el sentido de la Encarnación del Verbo. Cristo aparece como un médico y la salvación que Él trae es una curación, porque la humanidad está enferma. Viendo en el estado adámico primordial el de la salud de la humanidad, los Padres y toda la Tradición ven en el estado de pecado que caracteriza la humanidad caída luego del pecado original un estado de enfermedad multiforme que afecta al hombre en todo su ser. Así, en diferentes momentos, la obra salvífica del Dios–hombre aparece como el proceso de la curación, en Su persona, de la humanidad entera que Él asumió, y de la restitución de ésta al estado de salud espiritual que primitivamente conoció. Además, la naturaleza humana así restaurada, fue llevada por Cristo a la perfección de la deificación”, dijo Liébana.
“En la Cuaresma podemos hacer un diagnóstico para poder descubrir dónde somos tentados, en qué lugar nos aprieta más el zapato. San Ignacio de Loyola lo dice así: “Hay que descubrir en qué lugar tenemos más descuidada la propia casa”. Cada uno tiene su lado flaco y hay que conocerlo para ponernos en estado de alerta, pidiendo la presencia del Espíritu Santo cuando lo necesitemos”, imaginó el sacerdote que hoy misiona en la Iglesia de Añatuya.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS