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Aprender a decidir
martes, 29 de mayo de 2007
No te dejes arrebatar por el capricho de tu pasión para no ser despedazado como un toro, devorarías tus ramas, perderías tus frutos, te convertirías en un tronco seco. Una pasión violenta pierde al que la tiene y hace que sus enemigos se rían de él.
Eclesiástico 6, 2-4
La pasión tiene esa posibilidad de ponernos en apuros, ¿que es hacernos apurar?, cuando apasionadamente sostenemos nuestro sentir y nuestro pensar, defendemos nuestros criterios exponiéndolos delante de otros y aun sosteniéndolos en nuestro camino, guiados por la pasión, corremos el riesgo de apresurar la marcha, cuando no enceguecernos en la elección que hacemos y errar en la decisión que tomamos.
Pero peor es dejarse llevar por la indecisión, porque detrás de la pasión, cuando hay decisiones, hay un ejercicio de la libertad.
En la indecisión estamos clavados en un punto en donde no damos paso para ninguna parte, uno de los discípulos de Gandhi tenía una gran virtud, que era muy apreciada por sus alumnos, podía leer las cosas con claridad, colaborar y ayudar a decidir con mayor rapidez y sin vacilaciones, con frecuencia alguno iba a consultarle y entonces este maestro dejaba caer la azada y tomaba la rueca para poder escuchar mejor, el alumno contaba ahora su problema con cúmulo de esas libaciones con detalles que uno da cuando quiere explicarlo todo para encontrar un punto de apoyo en el otro que facilite la decisión, lo peor que puede hacer uno para ayudar a otro cuando le viene con un problema y se lo quiere contar con detalles es engancharse en el detalle, porque el otro desde el detalle termina haciendo y decidiendo lo que no conviene que decida, entonces este sabio hindú dejaba que todo se relatara sin interrupciones, hasta que en un momento determinado aparecía su frase identikit en la que podía uno decir quién era este sabio, “vamos al grano”.
Hay gente que tiene esa capacidad de conducirte al grano desde su capacidad de escucha, desde su silencio, desde su actitud por la veracidad de las cosas, desde esa capacidad que tiene de no dejarse llevar por las historietas de la historia, por las escaramuzas de la guerra y de permanecer firme ante lo esencial, lo importante, lo que vale la pena.
Este discípulo tenía esta posibilidad de permanecer de cara a la cosa, a lo que había que decidir con actitud veraz, y tenía esa posibilidad aun a veces haciendo una síntesis de todo lo dicho y marcando los tres puntos mas importantes que hacían al relato del indeciso, y siempre se llegaba a la misma conclusión, es exacto, es tal cual, es de esas personas que además de sintetizar cual es el problema, sobre el punto del problema quien daba una frase que mostraba que su atención estaba puesta también mas allá de lo que no se decía, mucho mas allá de lo que se decía, se centraba en lo que no se decía o en todo caso en lo que se decía, con una mirada que se desviaba, con un silencio que se pronunciaba sobre una parte determinada del relato, un movimiento de la mano, esto que la neurolingüística ha logrado descifrar en estos tiempos como el lenguaje no verbal, donde la persona también se comunica y donde aparece su capacidad actitudinal frente a las cosas por resolver o para decidir.
No es culpa tuya ni mía, decía él, ahora vete y obra según la conclusión que tu mismo has sacado, como diciendo: entiendo tu problema, pero no puedo recibir el problema que me das, yo no lo pueda resolver porque no es mi problema, estoy a tu lado pero es tu problema, en todo caso en lo que puedo colaborar yo desde la escucha, desde la claridad que puedo poner para sintetizar, para ayudarte a clarificar cual es tu dificultad o tu problema.
Puedo con esta actitud y con este discurso darte una vez mas las herramientas que están en tus manos para resolver el problema que es tuyo, esta es la capacidad del que educa.
El que educa tiene que facilitar en el educando la posibilidad de resolver lo que debe resolver en el proceso educativo, mostrándole que en sus manos está todo para encontrar la verdad que busca y la respuesta al problema que tiene.
Dadas las herramientas aprendidas, en el educando están las respuestas, educar es sacar de adentro, es meter las manos en las entrañas y poner a la luz lo que se va aprendiendo, lo que se va encontrando como verdad.
Esta posibilidad de ir de este modo sobre la vida nos ayuda a decidirnos y a salir del “¿qué hago?, ¿esto o aquello?”.
Cuando estamos en ese lugar de la indecisión corremos el riesgo de pasarnos horas, por no decir días, meses o años, dándole vuelta a la historia, no dando un paso sobre la verdad de las cosas, por el miedo, por la angustia que genera la incertidumbre, por el temor al fracaso, por la mirada de los demás o por temor al qué dirán, y te podés pasar la vida en la indecisión de ciertas cuestiones que hace tiempo deberías decidir y no decidís.
Debe ser con serenidad pero con determinación, la determinación no nace de un impulso de pasión que guía, sino de una capacidad de ir con discernimiento sobre los opuestos, que es habitualmente donde se plantea la indecisión, hasta lograr encontrar el punto de decisión donde todo se integra y donde los opuestos dejan de ser opuestos, uno de ellos se ubica detrás de lo que verdaderamente convenía y todo se integra detrás de ese que nos marca rumbo.
En clave de discernimiento, San Ignacio de Loyola enseña en la segunda semana, una regla desde donde favorecer el sentir interior para tomar una decisión, sin dejarse confundir, sobre todo cuando se entra en segunda semana, como se llama, donde el buen espíritu y el mal espíritu consuelan, como si hasta aquí entendíamos que el buen espíritu consolaba y el mal espíritu dejaba desolación, el ángel de la luz también tienta, y a veces la confusión viene por esto, porque aparentemente todo está bien y cualquier cosa que yo haga estaría bien, y puedo elegir una cosa u otra y no está mal.
Cuando estamos en esta línea lo mas fácil es que permanezcamos bajo las influencias, o de falsas razones que quieren justificar lo que no está bien, o también impulsado por el espíritu del mal, que te dice algo que te da gusto, placer, una cierta consolación, pero que si das un pasito mas allá te encontrás con el precipicio donde te estaba esperando, a la vuelta de la esquina, con un palo para dártela.
Por eso hay que andar permanentemente en actitud de discernimiento interior, porque el mal espíritu también puede querer consolar.
¿Cómo hacemos entonces para elegir?, no solamente para decidir, sino para elegir lo que Dios quiere, que es mucho mas que tomar una buen decisión.
¿Ahora que hago?, ¿por dónde sigo?, ¿voy o me quedo?, ¿digo o no digo?, pienso las consecuencias que se siguen de una palabra o de otra, sumo y resto, y todavía no termino de decidir, porque las cosas están como muy parejas.
La indecisión se plantea en el corazón cuando entre las opciones que tengo ninguna termina por prevalecer sobre la otra, y entonces mi interior no puede terminar de optar por aquello que verdaderamente mas conviene.
Ignacio de Loyola, en lo que hace a esta opción, a lo de todo los días y particularmente a lo que refiere a la opción de vida, muestra un modo de discernimiento en la segunda semana y dice así: “Se podría presentar un día durante una o dos horas de oración a Dios nuestro Señor, una parte de lo que tengo por hacer, una alternativa de elección y otro día durante otras horas de oración la otra parte, el otro costado de lo por hacer y observar, ver a dónde le da mas señal Dios nuestro Señor de divina voluntad, como quien presenta diversos manjares a un príncipe o Señor y observa, ve cuál de ellos le agrada más, por ahí está lo que hay que hacer”.
¿Cómo son estas señales que llegan del cielo ante una opción u otra?, el Padre Fiorito dice:
“La señal, hoy diríamos signo, podría ser una especie de consolación interior”
.
Concretamente vos decís, tengo la posibilidad de viajar, pero también tengo la posibilidad de quedarme, ¿será que tengo que viajar o no viajar?, si analizas la situación familiar hay algo que te dice que podés ir, pero cuando afinás la punta sobre tu análisis, te das cuenta que hay algunas cositas que te dicen que tal vez no convenga, cuando ves la oportunidad que se te da de viajar hay un montón de cosas que suman para tu viaje, tu desarrollo personal, tu despejarte, tus posibilidades concretas de ahondar en una determinada cultura que enriquece tu vida, ¿viajo o no viajo?.
Hay un punto donde vale la pena detenerse, nada de lo que nosotros hacemos está lejos de la voluntad de Dios, Dios participa en todas y cada una de nuestras cosas, también en este viaje que estás pensando, ¿en qué consistiría tomar la decisión según lo que dice San Ignacio?, dedícale un día a poner el no viaje en las manos de Jesús y fijate que viene de ese no viajar, de quedarte con los tuyos.
En realidad la propuesta no sería viajar o no viajar, sino viajar o elegir quedarme en casa, es entre dos opciones qué tengo que elegir, ¿qué conviene que elija?.
Lo que esta queriendo decir San Ignacio, es que cuando yo le pongo al Rey esta posibilidad de viajar y esta posibilidad de no viajar, seguramente en el sentir de un día entregado a no viajar o elegir quedarme, y un día todo entregado a viajar e irme, Dios me va a mostrar en consolaciones y en signos concretos qué es lo que quiere Él que yo haga.
También dice Ignacio: “ojo, porque el que calla otorga”, en este discernir en Dios a veces no hay un signo claro, concreto, por una cosa u otra, sino un nada pero en paz, ninguna señal pero tranquilo, sin que haya conflictividad ante la opción que tengo que tomar, entonces, dice San Ignacio, aquí se cumple lo que solemos por allí decir jurídicamente ante un conflicto, el que calla otorga.
Entonces puedo tomar esa decisión, que he puesto bajo un día de consideración por este lado.
Si estas ante una situación ante la cual no sabes que decidir, si no ves con claridad que conviene hacer, si no ves con lucidez por donde Dios te quiere llevar, si por este camino de la derecha o aquel camino de la izquierda, entonces presentale a Dios por un día o por unas horas el camino de la derecha, y allí, dice Ignacio, si vienen consolaciones, serenidad, paz y algún signo concreto externo que habla de que conviene ir por allí, no tengas miedo y metete, caminá por ese lugar; si al presentar el camino de la izquierda, al mismo tiempo percibís que la cosa viene media turbia y cuando pensás en esto te falta paz, empiezan como a sacudirse distintas olas, hay lío cuando la planteas en Dios y empezás a ver que los movimientos por fuera y por dentro son medios turbulentos, mas vale apartate de ese lugar.
Los caminos que recorremos todos los días son los que Dios sueña para nosotros, y es posible elegirlos, son los que Dios espera para nosotros y es posible optar por ellos, se puede salir de la indecisión, del no saber que elegir cuando en Dios lo discernimos de este modo tan concreto, tan práctico, tan hondo y tan profundo en Dios que nos enseña San Ignacio de Loyola en las reglas de discernimiento de la segunda semana.
Esta regla de discernimiento para la elección, no es solamente para saber que hacer, sino para hacerlo en Dios, porque a veces lo que Dios hace, es terminar de confirmar lo que uno por otro camino ha entendido, razonando los hechos, pensando en las consecuencias que siguen en la decisión a tomar, y descubriendo que continuar, por un lado tiene una determinada consecuencia y elegir tal camino tiene otra y que cae de maduro que conviene tomar tal o cual opción, pero una cosa es decidir uno por uno, suelto de razón, de entendimiento y de prudencia, y otra cosa es decidirlo en Dios.
La ventaja que da esta regla de discernimiento es que yo decido lo que tengo que decidir en Él, y decidir en Él no es solo decidir apoyado en Él, como quien dice justificado en Dios, sino inspirado, sostenido, guiado y fortalecido en Dios.
Esta regla de discernimiento para elegir, para salir de la indecisión y saber como hacer opciones nos permite crecer en libertad en Dios, lo que decimos es: “pongo una situación en las manos de Dios y espero que de ahí vengan las mociones”, que vengan, si viene tribulación, desolación, tristeza, angustia o desazón no es lo que tengo que hacer.
Si pongo el otro costado de la elección y de ahí viene consuelo, paz o fortaleza, aunque sea difícil, una gracia que me sostiene, una luz que me ilumina y signos externos que confirman lo que tengo que hacer, entonces en ese lugar tomo la decisión.
¿Por qué dice Ignacio esto?, porque en los tiempos de consolación habitualmente es el buen espíritu el que guía, y en los tiempos de desolación es habitualmente el mal espíritu el que conduce, no podemos tomar cualquier camino, Dios inspira en un sentido y en otro no se mete, no es Él que guía y si no es Él, mas vale no seguirlo.
Ofrezco las alternativas del camino y las pongo en manos de Él, si al ofrecer una alternativa del camino me viene esa luz, ese gozo, esa paz, esa serenidad, esa certeza interior, aún cuando lo que tenga que afrontar sea complicado y difícil, un sentimiento hondo de humildad, una inspiración que me dice vas a poder, no tengas miedo, yo estoy con vos, en palabras o en una movida interior que esto mismo me expresa, sin palabras pero en un sentir que en ese orden conduce, entonces andá yendo por ese lado, que además, si viene confirmado por algo externo, por algún hecho que así lo dice y lo confirma, metete tranquilo por ese callejón, que aunque al principio parezca que trae racionalmente algunas dificultades, estas rápidamente se disipan por aquella inspiración de paz, de gozo, de alegría, de serenidad, de confianza, de certeza y de aliento que Dios te da para ir por ese costado, donde el camino, aun cuando racionalmente te indique algún peligro, en Dios es posible.
Si por otro lado, ofrecés por un día o por unas horas la otra alternativa, y de ella recibís palos, cuando pensás en eso pensás “es imposible, no voy a dar, no voy a poder”, pero vos te das cuanta que no nace de tu naturaleza, sino que empieza a haber como una movida alrededor tuyo y desde dentro tuyo que supera lo que hubieras pensado, porque lo has puesto en manos de Dios, pero del otro lado no recibís señal, sino en todo caso viene la tribu, los indios con todos los caciques a hacerse cargo de tu historia, como buen soldado que sos, agarrá para otra parte que no es por ahí donde tenés que enfrentar la lucha, llevás la de perder.
De esto se trata, este es el discernimiento para elección que propone San Ignacio en la segunda semana, en esto hay que ir despacio, porque el mal espíritu también puede consolar, ¿cómo me doy cuenta?, te hace querer dar un paso mas allá de lo que podes dar, el mal a veces busca apurar las cosas, porque si no puede llevarse todo por lo menos quiere quedarse con una parte, no se trata solo de decidir lo que hay que decidir, sino desde donde decidirlo, que es como un costado un poco sutil.
Cuando las cosas son de Dios todas van ocurriendo en su término y en su tiempo, todas quedan dentro de un contexto saludable y los conflictos de alrededor desaparecen, si el mal no puede con todo al menos se va querer llevar una parte.
Por eso no es solamente que decido, sino con que espíritu decido lo que tengo que decidir, las decisiones importantes además de decidirlas en claridad y de tener la claridad para decidirlas hay que orarlas, hay que decidirlas orando, y en la oración ir encontrando el espíritu que alienta la decisión que tengo que tomar.
Padre Javier Soteras
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