No juzgues ni critiques: domina tu lengua y tu corazón

lunes, 23 de junio de 2025

23/06/2025 – Jesús nos invita a no juzgar y a revisar primero nuestro propio corazón antes de señalar al otro. Una reflexión profunda sobre los pecados de la lengua, la crítica, y el llamado a vivir en caridad y justicia.

Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

1. Una advertencia de amor: no juzgar a los demás

Jesús nos conoce y sabe cuán fácil nos resulta criticar a otros. A menudo juzgamos sin conocer del todo a la persona, olvidando nuestros propios defectos. Él nos invita a mirar primero nuestro corazón antes de señalar a los demás.

Criticar es sencillo, pero no es evangélico. El verdadero seguimiento de Jesús implica mirar con misericordia, practicar el respeto y vivir la caridad, incluso en nuestras palabras y pensamientos.

2. La lengua: un pequeño órgano con gran poder

San Santiago lo decía con fuerza:

«La lengua es un fuego… con ella bendecimos a Dios y maldecimos al hermano.» (cf. Stgo 3,5-10)

La crítica, la murmuración, la exageración o la calumnia pueden destruir relaciones, familias y comunidades. ¡Qué fácil es dejarse llevar por la queja o el juicio! Pero la lengua también puede edificar, consolar, unir y sanar.

Dominar nuestra lengua es una señal de madurez espiritual. Quien controla su lengua, crece en santidad.

3. El mayor mandamiento y el daño que hacemos

Jesús nos dio un mandato claro: “Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo”.
Cuando criticamos, hablamos mal o juzgamos al otro, violamos este mandamiento fundamental. Dañamos la dignidad del prójimo, hecho a imagen de Dios.

El Catecismo enseña (n. 2487) que, aunque hayamos sido perdonados, tenemos el deber de reparar el daño causado, especialmente cuando afecta la reputación del otro.

4. Revisión personal y conversión

Dominar la lengua es un acto de conversión. Nos exige frenar el impulso de hablar mal, callar cuando no tenemos caridad en lo que decimos, y revisar nuestras intenciones.

«Rezar es ponerse bajo la luz plena de Dios y decir con humildad: ‘Tú eres Dios y yo soy hombre.’”

Cuando vivimos así, nuestra palabra se vuelve bendición. Y desde allí comienza una vida más auténtica, más humilde y más libre.

Para meditar hoy:

¿Qué puedo hacer para sanar con mi lengua y hablar con más amor?

¿He juzgado a alguien en estos días?

¿Qué palabras mías podrían haber herido o dividido?

Enontrá aquí una oración para quitar las vigas que muchas veces tapan nuestros ojos y entorpecen nuestra mirada.

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