16/09/2025 – Cada septiembre, Salta se convierte en escenario de una de las celebraciones religiosas más significativas del país: la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro. Esta conmemoración, profundamente arraigada en la identidad salteña, trasciende fronteras y convoca a peregrinos de toda la Argentina y de países vecinos, que llegan para renovar un pacto de fidelidad transmitido por generaciones.
La historiadora salteña María Irene Romero explica que este acontecimiento no puede comprenderse sin recordar el origen de la imagen central: “efectivamente no se puede hablar sin esta presencia potente de nuestro Señor del Milagro. Una imagen que fue donada por el primer obispo del Tucumán”. Se trata de Fray Francisco de Victoria, quien hacia 1592 hizo llegar a Salta la figura del Cristo Crucificado que aún hoy se venera.
«Lo que no se tiene muy en claro y los testimonios no son demasiado fehacientes, es cómo llegan dos cajones flotando a la costa del Callao, en Perú», relata la profesora. Uno de ellos indicaba que contenía una Virgen del Rosario para el convento de Córdoba, y el otro un Cristo crucificado para la iglesia matriz de Salta.
Luego de su hallazgo, se da aviso a las autoridades civiles y religiosas, y todo deriva en un acontecimiento de gran importancia. Con todo el lucimiento que podía tener el mundo colonial, llevan los cajones en procesión y luego de abrirlos muestran al pueblo su contenido y disponen las imágenes para su veneración. Después, como está indicado, son trasladadas a Salta y a Córdoba respectivamente.
Pero la historia tiene un punto de quiebre en 1692, cuando un fuerte terremoto sacudió la región de Esteco, con réplicas en Salta. En medio de la angustia, los fieles comprendieron que debían sacar en procesión al Cristo olvidado en la Iglesia matriz. Desde entonces, cada 15 de septiembre la procesión se convierte en el momento central de la celebración, recordando aquel primer pacto de fe y gratitud.
La fiesta no solo convoca a miles de salteños, sino también a peregrinos que recorren a pie largas distancias desde distintos puntos del país. Muchos comienzan su camino semanas antes, atravesando montañas y pueblos, sostenidos por la hospitalidad de las comunidades que los acompañan. La profesora Romero destaca el sentido de pertenencia que esto genera: “es una promesa que se hace desde ese 15 de septiembre de tener esta presencia activa en las calles, además de las novenas y de todas las instituciones que participan”.
Hoy, más de cuatro siglos después de la llegada de la imagen, la Fiesta del Milagro sigue siendo un símbolo de fe viva y de unidad. Salta entera se viste de gala, las campanas repican y el pueblo reafirma, una vez más, que su historia y su identidad están profundamente marcadas por este acontecimiento espiritual.
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