Empatía y acción: la vocación de la enfermería según Natalia Bauman

jueves, 20 de noviembre de 2025

20/11/2025 – En el marco de la celebración del Día de la Enfermería, conversamos con Natalia Bauman, referente en la disciplina, sobre la vocación, la formación profesional y los desafíos cotidianos que enfrentan. Sus palabras invitan a reflexionar sobre el papel de estos profesionales, quienes encarnan el acompañamiento y el cuidado integral en los momentos cruciales de la vida.

La figura del enfermero es central en el esquema de salud. Lejos de ser un rol secundario, su tarea requiere una profunda conciencia de sus capacidades y responsabilidades. Al respecto, Natalia Bauman confirma que «los enfermeros somos conscientes de todas esas funciones y los desafíos que tenemos día a día en nuestros ámbitos laborales, ya sea en los hospitales, ya sea en la parte privada o en la comunidad misma». Estos profesionales, formados en ámbitos universitarios, incorporan activamente la ciencia en su quehacer diario, enfrentando desafíos que los involucran plenamente.

La formación de un enfermero es un proceso riguroso y completo. No se limita a lo técnico, sino que aborda al individuo de manera holística. «Nosotros nos preparamos profesionalmente en forma íntegra porque al individuo y a esa familia no la vemos aisladamente, sino la vemos integralmente, la vemos holísticamente con todas sus dimensiones», explica Bauman. Esto incluye una visión de la persona a nivel físico, psicológico y espiritual. La currícula integra materias disciplinares con aportes de otras ciencias como la antropología y la farmacología.

Un aspecto clave en la formación actual es la gran carga práctica. Los estudiantes de enfermería entran en contacto con el individuo y su familia desde el primer semestre, combinando la experiencia hospitalaria con el trabajo en áreas de simulación. Además, la responsabilidad social universitaria impulsa a los futuros profesionales a realizar actividades en terreno comunitario, interviniendo en merenderos, fundaciones y escuelas con el foco puesto en la prevención, promoción y educación para la salud. Esto les permite aplicar los conocimientos teóricos a la práctica en la comunidad.

La dimensión humana del cuidado es incuestionable. El enfermero es a menudo quien brinda «la palabra, la mirada, el cariño» y se convierte en una fuente de seguridad y contención. Bauman se refiere a este aspecto como los «cuidados invisibles»: «Este gesto, la mirada, ponerle la mano, ponerle la escucha, en realidad no está nomenclado… pero son cuidados invisibles que nosotros lo hacemos indirectamente y a veces directamente». Esta labor, que implica una fuerte vocación de acompañamiento, es un trabajo arduo, con horarios rotativos que demandan una gran entrega personal, a menudo sin el reconocimiento económico o de condiciones laborales adecuado.

Frente a las situaciones de vulnerabilidad, conflicto o falta de reconocimiento, la compasión se erige como el motor de la resiliencia del enfermero. «Nosotros los enfermeros trabajamos mucho trabajar más que desde la empatía, desde la compasión», sostiene Bauman. Esta compasión es definida como «empatía más accionar». Se trata de ir más allá de ponerse en el lugar del otro para ofrecer una respuesta concreta, trascendiendo el mero sentimiento para brindar soluciones y estrategias de cuidado, reafirmando así la dedicación que convierte a estos profesionales en verdaderos custodios y servidores de la vida, tal como los define el Papa Francisco.

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