La flota pesquera de China en Chile: de Iquique y Arica a la milla 201

miércoles, 26 de noviembre de 2025

26/11/2025 – La expansión de la flota pesquera de origen chino en Sudamérica ha generado un fenómeno complejo, directamente vinculado a la pesca ilegal y no reglamentada. Esta actividad, que atraviesa toda América Latina según el análisis de Bruno Tondini, presenta un desafío en la región del Pacífico Sur. Recientemente, puertos chilenos como Iquique y Arica han emergido como centros de apoyo logístico para estos buques, ubicándose en una zona cercana a un frente marítimo en disputa con Perú.

El cambio en la dinámica portuaria se dio ante el cese de colaboración por parte de Perú. El gobierno peruano impuso la obligatoriedad de que los navíos se adhirieran a un sistema de rastreo propio, una condición que China no permite bajo su bandera. En consecuencia, las posibilidades de ingreso a puerto peruano cayeron a cero para estos buques. Tondini explica que en esta área se disputan «millones de dólares» y señala que la zona más allá de la Milla 200, denominada M, «no tiene en principio todavía total protección internacional porque es zona internacional».

Esta problemática se extiende al Atlántico Sur, afectando el litoral marítimo argentino con dos especies clave: la merluza negra y el calamar. La merluza negra es una especie fuertemente controlada, y se han registrado multas significativas por capturas ilegales. Por otro lado, la pesca del calamar ilegal en la Milla 201 —un límite donde la zona es un poco gris— es un tema combatido por Argentina hace más de 40 años. La técnica de atraer al calamar con luces hacia esa zona es visible en «fotos satelitales [que] realmente es preocupante», comenta Tondini.

Los problemas derivados de la pesca ilegal son de triple naturaleza. En primer lugar, se afecta la cadena natural. «Si yo mato un pescadito, después el que se alimenta ese pescadito no puede vivir. Entonces destruyo la cadena alimentaria», sintetiza el experto, poniendo como ejemplo el caso del calamar Ilex y la merluza negra, de los que dependen otras especies.

En segundo lugar, se presenta el tema del trabajo ilegal. Según Tondini, muchos armadores reclutan personal «prometiéndole cosas que después no cumplen, trabajando turnos de 20 horas, pagándoles este medio salteado» y con escasa asistencia de salubridad. En tercer lugar, se debe considerar la «cantidad de capitales que hay dando vuelta», ya que estamos hablando de más de 3.000 buques entre el Atlántico y el Pacífico Sur, cuya logística y combustible deben ser sostenidos.

Frente a este escenario, los nuevos acuerdos internacionales son un camino de control. Uno de ellos es un acuerdo de biodiversidad que va más allá de la Milla 200 y que facultaría a los estados a ejercer mayor control. El segundo acuerdo, que entrará en vigencia a fin de año a través de la Organización Mundial del Comercio, «va a penalizar claramente aquellos estados que subsidien estas empresas que se dediquen a la pesca ilegal». Bruno Tondini concluye que «el mar es algo que no miramos», y recuerda la extensión de 5 millones de kilómetros cuadrados de superficie marítima que Argentina debe controlar, un tema que «no es menor».

Fuente: Vatican News.