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Hacer la voluntad de Dios significa que el querer de Dios y el nuestro sea el mismo
miércoles, 26 de septiembre de 2007
Jesús convocó a los doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para sanar las enfermedades y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos diciéndoles: no lleven nada para el camino ni bastón, ni provisiones ni pan ni dinero ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen hasta el momento de partir. Si no los reciben al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies en testimonio contra ellos. Fueron entonces de pueblo en pueblo anunciando la buena noticia y sanando enfermos en todas partes.
Lucas 9, 1 – 6
Cuando nosotros compramos un aparato electrónico por ejemplo un teléfono celular, siempre el aparato viene acompañado de un manual de instrucciones para el uso, en donde se nos habla de las funciones del teléfono por ejemplo, se nos dan recomendaciones, una tabla en la cual está descrito el problema que puede tener y las posibles soluciones, etc. Sin el manual de instrucciones nosotros somos incapaces de usar una cosa complicada como un teléfono celular.
Mucho más si se trata de un aparato más complicado, de una computadora o de un motor. Siempre ese tipo de cosas viene acompañado de un manual de instrucciones. Usando ésta comparación hay que decir que el Evangelio es el manual de instrucciones para el hombre.
El hombre viene acompañado si quieren de su manual de instrucciones que es el Evangelio y entonces el Evangelio es el manual de instrucciones para la felicidad. Porque nunca nadie ha sido infeliz por aplicar a su vida las instrucciones evangélicas. En cambio muchas personas tarde o temprano han debido reconocer que la causa de su infelicidad y de la infelicidad de los demás se debe a no haber aplicado esas instrucciones que nos trae Jesucristo.
Jesucristo nuestro Señor no vino al mundo a predicar una doctrina abstracta, una teoría abstracta, un sistema abstracto de valores sino a darnos la curación, a devolvernos la salud del cuerpo y del alma, del alma principalmente, pero también del cuerpo como lo vemos en el Evangelio del día de hoy cuando nuestro Señor envía a sus apóstoles a proclamar el Reino y sanar a los enfermos dándole poder sobre las enfermedades y es importante entender que los efectos de la Gracia del alma deben ser semejantes al de los medicamentos para el cuerpo.
Es por los frutos por los que se conoce el árbol. Entonces la paz interior, la alegría, el juicio recto, el amor, la modestia, la paciencia, etc, son esos frutos para la salud del alma que siempre proceden de la Gracia del Evangelio que es como un manual de instrucciones para la existencia humana que es un misterio, es algo más complicado que un teléfono celular o cualquier otro aparato que no posee vida y mucho menos vida espiritual
Es decir que al conocimiento del Evangelio debe seguir la aplicación porque no se trata de reflexionar acerca de las verdades sino de aplicarlas sino sería tan absurdo como si durante un incendio en lugar de tirarle agua al fuego empezaríamos a reflexionar sobre la naturaleza abstracta del agua o alguna cosa de tipo científica cuando lo que hay que hacer es usarla al agua. Nosotros tenemos que usar el Evangelio porque Jesús vino a ayudarnos. Hoy en las librerías abunda una gran cantidad de literatura llamada de autoayuda para sentirse bien, tener éxito, vivir sin estrés, lograr una alta autoestima, superar la depresión, tener amigos, etc.
También abunda hoy la literatura de tipo oriental, prácticas de meditación, de relajación, de concentración, etc. Sin embargo solo el Evangelio de Jesucristo puede dar una respuesta acabada al misterio de la vida humana y solo el Evangelio puede dar a la vez una respuesta teórica y práctica que ilumine la inteligencia, que sane las heridas, que encienda el corazón en Amor, porque el amor en definitiva es lo que nos hace a nosotros sentirnos felices y ponernos al servicio de los demás y olvidarnos un poco de nuestros problemas.
El Evangelio fortalece la voluntad y nos capacita a realizar el bien. Es por eso sin hacer un juicio crítico acerca del todo tipo de literatura tan de moda y que un poco manifiesta la necesidades espirituales o psicológicas del hombre moderno. Me refiero a éste tipo de libros de autoayuda. Debemos ser concientes que la mejor ayuda es la verdad.
La verdad os hará libres
dice Jesús. Y muchas veces la verdad está o siempre en ponernos cara a cara de frente a Dios y reconstruir nuestra vida a partir de una relación personal con Jesús.
Este es un aspecto de éste texto del Evangelio de San Lucas. Otro aspecto es el hecho de la misión que es necesaria porque el Evangelio debe ser anunciado:.como tendrán fe, dice San Pablo, si nadie les predica, entonces Jesús nos encomienda a nosotros el anunciar el Evangelio, a nosotros, me refiero a todos los bautizados y no solamente en la iglesia, principalmente en la casa, a nuestros hijos.
Siempre ser testigos del amor de Dios manifestado en Jesucristo, no importa a que nos dediquemos. San Francisco Javier estando en el Lejano Oriente escribió una hermosa carta a San Ignacio diciéndole que muchas veces viendo las necesidades de los misioneros tenía ganas de irse a Europa a recorrer las universidades y leo la carta cuarta y quinta de San Francisco Javier, dice el: me mueve el pensamiento de ir a los estudios de las universidades de Europa dando voces como un hombre que tiene perdido el juicio, principalmente en la Universidad de Paris diciendo en la Sorbona, los que tienen más letra que voluntad.
El hecho de no ser sacerdote, de no ser religioso, no estar en un grupo comprometido sino tener nuestro trabajo, tener una vida normal, pacífica, tranquila como debe ser no nos excusa de ser misioneros. Debemos ser misioneros y aplicar a nuestra vida y ayudar a descubrir esas instrucciones para el uso, para la existencia humana, para la felicidad del hombre que es el Evangelio.
Hoy la Iglesia celebra a los santos Cosme y Damián que son los santos patronos de los médicos, de los farmacéuticos y de los dentistas. Ellos fueron médicos y tuvieron la fuerza de curar enfermedades no solamente por la ciencia médica que poseían a su modo en su tiempo porque ellos padecieron el martirio en el año 300 sino por una fuerza milagrosa que le concedió Nuestro Señor como se las concedió a los apóstoles como hemos leído hoy en el Evangelio de San Lucas.
Los Santos Cosme y Damián los hemos sentido nombrar porque figuran en el Canon de la Misa, en el Canon romano. Son llamados los no cobradores en la Iglesia Oriental porque ellos no recibían dinero de sus pacientes pobres. Eso es también una buena ocasión para reflexionar acerca de la identidad y la misión del médico cristiano y su relación con el enfermo y el respeto a la integridad del enfermo, temas muy actuales de bioética y de la identidad del médico cristiano.
Acerca de ello se muy poco, pero a pesar de lo poco que sabemos acerca de la vida y la muerte de los santos hermanos Cosme y Damián, no nos impide tenerle una profunda devoción. La Iglesia les tiene realmente una gran devoción a éstos santos y en Roma se construyeron muchos templos en honor a Cosme y Damián, también en Oriente, en Constantinopla. Basílicas fueron construidas en honor de los Santos Cosme y Damián a pesar de que sepamos muy poco, lo poco que sabemos nos lo transmite un antiguo libro que después fue recopilado en el siglo XVI que se llama el Martirologio Romano que es el elenco de los santos que no existía al principio porque cada Iglesia particular tenía su martirologio, sus mártires, sus santos y después en el siglo XVI el Papa decide hacer la recopilación de todos los santos que celebra la iglesia universal y eso se llamó el martirologio romano que después tuvo muchas ediciones. La última fue en el 2001. En esa última edición hay 6538 voces.
Es decir 6538 celebraciones de diversos santos divididos en ciertas categorías porque hay santos pastores, obispos, mártires, doctores, misioneros, confesores, presbíteros, vírgenes, laicos, etc. Cada santo tiene su carisma. En el caso de los santos que celebramos hoy el carisma es el martirio porque fueron martirizados según el martirologio romano.
Fueron martirizados en la época del emperador Dioclesiano. El martirologio romano fue el primer libro que se editó en la primera imprenta que existió en el territorio de la actual República Argentina y también es curioso saberlo que fue esa primera imprenta en el año1700 en lengua guaraní. El primer libro impreso en el territorio de la República Argentina fue en una imprenta de las misiones jesuíticas en lengua guaraní y fue el Martirologio Romano.
La imprenta llegaría muchos años después a Córdoba primero y después a Buenos Aires. Dice el Martirologio Romano en Egea, ciudad de Asia Menor, los dos santos hermanos Cosme y Damián en la persecución de Dioclesiano sufrieron diversos tormentos pues como hubiesen sido cargados de cadenas arrojados a la cárcel, pasados por el agua y por el fuego, crucificados, sin experimentar daño alguno por el auxilio divino, acabaron siendo decapitados hacia el año 300. Las diversas biografías de los santos que recogen elementos de otras fuentes hablan de que Dioclesiano envió a matar a éstos santos hermanos médicos y que Dios los libró del tormento del martirio y finalmente fueron decapitados.
Acerca de la decapitación de los santos Cosme y Damián también hay elementos curiosos que quizás valga la pena mencionar porque manifiestan la rica historia de la Iglesia. Hay en Alemania una ciudad, Essen, que en el escudo de ésta ciudad está dibujado una espada y nadie sabe en realidad que es esa espada. De un lado está dibujado el águila con dos cabezas que es el símbolo de Alemania y después una espada.
En la Catedral de esa ciudad se encuentra una espada con un grabado en latín que dice “ la espada con la que nuestros patronos fueron decapitados” resulta, según la tradición, que la espada con la cual fueron decapitados éstos santos médicos fue llevada a ésta ciudad y hasta el día de hoy se conserva en el tesoro de la Catedral esa espada. Es por eso que en el escudo de la ciudad hasta el día de hoy en la Europa secularizada que se resiste a reconocer sus raíces cristianas está el símbolo de la espada de los santos Cosme y Damián.
Los dos hermanos gemelos Cosme y Damián, médicos de profesión, nos dice San Gregorio, después de hacerse cristianos espantaban las enfermedades por el solo mérito de sus virtudes y la intervención de sus oraciones, coronados tras diversos martirios se juntaron en el cielo y hacen numerosos milagros porque si algún enfermo acude lleno de fe a orar sobre su tumba al momento tiene curación. Muchos refieren que éstos santos se aparecen en sueños a los enfermos indicándoles lo que deben hacer y luego se curan. San Cosme y San Damián son los santos patronos de los médicos, farmacéuticos y dentistas.
Catequesis del Padrenuestro
Seguimos con el comentario del Padre Nuestro:
hágase tu voluntad.
Hace unos días un oyente me llamó preguntando sobre la naturaleza del mal. Yo hablé sobre el mal y el me dijo un comentario cierto, que el mal es la ausencia del bien. Si es verdad, la ceguera es la ausencia de la vista.
El mal, dijo uno, es como los agujeros del queso. Es la privación del bien. Es por eso que el mal, dice la filosofía cristiana, no tiene una esencia propia no es una sustancia, como creían los antiguos maniqueos: que el mal es el cuerpo o los comunistas que creen que el mal es la propiedad privada. Existe todo tipo de maniqueísmo.
Esto es el mal. El mal no tiene esencia, no tiene bandera sino que el mal es la privación del bien. De todo bien necesario, como la ceguera es la privación de la vista pero tampoco vamos a llegar al extremo de afirmar que la ceguera no existe. Existe. Sino pregúntenle a un ciego. Existe la ceguera. No es algo positivo. Es la privación de la vista, pero existe.
Por otro lado hay que tener en cuenta que el mal no es un principio pasivo sino activo. Es decir no es solamente la ausencia. Es por eso que nuestro Señor termina ésta oración diciendo
líbranos del mal
y algunas traducciones dicen líbranos del maligno. Es decir el mal no es algo, es alguien. Según el relato del Génesis el mal está personificado en la serpiente.
Líbranos del mal significa líbranos del maligno. Es por eso que no debemos pensar que cuando crece el bien, el mal desaparece. Así como cuando nosotros prendemos una luz inmediatamente desaparecen las tinieblas. Un filósofo pensaba en su juventud con demasiado optimismo que el mal consiste en la debilidad del bien y entonces cuando el bien se hace fuerte el mal desaparece. En realidad no es así. El mal es un principio activo y en realidad cuando crece el bien, el mal también se fortalece. Es por eso que los santos cuando empezaron sus obras han sufrido muchas tribulaciones fuera y dentro de la Iglesia, persecuciones. ¿porqué? Porque cuando crece el bien hay una fuerza mayor que se opone y quiere destruir.
Entonces el mal no es simplemente la debilidad del bien sino que es un principio activo que según la historia de la salvación tiene una línea marcada cuya conclusión está descrita en el libro del Apocalipsis en esa guerra entre San Miguel, el príncipe del ejército celestial y las otras fuerzas. Así que el tema del mal es un tema muy difícil, muy complicado, muy profundo pero gracias a nuestro Señor nosotros sabemos esto de que el mal consiste en la privación del bien es muy importante para no hacer del mal una cosa, no identificar el mal con algo. Sin embargo es un principio activo y también es alguien
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
. Acerca del cielo tenemos el mundo angélico y los santos que no es una casualidad que nosotros hablemos de los santos porque son los ejemplos que la iglesia nos propone del cumplimiento de la voluntad de Dios. Hay como una lógica en éstas tres primeras peticiones:
santificado sea tu nombre, vengas a nosotros tu reino, hágase tu volunta.
Lo primero es el amor, después el deseo, después la unión de las voluntades.
Esa es la psicología del acto humano. Uno primero se despierta del sueño, se enamora, descubre al otro, descubre la felicidad, el sentido de la vida, es iluminado.
Entonces surge el amor como cierta atracción del bien. Veo que es bueno esto. Santificado sea tu nombre. Es decir el amor a Dios. Después del amor le sigue el deseo. Yo quiero que esto se realice. No se todavía como. No se si cumpliendo la voluntad de Dios se realiza mi deseo pero después del amor surge el deseo del amado, el deseo de estar unido al amado, de estar con el.
Entonces digo venga tu reino y luego descubro el modo concreto en el cual éste reino viene a éste mundo que es cumpliendo la voluntad de Dios. Entonces digo hágase tu voluntad. Entonces esos tres momentos de todo acto humano y de amor, de deseo concreto y en particular en relación a nuestra relación personal con Dios están como descritos en éstas tres peticiones.
Al decir santificado sea tu nombre expreso el amor, la iluminación, después venga tu reino, el deseo y la realización, hágase tu voluntad. Surge entonces el problema de cómo conocer la voluntad de Dios porque siempre está el peligro de la ilusión, de las falsas espiritualidades, de los falsos caminos, de las sectas en el supermercado espiritual que se llama hoy. Que uno dice donde está la verdad, como discernir cual es la voluntad de Dios y realmente hace falta en éste tipo de tema mucha sobriedad, mucha moderación, mucho discernimiento porque hay una devoción que no es según la razón dice San Pablo.
Nuestro Señor le dijo a los apóstoles
llegará un día en que todos lo que los maten pensarán estar sirviendo a Dios
fíjense la confusión a las que podían llegar las personas que pensarían estar sirviendo a Dios matando a los servidores de Dios que eran los Apóstoles. Entonces la confusión puede ser grande y en éste sentido tenemos unas normas claras.
Evidentemente la Palabra de Dios, el Magisterio de la Iglesia, los Mandamientos, porque aquellos que están fuera de los Mandamientos de Dios no es la voluntad de Dios. Después hay una regla de oro que dice nuestro Señor:
que no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a vos
. Entonces también es una regla importante de discernimiento.
Me gustaría que me hicieran esto, me gustaría que dijeran esto de mí o que pensaran esto de mi. Entonces porque yo pienso, hago. O sea ponerme en el lugar del otro es una muy buena regla para discernir la voluntad de Dios en casos concretos, ponerse en el lugar del otro. Otra regla tan importante es el preguntarse siempre antes de hacer o decidir algo: que hubiera hecho Jesús en mi lugar. Entonces allí puedo conocer la voluntad de Dios.
También es importante tener un guía espiritual, un sacerdote que pueda darte un buen consejo porque decía un santo que el que se hace maestro de si mismo se hace discípulo de un tonto. Entonces ha ce falta tener la humildad de pedir consejo. Como cuenta la historia de un monje antiguo que buscaba la voluntad de Dios en un caso concreto y entonces al no encontrarla empezó a ayunar, después empezó a hacer penitencias, a rezar muchísimo para que Dios le descubriera su voluntad. Utilizó todos los medios ascéticos hasta el extremo porque era un hombre de una gran voluntad y Dios no le descubrió su voluntad y finalmente desesperado luego de utilizar todos los medios se le ocurrió preguntarle al monje que tengo al lado y le preguntó al monje y el monje le contestó esto es así.
Debemos buscar los medios para encontrar la voluntad de Dios. La petición hágase tu voluntad no implica que la voluntad de Dios no repugne a nuestro deseo natural porque muchas veces la voluntad de Dios no es algo agradable como muchas veces los médicos nos dan medicamentos amargos pero que nos ayudan a la salud aunque sean amargos. Entonces la obediencia a la voluntad de Dios no implica que experimentemos cierto rechazo sensible a lo que Dios nos pida y no tenemos que preocuparnos de eso porque es natural porque el mismo Jesús lo experimentó cuando en el huerto de Getsemaní oró a Dios Padre diciendo:
si es posible pase de mi éste cáliz
. Se refería a los sufrimientos terribles que tendría que pasar pero no se haga mi voluntad sino la tuya y entonces también nosotros no debemos espantarnos si la voluntad de Dios nos produce sufrimiento porque se lo produjo al mismo hijo de Dios. En la voluntad de Dios está nuestro bien. Nuestro bien real, no el aparente
Padre Eugenio Mazzeo
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