Alimentación, techo, salud y educación para comenzar a hablar de justicia

martes, 15 de julio de 2008
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Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo, forastero, enfermo, encarcelado, y no te ayudamos?.  El rey les responderá:  “En verdad les digo, siempre que lo hicieron con alguno de estos más pequeños que son mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

Mateo 25, 44 – 45

Estamos compartiendo ya la última catequesis en torno a las Virtudes Cardinales, estas que nos han ocupado estas dos semanas que han pasado. Las virtudes cardinales son aquellas que nos muestran rumbo, que nos muestran horizonte, que nos guían en el camino.

Prudencia, Templanza, Fortaleza, Justicia, son las virtudes, las fuerzas interiores y el trabajo que tenemos por delante para que nuestra vida tenga rumbo, tenga horizonte, tenga brújula. Son los puntos cardinales que nos marcan el camino.

Hoy nos dedicamos a la Virtud de la justicia. Una persona justa es la que se esfuerza continuamente para darles a los demás lo que le es debido, cumpliendo sus deberes y sus obligaciones. La virtud de la fortaleza, la virtud de la prudencia y la virtud de la templanza, en sus hábitos buenos que van construyéndolas, están orientados a la persona misma que las ejerce. Uno trabaja la templanza en sí mismo, igual que la fortaleza, igual que los actos prudentes.

Todos los actos prudentes, templados, fuertes, terminan por repercutir en el vínculo, en la relación, en el ámbito en donde uno se mueve, pero el objeto primero hacia donde se orienta cada uno de los actos, de estas tres virtudes, tienen que ver con la persona misma, uno se hace prudente consigo mismo para ser prudente en su deliberación, en su acción. Esa acción prudente que va más allá de sí mismo, que lo trasciende, supone una capacidad de trabajo en la propia persona. En cambio, la virtud de la justicia está orientada siempre a otro. Cuando hablamos de otro, hablamos de alteridad. Cuando decimos la palabra alteridad estamos pensando en alguien distinto de nosotros. La justicia supone, como objeto primero de la acción virtuosa, en el hábito bueno, repetido, que se hace virtud, a otro, a uno distinto de nosotros.

Una persona justa se esfuerza continuamente para darles a los demás, a los otros, lo que es debido, cumpliendo sus deberes y sus obligaciones. Esto sería una definición. Es un hábito la virtud de la justicia que nos permite ser mejores en el compartir con los otros los bienes que están pensados para todos. Una persona que ya vive la virtud de la justicia se esfuerza continuamente, todo el tiempo, siempre están los otros delante de su mirada para darle lo que le toca a los otros. En la medida que a el le toca administrar el bien que le corresponde a otro con lo que tiene que ver con el cumplimiento del deber, con el cumplimiento de las obligaciones de las personas y las propias, con los derechos. Y a la vez intenta que todos los demás que están alrededor suyo hagan lo mismo, es decir, que se multiplique esta virtud. ¿Sabías que el 20% de la población del mundo vive con el 80% de los recursos que son de todos? ¿y que el 80% de la población mundial sólo tiene el 20% de los recursos ofrecidos para todos? La balanza está desequilibrada y la ausencia de la paz en el mundo está directamente vinculada con esta distribución injusta de los bienes que son para todos. La paz se construye desde el orden.

El nuevo nombre de la paz y el orden nuevo de la paz se llama “justicia social”. Lo dijo ya en su momento, en Pacem in Terris, Juan XXIII, lo tomó como legado Pablo VI y lo ha repetido Juan Pablo II. La paz tiene un nuevo nombre, se llama “justicia”. Cuando la distribución de los bienes se concentra en las manos de unos pocos por avaricia, por egoísmo, por favoritismos, cuando la lógica del crecimiento de las personas está vinculada a la posesión de bienes, “uno es más cuando más tiene”, entonces se entiende que la distribución de las riquezas en el mundo sea absolutamente dispar y las consecuencias que siguen a esta disparidad, a este disparate, es justamente la ruptura del tejido social, porque los bienes que son para todos están concentrados en manos de unos pocos, y ésta lógica propia del discurso único, hegemónico, que no supone a los otros, que sólo se entiende en una lógica interna del sí mismo, es lo que hace que en el tener avaramente para más tener y más acumular vayamos construyendo ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres.

¿Dónde surge en el mundo de hoy, cuál es la razón a través de la cuál el mundo de hoy concentra muchos bienes en manos de pocos? ¿Por qué muchos tienen pocos bienes? Porque en la lógica del pensamiento capitalista que es el que sostiene el discurso único neoliberal en el mundo de hoy no hay lugar para otro sino para el individuo. Es el individualismo lo que marca las razones de ser más importante de la acumulación de bienes y del poseer como razón de ser materialista dónde la persona se explica. Tiene un contenido, un sustrato, una filosofía. Tiene una lógica, un modo de entender la realidad dónde “compartir” no forma parte de cómo se piensa, cómo se entiende, cómo se vive.

Las riquezas acumuladas en manos de pocos son el fruto de la injusticia. ¿Cómo comenzar a construir una sociedad más justa? Siendo cada vez más justos. Es decir, sabiendo administrar lo que tenemos que administrar dando a cada uno lo que le toca según su deber, según su obligación, según su posibilidad, según el llamado a crecer que las personas tienen. Esto le corresponde al estado pero también le corresponde a un padre de familia, a un educador, a un comunicador social, a un sacerdote, a un comerciante, a un fabricante, a un empresario, le corresponde también a un sindicalista y le corresponde a un obrero de la fábrica. A cada uno nos toca en el lugar donde nos corresponde administrar lo que tenemos que administrar dando de lo nuestro y dando lo nuestro como corresponde, justamente, a quienes y con quienes compartimos lo que tenemos. Puede ser tiempo, puede ser dinero, puede ser un bien material, puede ser la administración de un recurso natural, puede ser que pensemos también en la administración del bien público, que lo administra la gestión de poder democrático.

Cada uno tiene que ocupar su lugar y hacer lo que le toca. Si hacemos así y actuamos justamente, vamos cambiando la óptica de “yo hago la mía” que parece ser la única que vale en la jungla del neoliberalismo. “Sálvese quien pueda” es como el grito de liberación que suena en el corazón de las personas y cuando esto es así no existe otro y cuándo no hay otro no hay posibilidad de justicia. La justicia siempre supone otros. Que yo tenga claro que además de mi persona a la vida la comparto con otros, que aún cuándo muchos me digan que soy el pupo del mundo, no lo soy, que hay otros que comparten la vida conmigo. Esto de que soy el pupo del mundo es lo que nos vende la publicidad, que nos golpea el sistema en la autoestima, duramente, haciéndonos que nada nos alcanza para llegar a ser lo que tenemos que llegar a ser porque no tomamos ni poseemos lo que tendríamos que poseer, mientras todo ese discurso surge desde un lugar dónde se construye un modo de entender el mundo en el neoliberalismo, hay otro discurso que te dice que vos valés, que vos sos importante pero si… comprás, adquirís, consumís, y pasas a ser lo más importante y lo más valioso mientras establecés un vínculo de alianza con ese producto que se te está vendiendo, y entonces pasaste a ser lo más importante, supuestamente. Aún cuando muchos nos digan que somos eso, no lo somos. Somos lo que estamos llamados a ser con otros, sino, no somos. La posibilidad de ser lo que estamos llamados a ser es con quienes hacemos lo que tenemos que hacer.

Esa es la tarea nuestra de todos los días cuándo nos encontramos con vos. Cuando uno trabaja en equipo, como lo hacemos cada mañana en el esfuerzo de llegar con éste mensaje de fe y esperanza, desde la palabra, la música, la comunicación telefónica, el trabajo en conjunto que no se ve pero que está detrás de cada uno de los que compartimos con vos este espacio del aire, cuando trabajamos en conjunto, mancomunadamente, verdaderamente se percibe que sólo con otros podemos llegar a ser lo que estamos llamados a ser. Hagamos este mundo con otros y seguramente la justicia pondrá las cosas en su lugar y gozaremos de este don maravilloso, gracia de resurrección, el don de la paz.

La persona justa en todo momento está con los otros y piensa y se esfuerza por darle a los otros continuamente, no sólo en algunas ocasiones sino por el contrario, todo el tiempo, con voluntario esfuerzo, lo que le toca. No se es justo de vez en cuando, es como una forma de ser. De hecho se dice así de las virtudes, cuando van ganando nuestro corazón se transforman en hábitos, es como un ropaje que llevamos dentro de nosotros, que reviste nuestra vida. Se le llama segunda naturaleza, no deja para ocasiones difíciles el actuar justo sino también en las cosas más pequeñas trata de practicar esta virtud que consiste justamente en darle a los demás. Para dar a los demás se necesitan dos cosas, reconocer que la otra persona es eso, una persona, y descubrir en el otro la dignidad que tiene esta persona igual que yo, no importa su edad, su condición, es una persona, imagen y semejanza de Dios. Por eso hemos elegido el texto que abrió nuestra catequesis, el de Mateo 25, donde dice la Palabra: “Lo que le hicieron a uno de estos pequeños a mí me lo hicieron”, porque cada uno de nosotros, cada uno con los que compartimos la vida, esconde el rostro misterioso del Dios vivo.

Dicen papá o mamá,”como yo soy papá o mamá tenés que obedecerme” y esto es, ante el reclamo del hijo crecido, casi como una imposición de autoridad que no termina por reconocer en el otro quién es el otro. Cuando eso sucede los hijos no son tratados justamente. El diálogo al que tanto hemos hecho mención en estos días críticos de desencuentro a nivel nacional, está fundado justamente en este valor de dignidad de la persona. No está fundado en el ejercicio de poder de la mayoría que no supone las minorías. Justamente la democracia, el ejercicio de poder de las mayorías, es porque se entiende que las mayorías interpretan y leen al servicio del bien común a todos, incluyendo las minorías, y particularmente poniendo en primer lugar a las minorías. Esta es la razón de ser del consenso.

El consenso se construye en un diálogo que sea abierto, no impositivo de fuerzas, como si ser mayoría fuera fuerza del ejercicio de poder, de peso. Esforzarse en la virtud de la justicia por los demás con inteligencia, tratar de descubrir qué es lo que le toca a cada uno según esa dignidad de la persona, no según un valor de producción sino según ese valor de dignidad de la persona. Básicamente hay cosas que deben estar cubiertas para que la persona tenga un punto de partida en la vivencia de su dignidad, Alimentación, techo, educación, salud, son cuatro realidades que entre todos debemos buscar la manera de que a nadie le falte, aquello que hace a lo básico de su dignidad.

Se ha dicho que nuestro continente es el continente de la esperanza, pero ¿de qué esperanza podemos hablar cuándo estas realidades básicas de salud, techo, educación, alimentación, no están lo suficientemente trabajadas, saldadas? Tenemos una deuda social muy grande al respecto. Los números que hablan de esto son alarmantes. El barómetro social argentino de la deuda social argentina interna, que ha elaborado conjuntamente la Universidad Católica Argentina con un grupo de empresas, a favor de investigar, de poner el ojo, de observar qué es lo que está ocurriendo en realidad con la pobreza, nos ofrece números que no tienen que ver con esos números que aparecen por allí declamados oficialmente poniéndonos a todos casi por decreto en un bienestar que no existe. Nos muestra un costado sumamente doloroso. Es verdad que la Argentina está ante una gran oportunidad de crecimiento, ¿para cuántos? ¿para quiénes? ¿quiénes y cuántos son los que se benefician de esa oportunidad y de ese crecimiento? Suena muy lindo el discurso de la distribución de la riqueza pero no puede ser bajo el signo de la dádiva clientelista política. Ochocientos mil jóvenes en el cono urbano bonaerense ni estudian ni trabajan. Sus familias están subsidiadas.

En algunos casos los subsidios que estas familias reciben las reciben desde hace tres generaciones, es decir, hay tres generaciones que nunca conocieron de qué se trata trabajar. Trabajar es uno de los lugares claves para que la persona crezca en dignidad. Que pueda valerse por sí misma para conseguir lo que necesita y administrar lo que le hace falta para ser ella misma. Ochocientos mil jóvenes entre 15 y 26 años que ni estudian ni trabajan. ¿Qué futuro tenemos? Claro, pero dicen que hay que calzar la economía? ¿de qué manera? Hay que subsidiarla y llevar el pan a la mesa de los pobres, y estamos de acuerdo pero ¿de qué pan estamos hablando y cómo es que lo hacemos? No se puede hacer de cualquier modo, no se puede hacer a partir de “yo te doy pero tenés que estar vinculado a mi pensar, a mi manera de gobernar, vos podés ser vago pero…” y ese pero siempre está vinculado a un ejercicio del poder despótico, disfrazado de democracia, y no estoy hablando de un gobierno en particular, se ha instalado en el modo de ejercicio de política de los argentinos.

Es denigrante, es absolutamente denigrante, da asco entender que así podemos autogestionarnos en el ejercicio democrático del poder porque nos compran, no la voluntad, nos compran la dignidad que no es lugar de comercio. Todos hacen lo mismo, en todos los partidos políticos, que nadie se levante con el dedo acusador para decir son estos o son aquellos. Hay un modo de ejercicio de la política asqueroso en este sentido en la argentina, denigrante, que lo único que hace es construir pobreza y falta de dignidad. Estas son las cosas que ay que cambiar, estas las que hay que transformar, estas las que hay que denunciar.

 Es maravilloso el trabajo de información que se hace desde el observatorio social argentino, trabajado por la Universidad Católica y quienes investigan todo lo que está pasando en el país. Porque si la información no nos llega por estos lugares, no nos llega, no la conocemos, vamos a tener cada vez más imposibilidad de acceder a que es lo que está ocurriendo en realidad en nuestro país, porque se produce una alianza implícita y a veces explícita entre quienes administran los bienes públicos bajo esta perspectiva del ejercicio de la política un tanto denigrante y quienes administran los recursos de la información. Si no accedemos a lugares nuevos donde beber lo que está pasando, vamos a vivir en un lugar que no es el nuestro, y vamos a sentir que nos dicen que vamos bárbaro, que hemos tenido un crecimiento acelerado del 7, 8, 9 o 10% pero que a nosotros nunca nos llegó.

Hay un Dios que administra los recursos, pongamos la mirada en él, el sí que da lo justo. Si en el nos hacemos justos el mundo cambia, verdaderamente se transforma. A cada uno lo que es debido, inteligentemente, con perspicacia, y con voluntad firme y continua, así se construye la justicia, pero también diciendo lo que ocurre, de verdad, no tapando el sol con la mano. No se puede tapar el sol con la mano.

La virtud de la justicia está de acuerdo con el cumplimiento de los deberes y de las obligaciones. Se le da al que se le da y da quien da en función de su deber y su obligación. Yo doy lo que tengo que dar en la administración de lo que justamente tengo que administrar en esta obra que me toca administrar con quienes tenemos la responsabilidad de gobierno de la misma desde mis derechos, desde mis deberes, a quienes también tienen derecho y deber. Concretamente en lo que hace a lo nuestro, hemos asumido juntos este compromiso de administrar las frecuencias que en la mayoría de los casos nos han otorgado los señores Obispos que no pudieron poner en marcha su proyecto de radio en sus iglesias locales, y hemos asumido esta obligación junto al saber que la providencia de Dios en esto hace sus caminos y que vamos juntos a quienes lo hacemos y hemos hecho como un contrato de hecho, implícito entre la audiencia y nosotros, quienes tenemos la responsabilidad de conducción y esta complicidad, este contrato implícito real, lo sostenemos, lo sostenemos en el servicio, y lo hacemos con la confianza absoluta de que Dios, en su infinita misericordia, que nos llamó y entiende nuestras posibilidades y límites, nos da lo que necesitamos para cumplir con nuestro deber y obligación, porque nuestros oyentes tienen la obligación de reclamarnos que les demos lo que les prometimos dar, pero, volviendo sobre el tema principal, pero también los oyentes van sabiendo que ser un oyente de Radio María supone un compromiso conjunto de llevar adelante juntos la obra.

Dar a cada uno el cumplimiento de lo asumido como compromiso y de acuerdo con los derechos que cada una de las personas tiene. Las personas todas, decíamos recién, tienen derecho a una vivienda digna, a una alimentación sostenida, a una educación que abra caminos, a una salud que integralmente le permita crecer y madurar, por decir los cuatro puntos básicos en torno a los cuáles los derechos en torno a la vida que sostienen la declaración de los derechos humanos apuntan para que todos tengamos una saludable manera de estar parados en el mundo a donde todos hemos llegado. Todos tenemos este derecho, y si en algún este derecho, falta salud, falta educación, falta vivienda, falta alimentación, no podemos quedarnos callados ni podemos bajar los brazos. No es que tenemos que levantar el dedo, tenemos que decir lo que vemos y al mismo tiempo ofrecer lo que tenemos y lo que somos para que eso cambien, y en lo que a nosotros nos toca administrar, hacerlo de tal manera para que eso nunca falte y que lo podamos sostener en el tiempo.