24/08/18-La Lic. Ángela Sannuti, investigadora y miembro del consejo de redacción de la revista Criterio, nos acompaña en el programa “Hoy puede ser”. En esta oportunidad dialogamos sobre la vejez.
“Cuando algún aspecto de nuestra misteriosa y multifacética vida nos asusta o nos produce rechazo, porque escapa a nuestra estrecha comprensión, lo invisibilizamos o lo convertimos en tabú. Lo cierto es que tememos tanto la vejez como la muerte y cuanto mayor es el miedo más persistimos en la ignorancia.”
La sociedad que hemos construido se alimenta del deseo y del querer desmedido, fabrica ganadores y perdedores; ganar a expensas de que otros pierdan es el mecanismo que opera y maneja a la inmensa mayoría, que lo llama progreso. Cuando se confunde crecer con mera productividad, estamos aludiendo a un crecimiento externo; raramente se repara en un crecimiento íntegro, de adentro hacia afuera, un crecimiento que tenga raíces en nuestra rica interioridad.
“La educación entera está basada en este criterio exitista y centrífugo: tener, hacer y parecer es lo que cuenta. No se cultiva lo más importante que es honrar nuestro verdadero ser. Nos agitamos, llenos de miedos, ansiedades y frustraciones, con el único propósito externo de ser aprobados por el afuera a través de un reconocimiento social, económico, intelectual e incluso moral y religioso.”
Pasamos toda la vida –porque así nos lo enseñaron– apoyándonos y sosteniéndonos en cosas meramente externas: ilusoriamente creemos hallar nuestra identidad en el trabajo, en la posición socio-económica, en el conocimiento que hemos acumulado, que desde ya son medios que sirven para desarrollarnos pero nunca pueden ser fines en sí mismos. Justo cuando pensamos haber logrado nuestro cometido en este mundo de excesos, se inicia el proceso de retorno.
Cuando llega el momento de retirarse de este mundo supuestamente activo y productivo, miramos hacia adentro, nos angustiamos y nos asustamos porque no hemos cultivado nuestra interioridad y creemos que no tenemos nada más para ofrecer. Es en la interioridad donde radica nuestro verdadero poder y donde está el tesoro escondido de nuestro inmenso potencial. Esa vida interior tan desatendida por estar encandilados con “espejitos de colores”.
“No hay resurrección sin una muerte que la preceda” (Olga Orozco). Envejecer es un proceso de soltar: las funciones corporales van disminuyendo como también se van reduciendo las capacidades mentales. Es la vida misma que, con su intrínseca sabiduría, nos está invitando a retirarnos de este escenario terrenal.
“No hay finales, sólo hay comienzos para los ojos que ven con un corazón abierto y un alma entregada a la vida.”
Te invitamos a escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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