Anuncio de Cuaresma

lunes, 2 de marzo de 2009
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    El ayuno es una práctica ancestral, milenaria. Antiguamente se esperaba del ayuno el poder sanar el cuerpo y la mente, sobre todo porque se pensaba que ofrecía una protección, una defensa contra la influencia y poderes demoníacos. No con lo demoníaco que entendemos nosotros, no con el demonio cristiano, sino a la manera del demonio de las diversas creencias, en concreto, poderes malignos, o poderes caóticos.
    Para los pitagóricos, el consumo de carne de un animal muerto lo prohibieron porque pensaban que al comerlo ingerían también su alma demoníaca. Pensaban también que los demonios podían alojarse en los vegetales. Otros grupos hallaban la marca del diablo en algunos animales, los hechiceros por ejemplo creían que la cabra portaba un demonio y transmitía la epilepsia, no comían carne de cerdo porque le ocasionaba enfermedades cutáneas y desarrollaba apetitos sexuales.
    En general, lo que todas estas prácticas tienen en común es que el ayuno es una “protección contra” las afecciones demoníacas, entonces, al abstenerse de consumir determinados alimentos estaban protegidos de determinadas enfermedades como también estados anímicos indeseados.
    También el ayuno en la medicina popular y vinculado a rituales mágicos de diversas sectas religiosas es muy extendido: por ejemplo los chamanes, los hechiceros, los brujos, solían ayunar como una forma de acrecentar sus poderes mágicos o también en la medicina popular se decía que el ayuno hacía que los medicamentos tuvieran mayor efecto. Esto lo comprobaban en la práctica, pero hoy sabemos que es científico: muchos medicamentos se tienen que tomar en ayunas para que el alimento no interfiera en su poder y ser más eficaces.
    Mediante el ayuno, las escuelas filosóficas griegas también intentaban prevenirse de enfermedades y además pretendían conseguir la purificación de la mente –una mente más despejada- y la felicidad interior.
    Importantes religiones como el hinduismo, el taoismo y el budismo alegan similares razones para ayunar. Por ej: en China se prohíbe comer durante la noche a fin de no correr el riesgo de que el comensal sea víctima de demonios. En el Islam se implanta el ayuno durante un mes y lo consideran remedio efectivo contra la frivolidad.
    Tanto Jesús, como Mahoma, como Buda, se preparan durante un gran ayuno para cumplir su misiòn. Y todas las religiones se sirven del ayuno como método de purificación interior y para darse a Dios y a la virtud.
    Ya en la era cristiana, antiguas escuelas de los Padres de la Iglesia apuntan en sus textos a los efectos positivos del ayuno en el cuerpo y en el alma. Por ej. San Juan Crisóstomo dice que el remedio del ayuno muestra a Nuestro Señor como un Padre amoroso que el hombre por naturaleza se abandona al placer y sobrepasa los límites, entonces tiene que ayunar una y otra vez para liberarse de las insignificancias externas y de los asuntos del mundo, y poder dedicarse a cuestiones más espirituales. San Juan Casiano considera que el consumo excesivo de alimentos embrutece el corazón y que el Espíritu engorda-por decirlo de algún modo- al igual que el cuerpo, y que se desencadenas conflictos perjudiciales procedentes del pecado. El exceso de alimentos disminuye la vigilia espiritual de los hombres porque la salud del cuerpo y la salud del espíritu constituyen un todo.  (acá hay hasta algunos conocimientos de la psicología moderna en documentos que son de los primeros siglos del cristianismo sobre la unidad cuerpo-espíritu).Los monjes antiguos afirmaban que existía una estrecha relación entre el cuerpo  y el alma, y que si el cuerpo engorda, el alma también engorda y se embrutece.
San Atanasio dice: observa cómo obra el ayuno: sana las enfermedades, diseca los humores superfluos de nuestros cuerpos, expulsa los demonios, libra de los malos pensamientos, concede mayor lucidez a la mente, purifica el cuerpo y finalmente conduce a los hombres frente al trono de Dios. El ayuno es una fuerza poderosa que reporta grandes éxitos.
 Otro Padre de la Iglesia, Pedro Crisólogo, describió el ayuno con una manera quizá grandilocuente, pero también válida: “…nuestra vida no estaría repleta de quejas y de suspiros si el ayuno nos rigiera. El ayuno nos enseñaría a abandonar el amor al dinero, a las cosas superficiales, y sobre todo a la propensión a la violencia”
    Acá creo hay tres claves que deberíamos profundizar: amor al dinero, amor a las cosas superficiales y propensión a la violencia”
Todo esto es experiencia humana de siglos, de milenios. ¿qué tendrá el ayuno entonces?

    Por ir a otra tradición espiritual, tenemos el importante ayuno de Ghandi. Todos sabemos lo que logró su ayuno. Fue conmovedor el aspecto político de su ayuno. Este aspecto político puede tener una connotación muy importante, donde la riqueza se concentra más y más. ¡Cuánta lucidez para aportar el ayuno, sobre todo para el mundo rico!  Ghandi decía: para mi no hay oración sin ayuno, si es que se interpreta el ayuno en su sentido más amplio. Mi religión me enseña que siempre que hay una desgracia que uno no puede apartar, se debe ayunar y rezar. Ghandi ayunaba: cuando percibía que las palabras eran inútiles, (se puede hacer ayuno de palabras también), cuando las negociaciones ni la calma llegaban a ningún éxito. Para él el ayuno representaba una acción política: llegó al borde de la muerte con sus ayunos: hubo enfrentamientos en India entre dos creencias religiosas, sanguinaria, cruel, terrible y Ghandi comenzó a ayunar. Y el ayuno se hizo público, y cuando él entro ya en un estado peligroso de salud, llegó la paz. Para Ghandi ayunar significaba poder expresar concreta y simbólicamente su deseo de paz y su impotencia para modificar el corazón de los hombres, creyendo que que su ayuno producía un efecto psicológico también en los demás, que el ayuno limpiaba la atmósfera contaminada por la culpa o por el pecado, o por la ira, y que esa limpieza que se hacía a través del abstenerse, implantaba las condiciones necesarias para llegar a un desenlace positivo. Para Ghandi el ayuno solo surtía efecto si se practicaba desde la espiritualidad y estaba unido a la oración. No es una creencia vinculada a las cuestiones materiales de los alimentos sino que es una apuesta a la vida espiritual. Mi ayuno es algo entre Dios y yo. Ghandi no intentaba culpar a nadie con el ayuno (diferente esto a las huelgas de hambre de hoy, que en general buscan culpar a alguien) sino solidarizarse con los hombres y presentar su situación ante Dios. El no ayunaba “contra” alguien sino “por” alguien, y la condición necesaria para que un ayuno fuera eficaz, según decía y vivía él, era una estrecha amistad y entendimiento mutuo entre aquellos que ayunaban por los que no ayunaban. Linda clave nos viene a través de este “hombrecito de alma grande” para nuestro ayuno de hoy.

    Después de la Primera Guerra mundial, el Dr. Buchinger dice: el ayuno es terapéutico, es una cura secretora, purificadora tanto de los tejidos como de los humores corporales. La antigua afirmación sobre la posibilidad de purgar tanto el alma como el cuerpo con el ayuno es cierta. Las reservas de glucógeno que existen en el hígado se liberan en el torrente sanguineo. Las sustancias alimenticias se descomponen en primer lugar y el cuerpo se nutre de ellas durante aproximadamente 3 días. Todos los procesos metabólicos se ajustan para reducir su consumo al mìmimo: ahí viene lo que se llama autarquía: el cuerpo se prepara para la necesidad. A raíz de esta práctica tenemos que admitir que se destruye en primer lugar la estructura y se ataca a sustancias (las toxinas) que juegan un papel cargante y enfermizo en el estado de las células. Con la depuración del cuerpo se previenen numerosas enfermedades.
    Según algunos médicos, la ayunoterapia combate algunos males como el reumatismo, la artritis, la arterioesclerosis, las afecciones cutáneas, y también se han observado muchas repercusiones físicas y mentales, por ejemplo, la lucidez de la mente, la mejora de la atención, mayor sensibilidad.
    Pero también el ayuno tiene cosas que pueden resultar peligrosas en determinados organismos, como también derivar hacia depresiones, estados agudos de ansiedad, y otros estados psicológicos. Por eso este tipo de ayunos terapéuticos no se deben hacer por cuenta propia sino seguidos por un profesional.

    Aquí en Córdoba hemos tenido a Aldo P. Soriano haciendo lo que hoy se llama huelga de hambre, que en definitiva es ayuno, por el estado del Hospital, y solicitando al intendente que asistiera a las necesidades del hospital.

    Lo cierto es que el ayuno tiene una dirección y un sentido que es de alguna manera el dominio de las pasiones y de los vicios. El ayuno pone una abstinencia, una renuncia y una distancia frente a algo muy básico como es el alimento. Hay interesantes afirmaciones que hacen del ayuno una apertura a lo inconsciente. Para Yung, psicoanalista y psiquiatra, el ayuno es una apertura hacia el mundo de lo inconsciente porque el ayuno quiebra la tendencia a la regresión a la madre. ¿qué es la madre? Es lo nutricio. Lo primero que se espera de una madre es que nutra, que alimente, de manera que es lo más primario de lo primario. Sabemos también qué sensibles somos a la boca (fijémonos cuando vamos al dentista), y cuántas de nuestras ansiedades se canalizan a través de la boca (alcohol, cigarrillos, actos compulsivos de comidas, o compensaciones que hacemos con la comida respecto de nuestros malestares o nuestros vacíos). Es decir, decidirse a ayunar es decidirse a enfrentar uno de los vacíos y de las soledades más profundas. Dice Yung “la exigencia de ser alimentado es reemplazado por un ayuno intencionado. Con semejante actitud, las pasiones y el deseo se ven obligados a encontrar un equivalente simbólico en el alma, es decir, en lo mas profundo de uno mismo. La soledad y el ayuno son por eso el remedio conocido desde hace ya mucho tiempo para apoyar toda meditación y para abrir un acceso necesario a lo inconciente”.

    El ayuno es de alguna manera el modo de quitarnos los sustitutos, quitarnos las cosas  con las que logramos llenar algunos vacíos, enfrentarnos con nosotros mismos, desnudarnos de placeres o de bienestares que brindan falsas mansedumbres, saciedades. El ayuno es abrir las puertas a los sentimientos y sentires más profundos que habitan en el alma. Pero eso claro: también puede ser peligroso. Jesús lo vio con claridad: el que es capaz de enfrentar una tendencia tan primaria como es el alimento, como el gusto por la comida y la bebida y lo hace con cierto éxito y cierto dominio, corre el gravísimo riesgo de ensoberbecerse.

    Los psicoanalistas señalan que la tendencia del hombre hacia la comida tiene que ver con un impulso oral que procura abarcarlo todo. La oralidad, lo que entra por la boca, tiene que ver con el ansia de existir y de llenar el vacío de la nada. Como no se quiere asumir nuestra propia limitación, pequeñez –porque con el ayuno se toca justamente la raiz de nuestra avidez, de nuestra omnipotencia, nuestras ganas de tenerlo todo, de devorar todo el mundo para lograr ser como dioses-. Cuando falta la comida, cuando faltan los placeres orales, el hombre admite su humanidad. La grieta que se abre con el ayuno es la grieta que muchas veces subsiste en nosotros entre nuestra omnipotencia, nuestras idealizaciones, nuestros grandes deseos de tener grandes cosas. El hombre entonces admite con el ayuno su pequeñez y le ruega a Dios que como Creador le conceda la capacidad de enmendar los defectos de la vida, de llenar los vacíos más profundo, de ocupar el lugar que habitualmente ocupan las cosas, las corridas, los placeres, los vicios, y de esa manera probar “el agua viva de la plenitud”.

    En el antiguo Testamento también aparece el ayuno en los israelitas para invocar a Dios y que Dios los escuche y los proteja de los ejércitos enemigos. De esta manera descubren los israelitas que son incapaces de defenderse por sí mismos de los enemigos, por otro lado no quieren pedir la defensa a los poderosos del mundo sino que están esperando el socorro de Dios. Reducen su fuerza vital a través del ayuno para exaltar la fuerza vital en el que creen. Ellos creen que solo Dios puede ayudarlos.
   
Jesús fue bastante crítico con el ayuno. El mismo practica el ayuno para prepararse para su misión, y también expresa en algún evangelio que alguna clase de males solo pueden expulsarse con mucho ayuno y oración. Ayuno y oración fueron muy importantes para Jesús, pero El mismo fue crítico del ayuno que llevaban a cabo los sacerdotes y fariseos, no con esa práctica en sí, sino con el orgullo y la vanagloria, la soberbia que invade la mente o el alma del que ayuna: algo así como un sentimiento de superioridad o fortaleza frente a los demás y con cierto riesgo psicológico que hoy podríamos desentrañar un poquito más.
Los fariseos lo acusan de “comilón”, de transgredir los días de ayuno. Y les dice “para qué van a ayunar mientras el novio está presente. Cuando el novio se vaya iban a volver a ayunar”.
Lo que claramente Jesús combate es el ayuno como “autocastigo”, como un sumergirse en el dolor, el ayuno como una introspección peligrosa que incluso puede permitir ciertas vanidades, ciertas autoafirmaciones o proyecciones. Cuando se ayuna, según lo que dicen los psicólogos, se está quitando un sustituto placentero y se está entrando en contacto con impulsos y con necesidades muy profundas. Con el ayuno entramos en contacto con heridas y con quienes somos de verdad, con nuestras infelicidades, con nuestras incompletitudes, porque básicamente el ayuno es un “privarse de” cubrir ciertas necesidades, sobre todo necesidades secundarias que tienen que ver con el gusto. ¿qué puede aportarte de “equilibrio” esta privación? Ahí es cuando el mensaje de Jesús es claro. Dice: “cuando ayunes trata de estar alegre”. Es decir, no trates de buscar a través del ayuno una forma de autocastigo ni mucho menos una forma de ensoberbecerte frente a los demás (que éste es el riesgo: como uno entra en contacto con su propia debilidad, las proyecta afuera) Quien ayuna con un rostro amargo solo logra que el ayuno consuma su vida, que lo vuelva tosco, egoísta. El ayuno debe volvernos humildes, porque nos permite compartir ese ansia que tenemos dentro –como decía San Agustín, “inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”-, y también nos permite descubrir la solidaridad con nuestros hermanos que pasan hambre. Entender quienes somos a la luz de una necesidad insatisfecha, saber cuánta rabia puede estar acumulada en nuestro corazón. Por eso, el ayuno, para que sea efectivo, tiene que tener un clima compensatorio. Puede provocar ansiedades, mal humor, rabia, porque estamos con hambre. Y para librar esta batalla contra los malos ánimos, es necesario junto con el ayuno hacerlo en comunidad, en un clima de oración o guiados con un sacerdote. En definitiva, es necesario crear un clima de alegría para que el alma no se desanime al ver que no se satisfacen ni nuestros anhelos corporales ni los espirituales más profundos: qué heridas tenemos, quienes somos en realidad, por qué no somos felices completamente, qué puede aportarnos el equilibrio, qué puede darnos el Agua Viva que calma definitivamente nuestra sed, ya que estas  otras parece que las calman solo muy parcialmente.

    En cuanto al ayuno como actualmente lo hacemos siguiendo la tradición: hay ayunos totales, ayunos en base a líquidos, incluso en la tradición cristiana hay distintas clases de ayuno en las diferentes vertientes monacales, hay quienes comían pan, agua y legumbre, otros llamaban ayuno a abstenerse de carne y vino. Anselm Grum tiene un libro donde tiene una propuesta, un programa de ayuno.
    Lo más general: hablar de ayuno es a base de pan y agua. Pero de nada sirve si yo tengo ganas de adelgazar y aprovecho para hacerme una flor de dieta, y mientras tanto me mando unos buenos atracones de tv, Internet o lo que sea. Creo que el ayuno sirve justamente cuando apunta a esos sustitutos viciosos que uno sospecha  que están paliando o llenando determinadas necesidades, ansiedades, rellenando vanamente determinados huecos. De lo que se trata es justamente de “abrir” esas heridas, esos límites, esas vanidades, y pedirle a Dios confiada y alegremente que con su gracia ocupe esos lugares.
Gabriela Lasanta

Opinión de un oyente:
Uno deja de comer para hacer un sacrificio y ofrecerlo por aquellos que no tienen que comer. Eso ayuda a abrir el corazón a aquellos que pasan necesidades
    Un aspecto nuclear del ayuno es este: ya desde los comienzos del cristianismo el ayuno giró desde los aspectos terapéuticos, de purificación o de serenidad psicológica, hacia la vida de caridad, porque todos los fundadores de corrientes monacales afirmaban que ese dinero que ese dinero que se destinaba a la comida, era utilizado para alimentar a personas necesitadas. Es decir: el ayuno tenía un aspecto solidario, caritativo ya desde los comienzos del cristianismo.

Respuesta de Gabriela a la inquietud de un oyente
– Yo realmente no comprendo el sentido, el significado del ayuno, entonces al intentar ayunar entro como en una lucha interior. ¿No es conveniente en lugar de ayunar alimentos, ayunar por ejemplo de decir malas palabras?
No hay que tomar al ayuno como una “lucha”. No hay por qué luchar por “entender” el ayuno.
Al ayuno no se puede entrar en medio de una “lucha interior” con las propias tendencias que uno puede sentir como demasiado superficiales o vanidosas.
Con respecto al “ayunar malas palabras, insultos”, depende. Si somos personas atadas al hablar muy grosero, sería pertinente intentar ayunar eso. Lo que pasa es que generalmente eso es consecuencia de otra cosa. Cuando se insulta mucho es porque hay mucha rabia o impotencia, o enojo, o vaya a saber qué cosa. Entonces, no tiene sentido solo quitar las malas palabras sino profundizar en la raíz que las genera, y eso es lo que favorece el ayuno: un estado de vigilia, de conciencia más alerta hacia los propios movimientos interiores. Entonces, ese ayunar malas palabras es útil, pero no se trata de buscar utilidad práctica en la vida social solamente. De lo que se trata es de poder descubrir las raíces que habitualmente en el ritmo de la vida moderna no se pueden descubrir, no se toma conciencia. Este “darse cuenta”. El ayuno sería entonces silenciar determinadas gratificaciones que ingresan al alma a través del cuerpo para ver qué pasa con nosotros cuando no tenemos esas gratificaciones. ¿quiénes somos cuando no podemos “fugarnos” a través de la comida, el placer, el bienestar, el descanso, la tele? ¿quiénes somos realmente sin esas “muletas” con las que a diario caminamos.

   
Experiencia de una “profesional de la cocina” –presente en el programa-que nos comparte una experiencia personal de ayuno durante 10 días:
Una vez que uno toma la decisión de ayunar, es como que todo lo demás acompaña  para que “sea”
Mi ayuno consistió en nada sólido. Té con miel.

El primer día es como que casi no se siente.
El segundo día es como el más difícil, que ya empieza a sentirse en el cuerpo una situación como incómoda. Ya hay eliminación de toxinas…
Luego ya al 3º,4º,5, día ya ni siquiera el hambre viene. Entramos en un estado en el que ya no sentimos deseo de comer porque estamos en un estado consciente de que no queremos comer, y además, al saber de los beneficios que eso trae no solo a nivel espiritual sino físico que todo lo demás ya conspira para que todo se haga bien. A nivel  mental y espiritual experimenté como mayor percepción, el alma más despierta, escuchar cosas interiores. Como un despertar que uno no tiene cuando está densa de comidas. El cuerpo no se debilita por unos días de ayuno.  El cuerpo es un todo, entonces el estar como “limpia” facilita ser receptivo de cosas que en otro momento no.   
Cuando terminan esos 10 días, tampoco uno va a comer y comer. Es como que se ha regulado todo y se está en un estado en que no se da el querer “asaltar la heladera”. Si de verdad está hecho a conciencia, es un proceso interno que resulta en beneficio de muchas otras cosas: en equilibrio, renuncias, moderación, es decir, nuestro ser queda “armonizado”.

GL:.¿Has tenido la sensación de que también a tu alrededor, en tus vínculos, en tu entorno, algo se modifica en la vida de otro?
     Eso no lo sé. En casa pasa así: saben que lo hago y todos acuerdan en que cada uno toma sus decisiones. Yo cocino para los otros y no sufro. Al estar decidido conscientemente, todo lo demás se ordena para que no te tientes.Por supuesto, la oración acompaña mucho.

GL:¿Qué Dios descubriste durante el ayuno?
No sé responder eso. Para mi Dios siempre está presente en todo.

GL: Pero se te llenaron los ojos de lágrimas. Por eso me quedé pensando ¿cuál será el Dios que se te ha revelado en tu ayuno que ni siquiera palabras podés ponerle!

Reflexión del Padre Ángel Rossi (sacerdote Jesuita)
Con las palabras de Dios dichas por primera vez a Adán “recuerda que eres polvo y al polvo volverás” la Iglesia nos da la bienvenida a este tiempo de Cuaresma. A nadie nos gusta que estamos hechos de polvo, esto es: a nadie nos gusta que nos recuerden que no somos tan grande como pensábamos, que no somos huéspedes eternos de este mundo ni mucho menos sus dueños, que la omnipotencia no es lo nuestro, aunque a veces nos guste jugar con ella, que aún siendo el más grande de los domadores, siempre habrá un potro contra el cual no podremos (la muerte).
Un poeta dice bellamente que “seremos polvo, pero no cualquier polvo, sino un polvo enamorado, no cualquier ceniza, sino ceniza que conoció el amor”, A este tiempo de Cuaresma que hoy iniciamos, podríamos llamar también “hacerse cargo de estas cenizas”. Pero la Iglesia nos invita a ahondar en estas cenizas: a buscar y hacernos cargo también del fuego, del rescoldo que esas cenizas están tapando. Quizá por eso otros ministros al signar la frente utilizan la otra fórmula: “conviértete y cree en el Evangelio”, impulsándonos a desenterrar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad, a veces tan tapadas por las cenizas de nuestra aspereza, de nuestra mediocridad, de nuestros miedos, de nuestras mezquindades, a cambiar nuestras sendas. ¿De qué manera?, No descorazonándonos por la apariencia de “hoguera apagada” que a veces tiene nuestro corazón.
    Antonio Machado escribía “En tiempos de desesperanza, creí mi hogar, mi hoguera apagada. Revolví las cenizas y me quemé las manos”.
    Por eso, la invitación de la Cuaresma es “revolver las cenizas” para ver si “queda fuego en ellas” y desenterrarlo. El viejo fuego no muere, sino que conserva en el rescoldo el calor para encender el nuevo fuego. Hay mucho frío en nuestro mundo, que está esperando el calor del fuego hecho gestos. Hay demasiada sombra, oscuridad, que necesita de la luz de nuestro fuego. Esta luz no la hemos gestado nosotros: nos ha sido dada en el bautismo a través de nuestros padres y padrinos, que hemos confirmado nosotros, y de la que cariñosamente se nos pedirá cuenta: “Ustedes, que por pura gracia de Dios ven, ¿qué han hecho de la luz?. Ustedes que conocieron el fuego de mi amor ¿qué hogueras nuevas han encendido?”.
    Un periodista hizo una vez una pregunta a un entrevistado: “si se incendiara el museo de Louvre, ¿qué salvaría usted?” . El entrevistado, con mucha agudeza, respondió “yo salvaría el fuego”.
    Dios quiera que nosotros en esta cuaresma, salvemos y rescatemos el fuego del amor hecho gesto en la caridad, ese fuego que está en el fondo de nuestro corazón y que necesita encender otros fuegos.