Brochero y el lenguaje de la nueva evangelización

martes, 22 de mayo de 2012
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“El odio tendió su mano en mesejante conflicto y pa salvar al niñito mandó en sueños a José ganar de noche y de a pié las fronteras de Egipto. Tiempo después murió Herodes, y aquellos seres sagrados, por un ángel avisados, se volvieron pa un cerro después de haber amasado el duro pan del destierro. Siendo chango en Nazareth crecía en gracia y tamaño. Y cuando tuvo doce años, en un hecho sin ejemplo, se quedó de un modo extraño entre los maestros del templo. Iban pasando los años mientras María en su pecho conservaba aquellos hechos. Jesús, sin ruido y renombre, crecía en grande provecho ante Dios y ante los hombres”.

 

Oración

“Señor, de quién procede todo don perfecto, tú dispusiste que José Gabriel del Rosario fuese pastor y guía de una porción de tu Iglesia y lo esclareciste por su celo misionero, su predicación evangélica y una vida pobre y entregada. Suplicamos que completes tu obra glorificando a tu siervo con la corona de los santos. Por Jesucristo Nuestro Señor, Amén”.

 

Ángel Jubera, desde Madrid, España, plantea que “La nueva evangelización exige bajarse del burro, del burro del autoritarismo, la pompa, las abstracciones, las complejas teorías, la ausencia de escucha, la distancia del pueblo y la inmisericorde rigidez, es decir hay que bajar la a simplicidad, a la claridad del evangelio de la que nos hemos alejado. Se está hablando mucho y se habrá de hablar más en el futuro en torno a la nueva evangelización. El vaticano se está moviendo en esta dirección, sin embargo, los católicos de a pié, con algunas escosuderas de siglo nos hacemos preguntas: ¿seguirán los sabios y entendidos encaramados en su guindo o pondrán el oído para escuchar al pueblo? ¿Se conformarán con añadir a sus complicados textos palabras como web, móvil, bog, tv, ipad, etc. o aprenderán a escuchar a los laicos y darles entrada en la misión eclesial? ¿Nos darán ejemplo de nueva evangelización los nuevos tiempos que vendrán?”

 

 Lo que sí nos acerca ejemplo de nueva evangelización, aunque de un tiempo distinto al que estamos viviendo, son los modos y los estilos de lenguaje de José Gabriel del Rosario Brochero, quién nos enseña en su manera sencilla y simple testimoniada por periódicos y quienes con su tiempo compartían la vida con él, de ese modo tan particularmente serrano y campechano de su tiempo y casi gauchezco con el que Brochero acercaba el Evangelio. NO sé si bajándose del burro o de arriba del burro, pero seguro que con esa identificación propia suya, con ese móvil que tenía, su propio burro, en tono cordobés. Jocoso y profundo, Brochero nos enseña y nos deja un camino a recorrer para la nueva evangelización, nueva en el lenguaje.

El lenguaje de Brochero está marcado por el cuento y la narración. Tiene en la historia de la comunicación religiosa, este estilo, y en la praxis eclesial, un valor largamente probado. Jesús mismo utilizó este estilo de anuncio. Trajo una buena noticia, el evangelio del reino, habló de las cosas altas y del cielo, del reino de Dios, con narraciones magistrales. Les hablaba a los suyos, dice el evangelio, en parábolas. Ellas respondían a las expectativas profundas de la gente de su tiempo provocando sorpresa, gozo, esperanza, decisión, alegría y entusiasmo. Los mismos apóstoles anunciaron en esa clave siguiendo al maestro que por sobre todas las cosas con autoridad daba a entender la buena noticia. Nuestro personaje, nuestro pastor, José Gabriel del Rosario, tiene encarnado en el orillo más profundo de su corazón este lenguaje. Un estilo de hablar local, donde lo narrativo tiene aún hoy una vigencia que lo pinta de cuerpo entero a Brochero. Ha utilizado el lenguaje popular y el estilo que la gente tiene habitualmente para narrar la historia. En el anuncio de la Palabra lo ha aplicado él. En él se identifican pedagogía y catequística. Brochero es un moralizador que habla al aire libre, en pleno campo, desde su caballo o su mula. Dice una expresión que recoge el diario del año 1895, el periodista lo dice así: “Brochero es un moralizador que habla al aire libre, en pleno campo, desde su caballo o su mula”, y estás prerrogativas lo hacen cercano, próximo, a la vivencia de su gente. Narrar lo vivido, lo sucedido, lo que ha impactado, la propia experiencia, es el secreto de la persuasión, la clave de la elocuencia en el verdadero sentido de la expresión, o sea el valor agregado de la comunicación. Brochero habla de cosas grandes de forma simple. Habla del alma donde se esconde el sentir profundo de sus paisanos con cosas que tienen que ver con lo de todos los días de lo que les pasa, de lo que les ocurre. En este sentido va a lo hondo desde lo sencillo. Seguramente en el camino de la vida se habrá encontrado gente, catequistas, poetas, narradores, cuentistas, que te abrieron a sentidos profundos desde cosas simples. Eso es lo que vamos a hacer en esta mañana. Te pido que te tomes un tiempo para acercarnos relatos que tengan que ver con esta perspectiva de decir cosas grandes de manera sencilla. La música, la poesía, la narración, el cuento, son modos bien catequísticos y nuestros desde donde podemos aplicar el valor de lo simple, lo sencillo, lo cotidiano, a lo trascendente y profundo. En este sentido Brochero ha sido un maestro y hay tantos otros maestros, Menapache por ejemplo y sus cuentos, Martín Descalzo y sus historias que hemos compartido tantas veces. La poesía de los artistas aún no católicos que vienen del mundo del arte nos ofrecen compaginado con el mensaje del evangelio, la apertura a un sentido que nos permite comprender desde el corazón el mensaje que queremos comunicar, y este es el valor que tiene la radio en la construcción de un mensaje renovado, con un lenguaje nuevo, para llegar con el evangelio de siempre. Que Dios nos regale la gracia de poder abrir sentidos desde perspectivas distintas en la narración y en el cuento, en la historia y en la poesía, en quienes lo saben hacer y lo ponemos como testimonio, y si podemos poner algún texto también, y si lo podemos grabar también.

 

Ramón J. Cárcano lo defendía a Brochero en un momento determinado escribiéndole al Obispo Clara y le decía: “Sólo me resta pedirle que disimule los términos incorrecto con que Brochero se expresa que no son sino efecto de una naturaleza excesiva y un deseo grande de hacer presente el evangelio de Jesús de la forma que la gente mejor lo entienda”. En un sumario parroquial se lee respecto de él: “Le gustaba el gracejo, el cuento, el hacer reír, utilizó ocurrencias, dichos, chistes y bromas con amenidad, alegría cordial, arte para crear una atmósfera, risa franca, por ello nunca llegó a la mofa, a la desestima o al desprecio del prójimo y sus palabras sencillas, espontáneas y gauchas no llegaron nunca a ser vanas ni maliciosas”.

Tal vez uno de los testimonios más bonitos que recogemos respecto de su modo de predicar lo acerca justamente el padre Campos, en torno al lenguaje campechano, sencillo y profundo de Brochero. El lenguaje que pretendía usar y hacer usar en la predicación de los ejercicios lo acerca el padre Aznar quien testimonia lo que el padre Campos le contó alguna vez. Ocurrió en la casa de ejercicios del Tránsito. “Se hallaba devotamente en un reclinatorio presente el señor Brochero a una meditación que el tal padre Campos predicaba a los serranos. En una de las partes incitaba, el padre Campos a que contemplaran a Jesucristo crucificado con el lenguaje cuál suelen los misioneros hacerlo: acércate a su cruz, contempla como está lastimado Jesucristo pagando por tus pecados. Así que el padre terminó ese punto, se levanta el buen párroco, Brochero, y dice aparte al misionero: “padre, mis paisanos no le entienden si así les habla, permítame a mí la otra parte”. Hincado Brochero ante el Santo Cristo exclama: “Mira hijo lo jodido que está Jesucristo saltado los dientes y chorreando sangre. Mira la cabeza rajada con las llagas y espinos, por ti que sacas la oveja del vecino, por ti tiene jodidos y rotos los labios, tu que maldices cuando te chupas, por ti que atropellas la mujer del amigo, qué jodido lo has dejado en los pies abierto con los clavos, tú que perjuras y odias”. Así con fervor les aplicó los dolores de Jesucristo en agonía y les explicó profundamente como para que ellos entiendan la pasión, y añade que aquellos hombres se iban encorvando como de vergüenza, poco a poco, e iban subiendo también el sentir profundo de lo que en el corazón había ocurrido a través de las lágrimas, el sollozo y el llanto”.

El cura, habitualmente, hablaba a partir de objetos del ambiente circundante para que de lo inmediato pudieran aprovecharse lo que lo escuchaban para ir de manera intuitiva y espontánea a la observación de lo profundo. Así fue cuando en la misión en Medina, Lules, y Trinidad, en Tucumán, pasaba una vaca negra por donde todos se habían detenido para observarla y de repente, el cura, como dándose cuenta que el auditorio se le escapaba les dijo: “Así como esa vaca que lleva la señal y la marca del ingenio llamado la Trinidad, así estamos señalados también nosotros y marcados por Dios todos los cristianos, que Dios no nos marca en la pierna ni en la paleta sino en la frente y en el alma. No nos marca sino con la cruz para decir que a él le pertenecemos. La Señal de Dios es la Santa Cruz y la marca que él deja es la de la fe”. Con este modo y con este estilo Brochero se va metiendo en el corazón de los suyos y va ganando la mirada de todos, también sabiendo que puede ser criticado por su manera de hablar, de hecho, como leíamos de Ramón J Cárcano, sale a defenderlo para que el Obispo no lo mal entienda sino para que verdaderamente pueda ser comprendido en su sentir más hondo y profundo.

En Brochero se da sin duda lo que va a decir San Agustín: “Acepto que me reprenda el letrado a trueque de que todos me entiendan”. Es decir, su lenguaje un tanto parecido al paisaje rocoso de Traslasierra y al agreste pasaje de aquel paraje, hace que a Brochero no le importe no ser depurado en su decir siempre y cuando se comprenda de qué se trata su decir.

Y aquí quiero detenerme. En un texto que nos acerca un periodista del diario. El periodista compara su género de predicación con el estilo de otros predicadores. La primera es una comparación con un orador urbano. “No cabe sin duda dice quién lo escribe a este artículo en el diario, un escrito paralelo entre el cura De Vita y Brochero, actuando en diverso teatro, cada uno despliega cualidades propias y distintas y procede de diversa manera, el uno es político, cultísimo, en su lenguaje y en sus maneras, aunque franco y expansivo se dirige al espíritu de personas que tienen las virtudes y los defectos de la vida civilizada en las que la pureza de la creencia suele estar contaminada por la vanidad y la presunción. El otro se dirige al corazón de gente sensible y rústica, habla en su lenguaje, siente como ellas sienten, y es como ellas, franco, ingenuo y campechano. El uno es italiano aunque familiarizado con nuestro idioma y nuestras costumbres, el otro es criollo, hijo de las sierras, libre y áspero como ellas. Como tipo característico, como producto genuino de nuestra vida social primitiva, como encarnación del espíritu candoroso de la familia agreste, como representante nato de la religión sencilla y fervorosa de nuestros abuelos, el cura Brochero que usted nos ha revelado vivirá en el tiempo, entre las personificaciones típicas que acusan el espíritu, las ideas y las costumbres de sociedades que todavía permanecen.”

¡Qué bello! porque en realidad no se trata desde la perspectiva brocheriana, de encarnar un único modo de hablar, sino de hacerlo según a uno le cabe. Y en este sentido el cura sale a corregir a un predicador que se acerca a su curato y quiere utilizar el modo de vocabulario propio que le cabía bien a él y le dice: No hable así padre, sus expresiones y el lenguaje no corresponden ni le quedan bien en su boca”. Como diciendo: No cualquiera puede encarnar ese modo, ni se trata de hablar de una manera ficticia. El lenguaje es la expresión de un todo que nos hace presente y quiere comunicar como modo de expresión cultural un mensaje que busca trascendernos, pero siendo uno mismo el que se expresa. En este sentido, el modo de hablar del cura no es un artilugio de la oratoria, es un modo de ser. Brochero tiene el olor de su gente y habla como su gente. Brochero vive entre su gente y se comunica con su gente, y cuando dice de las cosas de las que él viene a hablarles de la cuál es testigo de Dios, los otros lo entienden porque habla con Dios con lenguaje humano y habla de Dios en lenguaje humano de lo que lo trasciende, en ese se hace entendible lo difícilmente de comprender, al modo del evangelio.

                “La Carcajada, un diario liberal del tiempo de Brochero, satírico en sus expresiones, rescata la gracia de el cura: Cuando el habla o escribe tiene unas ocurrencias capaces de hacerlos reír hasta a los muertos”, dice, como mostrando este rasgo típicamente cordobés, diría yo, de encontrarle el lugar de la sonrisa a la historia más dura y más cruel, o a la situación más extravagante. En eso Brochero era bien de los nuestros, con tonada cordobesa.

Otro sumario de la época dice: Sus expresiones y el lenguaje eran correcto, aunque jocoso, agrega la fuente. Sin herir a nadie, sin ser mal intencionado ni de doble sentido. Lo que comúnmente llamamos expresiones atrevidas o zafadas él las usaba disminuidas y atenuadas. El padre Aznar añade que era un hombre austero, incluso en el hablar. No le gustaba que nadie hiciera donaires del mal gusto o chistes malintencionados. Ustedes imagínense la palabra “jodido” que dice Brochero cuando habla del testimonio de Campos, cuando el habla frente a la cruz, ante sus paisanos: “Mira que jodido que está Jesús”. La palabra jodido en un lenguaje español tiene un significado totalmente distinto al que nosotros utilizamos. Y por eso hubo que aclarar qué significaba en la lengua popular “jodido”, maltrecho, vulnerado, frágil, enfermo. “Mira que frágil, qué doliente, se encuentra Jesús”

Y la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, habiendo recibido las explicaciones propias que necesitaba el lenguaje brocheriano dice respecto del mismo: “La santidad apostólica del siervo de Dios fue un milagro de este género. El vivía encarnado en la vida de la masa, hablaba la lengua de sus parroquianos y de otros hombres con las mismas palabras, con las mismas palabrotas, y logra así transformar la región a él confiada de fría e indiferente en una región bien cristiana”.

Otro testimonio de la Tribuna dice:”El púlpito es para Brochero un medio y no un fin, su palabra moderada, persuasiva, que ejerce con influencia incontrastable el ánimo de sus oyentes, se pone sola al servicio de los intereses sociales y de la causa que abraza y no se malgasta en recriminaciones estériles ni en la fantasmagorías inútiles, educa, corrige con suavidad y precisión, sin pretender hacer fanáticos a sus fieles. Y mostrándoles el costado humano del evangelio”.

Les digo esta oración esta mañana a la Madre que también va en orden a esto de despertar en nosotros el rostro humano de lo divino y el rostro divino del ser hombre, que es lo que se conjuga en la persona de Jesús: “Madre, que al contemplarte podamos dejarnos habitar por la presencia de la Buena Noticia de la que sos portadora y así en cada momento ser para el hermano una mirada tierna que descubra la belleza escondida, una palabra de esperanza en el sinsentido, consuelo en el agobio, y en el dolor una mano extendida que invita a levantarse y a ponerse en camino, un brazo cálido que cubra y reciba la herida, una voz que anuncia “No temas, la paz está contigo”, un corazón que sea el hogar donde cada uno pueda descansar, un pie que peregrina hasta donde el Espíritu nos quiera llevar”.

Ojala recibamos la gracia del Espíritu que habitó el corazón de Brochero en esa caridad pastoral que lo hizo inventar o reinventar el lenguaje al modo de su gente para llegar con una manera renovada con la Buena Noticia de siempre.

 Padre Javier Soteras