Cielo nuevo y tierra nueva

viernes, 28 de febrero de 2020
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28/02/2020 – La hermana María de la Paz Carbonari, bíblista, abordó los capítulos finales del libro de Apocalipsis y se refirió en primer lugar al “reino de los mil años” que se encuentra en el capítulo 20. “Este reino es precedido por el encierro del Dragón que es identificado como la serpiente antigua, es decir el diablo. El reino de los mil años es encadenado por un ángel que posee dos elementos para dominar al Dragón. La llave del abismo aparece cuando el quinto ángel que toca la trompeta la usa para abrir el pozo del abismo y dejar salir una plaga de langostas que cubre la tierra. Esta ocasión servirá para encerrar al Dragón. La llave es un signo de autoridad. Los mil años de encierro del Dragón es un tiempo simbólico que expresa un tiempo largo y perfecto. Es la fase terrestre del Reino de Dios desde la caída de Roma hasta la segunda venida de Cristo. Los que reinan con Cristo son los que murieron por ser fieles a él y no a la Bestia y revivieron, a este volver a la vida se le llama la primera resurrección”, indicó la religiosa.

Carbonari también indicó que en el mismo capítulo se habla del “segundo combate escatológico entre Satanás y las naciones aliadas, simbolizadas en Gog y Magog. El diablo son derrotados directamente por Dios. El cielo y el fuego es una manera implícita de expresar la actuación divina. El destino del Dragón es el mismo que el de sus agentes en la tierra. En tres versículos se anuncia la derrota definitiva del mal en el mundo y como se impone la soberanía de Dios”.

“Una vez derrotado el Dragón y sus aliados, viene inmediatamente el juicio en una imagen poderosa, Dios no es descrito solo se menciona la aparición de un trono blanco, que es una manera de expresar su poder de reinar y juzgar. Toda la creación expresada en el cielo y la tierra desaparecen ante su presencia y hacen su aparición dos bloques de personas: Muertos grandes y pequeños, y los muertos que el mar guardaba. Para ambos grupos llama la atención que repite para cada uno el criterio del juicio, serán juzgados según sus obras. Se debe entender obras como el actuar de la persona y a quien sigue, al Cordero a la Bestia. El obrar cristiano es guardar los mandamientos de Dios y mantenerse firmes en el testimonio de Jesús”, agregó.

“En el capítulo 21 del libro llegamos al momento culmen. Juan ve una nueva creación, un nuevo cielo y una nueva tierra, en donde el mar no existe. Y es que el mar para el judío representa al mal. En otras palabras, el apóstol Juan ve un mundo renovado por Dios donde el mal no tiene cabida. En esta nueva creación hace su aparición proveniente del cielo una ciudad, que es la nueva Jerusalén, que también es descrita como una novia lista para desposarse con el Cordero. La imagen de la boda es una manera de expresar la nueva alianza de Dios con la Iglesia por mediación de Jesucristo. Jesús es presentado como el alfa y omega, una cualidad de Dios que es dada a Cristo, reconociéndole su divinidad. La herencia dada por Dios es darle a la Iglesia, la filiación divina a través de su hijo Jesucristo. Esto es declararnos y hacernos hijos suyos”, cerró la religiosa de las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro.