29/04/2025 – Nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, a renacer de lo alto como nos propone el Evangelio de San Juan. A través del diálogo de Jesús con Nicodemo, recordamos que la vida cristiana no es solo un hecho pasado, como el bautismo recibido en la infancia, sino un llamado permanente a dejarnos transformar por el Espíritu en cada paso del camino.
Jesús dijo a Nicodemo: «Ustedes tienen que renacer de lo alto.»«El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu.»«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.»
Jesús le dice a Nicodemo: “Tienen que renacer de lo alto”. Esto no se refiere solamente al bautismo como sacramento del pasado, sino a una forma de vivir cada día. Ser cristiano no es haber sido bautizado una vez, sino vivir desde el bautismo. Es permitir que nuestra identidad de hijos de Dios nos renueve constantemente. El renacer de lo alto es un estilo de vida: es mirar cada jornada como una nueva oportunidad de dejar que Dios haga nuevas todas las cosas en nosotros.
¿Vivís tu bautismo como una novedad diaria o como un rito que quedó en el pasado?
El viento sopla donde quiere, dice Jesús. Así es el Espíritu: libre, imprevisible, lleno de sorpresas. No podemos encerrarlo en estructuras ni domesticarlo con nuestras seguridades humanas. El Espíritu Santo nos impulsa, nos mueve, nos hace salir. Nos invita a vivir una fe dinámica, abierta, que se anima a lo nuevo. Como a María, que se puso en camino; como a los apóstoles, que fueron enviados a todo el mundo.
¿Te animás a dejarte llevar por el soplo del Espíritu, aunque no sepas bien hacia dónde te conducirá?
Nicodemo pregunta: “¿Cómo puede ser esto?” Y cuántas veces nosotros también nos detenemos ahí. Nos paraliza el «cómo». Queremos garantías antes de caminar. Pero el camino del Evangelio no se recorre desde el control, sino desde la confianza. El Papa Francisco nos recuerda que lo opuesto al amor no es solo el odio, sino el miedo. Ese miedo que nos detiene, nos hace mirar desde la sospecha y no desde la fe.
¿Qué miedos te impiden avanzar? ¿Te animás a caminar aun sin tener todas las respuestas?
Nicodemo admiraba a Jesús, pero Jesús le pide algo más: creer. No basta con reconocerlo como un gran maestro. Él es el Hijo de Dios. Y el creer no es algo intimista o puramente interior. Es unirse a Él, dejarse transformar, entrar en su corazón y desde allí, ser enviados. El que cree se pone en camino. El que cree no se guarda a Jesús para sí, lo anuncia, lo contagia, lo vive.
¿Tu fe es de admiración o de adhesión? ¿Jesús es una idea para vos o una persona viva con la que caminás?
Jesús dice que el Hijo del Hombre debe ser levantado, como la serpiente en el desierto. Así es la cruz: el lugar donde todo parece terminar, pero donde en realidad empieza todo. Desde allí brota la vida eterna, no como algo que comienza cuando morimos, sino como una plenitud que arranca en el bautismo. La cruz nos recuerda que la vida cristiana es pascual: tiene momentos de sombra, pero está llena de luz. La fe nos hace caminar en esa luz, aun cuando no lo entendamos todo.
¿Estás caminando en la sombra o dejás que Cristo, luz del mundo, ilumine tu vida?
Hoy el Señor te llama por tu nombre, como llamó a Nicodemo. Te pregunta: ¿cómo estás viviendo tu fe? ¿Cómo te dejás guiar por el Espíritu? No tengas miedo de hacerle preguntas a Dios. Él las acoge y te responde con amor. Renová tu confianza, dejá que el Espíritu te empuje hacia una vida nueva. Porque la fe no es solo creer, es caminar, es vivir y es anunciar.
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