¿Cómo vive la pareja una pérdida gestacional?

martes, 2 de mayo de 2023
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02/05/2023 – Desde el programa de sanación Raquel de Grávida abordaron el tema de la herida que deja una pérdida gestacional en un matrimonio o una pareja. Mónica Laporta, consejera y referente del programa en Paraná, y el padre Luis Anaya, asesor del espacio, hablaron al respecto e indicaron que el tema también afecta al resto de la familia. “Hemos escuchado decir que la muerte de un hijo es la peor de todas las pérdidas: porque es antinatural, porque no se puede reponer y por el dolor tan intenso que produce. San Ireneo dice: “Lo que no es asumido, no es redimido”. La muerte de un hijo antes de nacer supone un acontecimiento vital que podríamos calificar como una experiencia traumática en lo individual, en la pareja y en la familia. Es un evento de una gran carga emocional y su vivencia estará realmente influida por la forma en cómo se ha producido la muerte, es decir, si fue espontánea o procurada”, dijo Laporta.

“Para poder asumir y así Dios actúa la redención, es necesario abrir una puerta, es decir, que se inicie un proceso que llega hasta el perdón. Nos pasa que no sabemos hacer los duelos. Aunque no es exactamente igual, viene bien traer como ejemplo análogo la actitud de los llamados discípulos de Emaús. Ellos no supieron hacer el duelo: en su interior hay tristeza, desánimo, rencor. Así lo expresan. Es la experiencia de un vacío que no tiene explicación. El aborto siempre causa impacto; es un acontecimiento traumático. Golpea en lo profundo de nosotros mismos, con síntomas diversos: dolor – culpa – angustia – vacío – dolor. Por más que me quiera tranquilizar y darme razones sobre lo que hice y las razones que a mi juicio lo deberían justificar, no lo logro. La experiencia es de fragilidad, de indefensión, de impotencia, de fracaso, de n o saber qué hacer. Todo ello me lleva a callarme. En la confusión me silencio. Simulo que no pasa nada, me lleno de trabajo o de ruido, me digo a mí misma/mismo que todo está bien. Características vivenciales: mudez y autoengaño. Es interesante ver como Jesús, que pasa haciendo el bien, repite dos tipos de sanación. La más frecuente es devolver la vista al ciego. Pero también abre la boca al mudo (efatá). ¿Por qué? Jesús es Palabra y es Luz. Interesante ver en Juan 9 cuando devuelve la vista a un ciego de nacimiento, que en torno al que era ciego y ahora ve se arma un enorme barullo, porque él ve cuanta mentira hay en su entorno. Las autoridades religiosas y sus conciudadanos le interpelan para que diga que no es él el beneficiado, que no hubo ninguna sanación, que él no es quien era ciego de nacimiento. La sanación del dolor del aborto es luz. Sin la luz no vemos lo que ha ocurrido, no reconocemos la razón del dolor propio y del otro, no queremos ver nada que se relacione con el hecho: nos encerramos en el silencio y la oscuridad”, añadió el padre Anaya.

“¿Y es igual en las pérdidas provocadas?”, se preguntó Monica y respondió: “Socialmente, se mira distinto a la mujer-madre y al varón-padre. Hacia ella podemos escuchar: “estaba asustada”, “tuvo miedo pues la dejaron sola”, “no supo qué hacer ante un embarazo inesperado”, es decir, podemos ser más empáticos. Hacia él podemos decir: “la abandonó”, “la obligó”, es decir, somos menos compasivos. Teniendo presente que Dios nos ama a todos por igual con su misericordia infinita. Podemos entender que ambos se asustaron, se sintieron solos, no pudieron resolver distinto, nadie les brindó ayuda para ver la vida de su hijo, ante todo. En este tipo de pérdida, la procurada o voluntaria, los dos en ocasiones se culpan uno al otro, además de la culpa personal que cargan y no los deja respirar. Hay falta de diálogo entre ellos, suele faltar por no querer recordar, por no discutir, para no tomar conciencia de lo que pasó, y esto va creando una pared entre ellos, que los divide. No cabe duda de que los cambios individuales que se producen durante el proceso de duelo tras una pérdida gestacional influyen y modifican la relación de pareja”.

“Hablar, usar la palabra, dialogar, expresar, sacar de adentro la espina que nos atormenta, ponerlo bajo la misericordia de quien todo perdona. Jesús devuelve el habla porque él es la Palabra. Nos “desata” la lengua para que hablemos y con la propia voz digamos lo que pasó, la propia realidad, compartamos en diálogo lo bueno y lo malo. Eso nos permite discernir juntos, poner paz allí donde hay barullo y dolor”, reflexionó el padre Luis. “Seguimos hablando de la mamá y del papá, pero la pregunta es: ¿Y los hermanos? Este sufrir en silencio individualmente y en pareja que al inicio mencionamos, hace que, en ocasiones, tanto dolor no deje ver a los otros hijos que están o llegan después. Las pérdidas en los niños no se olvidan, solo se congelan y tarde o temprano los alcanzan. Ellos perciben el dolor, los atraviesa en lo profundo y sumado al misterio los interrogantes son mayores. Están atentos a ver que se dice en lo verbal y en lo no verbal, tienen la capacidad de leer nuestros gestos y comportamientos. En otras palabras “no se les pasa una”, así que decirles que todo está bien o que no pasa nada, no lo creerán, si algo los daña es la mentira y la incongruencia, y, generalmente, crea desconfianza que es muy perjudicial por cómo los daña para adelante”, agregó Laporta.