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Corazón orante
jueves, 28 de junio de 2007
El que escucha mis palabras y las pone en práctica es como aquel hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Sin embargo el que escucha mis palabras y no las pone en práctica, es como aquel hombre necio, que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se chocaron contra la casa y ésta se derrumbó. Y su ruina fue grande.
Mateo, 7; 24 – 27
¿Cuáles son los fundamentos de mi oración?, ¿en qué se funda mi vida cristiana?, ¿cuál es la solidez de mi experiencia de fe?, ¿en qué se alimenta?, ¿cuáles son las raíces de mi vida pastoral y testimonial como cristiano?
Ciertamente el Espíritu Santo que es esa agua viva (
dice el catecismo
), que en el corazón orante, brota para la vida eterna (Juan 4, 14). Él es quien nos enseña a recogerla en la misma fuente, Cristo.
Pues en la vida cristiana, hay manantiales donde Cristo nos espera para darnos de beber el Espíritu Santo.
Oración:
Me enseñás en el Padre nuestro, me enseñas cuando te veo, cuando te veo también me dan ganas de orar. Pero me has enseñado mucho más, no sólo me has mostrado en el evangelio como se ora sino que te me has metido en el corazón, para que esa oración tuya sea también la mía. Para eso te hiciste uno.
Al Padre le dijiste con ese deseo tan particular que tiene tu corazón, “Padre, que sean uno como Tú y Yo somos uno”, para que el mundo crea.
Dame la gracia Señor, para yo también querer vivir esta vida desde la experiencia de la comunión con tus sentimientos.
Que cada una de mis oraciones sea tu oración, Señor, que mi vida sea también tu vida, para que mi vida sea oración y de esta manera el mundo crea que Tú estás vivo en medio de nosotros.
Dame la gracia de tu Espíritu, el cual animó estas maneras de hablar y de levantar tu corazón y tu mente hasta el Padre, dámelo a mi también Señor para que yo comprenda cómo debo elegir y entregar, como debo aceptar, como debo agradecer cada oportunidad, y descubrir tu presencia en cada una de las personas y de los acontecimientos de mi vida.
Dame Señor la Gracia de tu Espíritu de Amor.
Padre Mario Taborda.
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