“Cuando era niño Dios me dijo que tenía que dejar huella”, afirmó el joven solidario Juanito Chalbaud

sábado, 21 de diciembre de 2019
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21/12/2019 – Juan Chalbaud es cofundador de la Asociación Monte Adentro, cuya tarea se desarrolla en el departamento Maipú de la provincia del Chaco, en el Impenetrable Chaqueño. Lo hace para lograr el desarrollo integral y comunitario de zonas rurales del norte chaqueño, generando condiciones y oportunidades que les permitan a las personas, que nacen y crecen en estas zonas, llevar adelante su proyecto de vida en su lugar de origen. Juanito es porteño y hace 4 años se instaló en Maipú para ayudar a desarrollar la vida en las comunidades rurales. Recibió el mes pasado el Premio Abanderados 2019.

“Soy de familia vasca y tengo 32 años. En realidad nací en Mar del plata y a los 9 días después de nacido mis padre fueron a Buenos Aires. Me recibí de ingeniero industrial en la Universidad Católica, en la UCA. Fui mochilero por toda Latinoamérica y cuando volví ejercí la docencia en algunos colegios parroquiales. Finalmente regrese al norte donde ya había misionado desde mis 17 años, en el Chaco. En realidad primero pasé un año en el norte santiagueño trabajando con una fundación muy querida llamada ´Segundo Camino`. Después me sentí confirmado para irme a las comunidades del Impenetrable Chaqueño, que es donde empecé a misionar desde adolescente. En mis oraciones ya estaba claro ese deseo profundo y después obviamente había que ponerle palabras más claras. Hoy vivo cerca de la ciudad de Tres Isletas”, relató Juanito.

“Ya se que tengo una sonrisa muy grande y contagiosa. De mi vínculo con Tata Dios recuerdo que entre mis 6 y 8 años tenía charlas muy directas con Él, cerraba los ojos o mirar una imagen y dialogaba con mucha familiaridad con el Señor. Yo escuchaba que Él me decía que mi vida era para dejar huella. Lo escuchaba con mucha emoción. En la preadolescencia, Dios estuvo en el ejemplo de papá y mamá. Como ellos iban a misa todos los domingos yo también lo hacía. A los 26 años con este hábito de encuentro con Dios tuve unas adoraciones eucarísticas preciosas, gracias a una chica que me gustaba y después el Cenáculo en cuarto año del secundario. De ahí en adelante fue una decisión caminar junto a Tata Dios la vida. A los 18 años entré en un desierto espiritual muy profundo y decidí hacer un juego con Maria . Le dije: ´Mira Mamá, yo voy a rezar el rosario todos los días pero vos me sacás de este desierto y yo te prometo que voy a vivir mi vocación más profunda`. Son acuerdos de ganar ganar y Maria tomo el desafío. Después de ese desierto, gracias a Dios, no hubo marcha atrás”, aseguró Chalbaud.

“A los 17 años comenzamos una experiencia misionera en el Chaco con los hermanos maristas del Colegio Champagnat de Buenos Aires. Fue una experiencia donde la mirada de Dios, su abrazo, su forma de ser y de quererme, de cuidarme, se hizo muy palpable en lo humano y en lo sencillo. Y al mismo tiempo en la naturaleza. El amor de Dios se me daba por todas partes. Era como respirar y respirar amor”, agregó Juan. Cuando estaba en quinto año de colegio, Juan Chalbaud viajó con un grupo misionero a la provincia de Chaco en donde conoció la vida rural. Desde entonces nunca volvió a ser el mismo. Durante sus estudios en la universidad, fue y volvió unas seis veces, hasta que recibió el título de ingeniero y se dio cuenta de que eso no era lo que quería hacer: deseaba instalarse en tierras rurales y entregar todo su potencial, para que otros pudieran descubrir el propio”, sostuvo.

“Mi vocación más profunda es la vocación misionera. Pase mucho tiempo buscaándola al no encontrar referencia en otro tipo de vocaciones hice mi discernimiento y Tata Dios , junto a la vida de las comunidades rurales, me fueron ayudando a reconocer un modo de vocación que todavía obviamente esta en construcción, sin referencias, pero con la certeza profunda de una vida misionera. Así surge Monte Adentro, fruto de esta vocación de vida misionera. Surge de varios años de misiones en un paraje llamado Boquerón”, indicó el joven nacido en Mar del Plata pero porteño de alma.

“Nosotros trabajamos fundamentalmente para que en las comunidades rurales existan dos cosas: oportunidades y condiciones para toda persona que nace y crece ahí, para que pueda desarrollarse integralmente, digna y plenamente”, añadió..

Finalmente, Juanito nos dejó esta oración misionera:

Viejo querido. Tata Dios.
Acá te escribo una vez más para decirte que te quiero,

y darte gracias por la vida,

ese misterio apasionante e infinito donde el amor se derrama sin cesar.
Mi sueño permanente es ser tuyo y de todas las personas.
Cada rato que pasa me descubro más imperfecto

y más amado al mismo tiempo.

Con menos necesidad de demostrar cuanto valgo,

y con más ganas de celebrar el ser hijo y hermano tuyo,

y de la Mamaza, la dulce corajuda María.
Me regalaste caminos, personas, ilusiones, vacíos.

Experimenté dolores, derrotas, sueños cumplidos.
Así me fuiste trayendo hasta el monte chaqueño,

donde me confirmaste con la imposición

de tus mismos ojos y tus mismas manos,

desplegadas en los abrazos, las sonrisas

y las miradas profundas de las familias del monte.

En esas pieles curtidas supiste enseñarme cómo sos:

cuán generoso, hospitalario, fervorosamente familiero y cuidador de la vida.

También me enseñaste que tu obra no fue terminada.

Que mucha de la dignidad con la cual creaste a tus hijos aún no se vive plenamente.

Y me regalaste la hermosa misión de acompañarte y acompañarlos en esta tarea.

Me mostraste la belleza de la naturaleza

y me haces llorar con vos cada vez que vemos un árbol morir

por la ambición que destruye la vida.

No me rindo porque vos empezaste esto.

Y por tu amor es que mi amor quiere seguirte hasta el final.
Hacer el reino con las manos, cuidando la tierra , la naturaleza y sus frutos,

amasando la tierra y la vida, mientras vos amasas mi corazón.
No quiero más, esto es tenerlo todo.
Gracias jesús. Gracias María.

Los amo con una pizca del amor de ustedes,

y sólo con eso, florece mi vida sin cesar.

Amén.