20/07/2025 – En el segundo programa de “Memoria viva de los mártires riojanos”, compartimos sobre “El Bautismo vivido al máximo, la vocación de cada mártir: obispo, sacerdote, religioso, y laico, padre y esposo”.
Cuando comenzó el programa la Hna. Silvia Somare, expresó: “Vivir a pleno el bautismo, este ser hijo de Dios, y dentro de ese bautismo buscar a qué hemos sido llamados. Como Enrique fue llamado a ser obispo, como Carlos fue llamado a ser religioso, como Gabriel fue llamado a ser misionero, sacerdote misionero, porque era francés. Como Wenceslao llamó a ser un líder entre los laicos, entre sus campesinos, y un buen papá, y un buen esposo. ¿Qué vocación, qué misión tenemos dentro del bautismo? ¿Para qué vivimos? No el de qué vivimos. ¿Para qué vivimos y para qué estamos en la iglesia? ¿Cómo servimos en la iglesia? Bueno, de esto vamos a charlar un poquito hoy, enfocándonos en nuestros cuatro amigos riojanos, que como decimos la semana pasada, no son tan riojanos, dieron su vida en La Rioja, ¿no? Enrique y Carlos eran cordobeses, Wenceslao era de San Luis, y Gabriel, que era de Francia”.
El primer entrevistado fue Monseñor Enrique Alberto Martínez Ossola, el Padre Quique, Obispo Auxiliar de Santiago del Estero, él vivió un tiempo con Monseñor Angelelli, siendo seminarista. El Padre Quique nos compartió sobre Angelelli: “Y el cristiano Angelelli era transparente, era un hombre que transparentaba a Dios, un hombre que temprano nomás se levantaba y se ponía en oración ante el Santísimo, y oculto para que no lo descubrieran, tenía un caminito que hacía por la terraza del Obispado de la Rioja, de los fondos de la habitación. Había una escalerita y llegaba al camarín de San Nicolás. Y ahí era su momento de cargar las pilas. Y eso lo supimos porque le pidió a Miguel, que era entendido en electricidad, que tenía que instalar una luz en la puerta del acceso porque el entraba a la madrugada, que era de noche. O sea, era un hombre de oración y también de acción. Era humilde, era humilde. No tenía el cargo de obispo como subido a la cabeza. Era humilde, era servidor. Llegaba a una casa y recuerdo siempre en una familia amiga en Madanzán, un pueblito muy humilde donde yo fui párroco durante siete años, contaba una señora que terminaba la procesión y en la casa de ella los recibía los sacerdotes para el almuerzo, para el festejo. Y llegó el primero que llega, el obispo, que sabía que estaba allí el lugar donde iba a estar, y se puso con un balde y sacando agua de una pequeña lagunita que había al frente de la casa para regar el patio para que no se levantara tierra en el momento de la reunión, de estar todos reunidos. Dice, esta mujer comentaba cómo ese gesto le había llamado la atención que un obispo se remangara a la sotana y se pusiera a baldear el patio ayudándola en una tarea que era propia de una mujer, de una servidora. A nosotros nos tocó compartir con él muchísimas vicisitudes”.
La hermana Silvia le pidió al Padre Quique que compartiera ¿Qué cosas del bautizado y del cristiano Enrique podía dejar para ir rumbeando e imitando nuestra vida, que nos inspire? El Padre Quique expresó: “La sencillez, primero. No era complicado. Todo le venía bien. Le gustaba compartir mucho en tiempos difíciles que los tuvimos. Solía venir a la noche a visitarnos en el barrio Joaquín B. González donde vivíamos los tres, más Cacho Meca que también se estaba ya más adelantado y fue el primero que se ordenó diácono dentro de la iglesia. Compartíamos la casa con el padre Esteban Inestal que era vicario general y párroco de la parroquia de Fátima. Y el padre Luis Pradera, un sacerdote. Angelelli venía a la noche para cenar y decía cuéntenme un poco de cuentos háblenme macanas, distráiganme un poco porque tengo la cabeza llena de problemas. O sea, sabía buscar un espacio también y reconocer su límite. No me pregunten de temas pastorales, de temas actuales. Pedía que le contáramos cuentos, que le contáramos anécdotas, que lo distrajéramos con nuestras ocurrencias y con nuestras historias divertidas. Pero al mismo tiempo también cuando nos tenía que llamar la atención con mucha caridad, con mucha firmeza, pero nos hablaba y nos orientaba. No era tampoco de decir, de retar así, pero sí marcar los rumbos, y te lo iba marcando con la insistencia. O sea, yo me acuerdo que el primer viaje que salgo de gira con Monseñor Angelelli fuimos a Siñogasta, una ciudad que está a 120 kilómetros de La Rioja (…) en un determinado momento, él me dice, en un ratito te voy a dar un regalito, me dice. Yo digo, bueno, me regaló un rosario, estampita, algo. Detiene la camioneta, se baja y se baja. Mira, dice, este es mi regalo, todo esto lo hizo Dios para nosotros. Una vista donde se veía el camino hacia Aimogasta, una recta que se perdía en el horizonte, el camino hacia la costa, en diagonal hacia la izquierda, hacia el Cerro de Velasco. Y se veía todo el panorama del Valle de Arauco se perdía hasta la distancia. Que todo esto lo hizo Dios para nosotros, para que lo disfrutemos. Nunca dejes de disfrutar de los paisajes que tiene La Rioja, porque son maravillosos”.
En la conversación con la Hermana Silvia, el Padre Quique compartió que postura tenía Monseñor Angelelli cuando estaba siendo perseguido: “Mira, yo estaba en la reunión que se hizo con los cadáveres todavía sepultos a la noche en Chamical, la noche antes del sepelio de los sacerdotes de Carlos y de Gabriel. Hice una reunión en la casa parroquial donde estaban la mayoría de los sacerdotes de la zona, más alguna gente que había llegado de otro lado, de Buenos Aires. Y se improvisó una reunión informal donde se comenzaba a mirar, a ver y a conversar, y uno de los sacerdotes ahí presente le dijo, obispo, váyase, lo están buscando a usted. Y él hizo como un círculo, como un espiral con el dedo. Dijo, sí, estos me están, si me llegan a tocar otro cura, dice, yo me voy, dice, pero me buscan a mí. Dice, pero tengo temor, dice, pero no se puede esconder el evangelio debajo de la cama. Y me quedo (…) Se quedó a proteger a sus ovejas”.
Sobre Carlos y Gabriel, el Padre Quique compartió: “Con Carlos éramos muy compinches, éramos vecinos en barrio General Paz, sin conocernos, porque él era un poco mayor que yo, era cinco años más grande que yo. No lo he conocido en el barrio, pero nos hemos conocido ya ahí en La Rioja. Él predicando una novena en San Blas de los Sauces, y donde yo me tocó compartir también esa novena, fueron mis primeras andanzas pastorales. Al año siguiente me tocó predicar a mí siendo seminarista, fue el último año antes de irnos a Buenos Aires. Y después nos encontramos en el Colegio Máximo, porque él debía materias, era sacerdote, ya ordenado, él fue ordenado en el 72. Era un tipo alegre, vital, bien cordobés, con toda su gracia, con toda su picardía de cordobés. Guitarrero también (…) Él vivió su entrega religiosa con total generosidad, y gracias a él es que tenemos la presencia de los franciscanos conventuales en La Rioja. Él fue abriendo caminos, fue abriendo una brecha, que después no pudieron dejar. Hay sangre de un hermano allí, de congregación, o sea que fue una fundación con cruz, y con muerte. Con sangre, sellada con la sangre”.
Sobre Gabriel Longueville, el Padre Quique compartió: “Con Gabriel, yo lo definiría con las últimas tres palabras que le conocemos, que pronuncio: “Yo voy con vos”. Un hombre disponible, un hombre para los demás. Era muy silencioso Gabriel, no era de hablar mucho, pero no era un hombre, por lo silencioso tal vez, era bueno escuchando. Era un hombre pacífico, artista, tenía un sentido del arte tanto pictórico como de cultura, de madera”.
El segundo testimonio del programa, vino de la mano de Susana Pedernera, hija de Wenceslao Pedernera, beato y mártir. Ella nos compartió como era su papá: “Mi papá, él fue un hombre muy sencillo, muy humilde y de poco hablar, pero en su gesto fue poder con la boca, pero con la vida claro, pero en su gesto, en su forma de demostrar, de trabajar él decía mucho, hablaba poco pero con su obra él manifestaba mucho y fue un excelente papá fue un excelente papá él que nos enseñó cómo también trabajar la tierra que él tanto amó esa tierra así como amó a sus prójimos, y bueno, cosas muy lindas que hemos compartido cuando vivíamos en Gargantini, en Mendoza, antes de venirnos acá a la Rioja, porque nosotros nacimos allá en Gargantini (…) Cuando ya llegaba a la casa le gustaba jugar con nosotros, el momento que él tomaba mates con la mami y que estábamos todos juntos, y él nos enseñaba muchas cosas, también nos leía el evangelio (…) Ha sido un papá muy cariñoso con nosotras. Él le hacía caso a lo que la mami le decía porque él era muy calladito y bueno, por ahí había cosas que no le gustaban y bueno, la mami en el momento de sentarse a tomar unos mates ella le empezaba a hablar las cosas (…) La mami lo llevó de la mano a él hacia la iglesia porque cuando fue el tema de la novena que ella iba de la Virgencita él no quería ir, entonces la mami, ella decía que iba a ir y se iba, hasta que en un momento, él aparece en la iglesia y bueno, ahí cuando él quedó encantado con la Palabra de Dios, con la predicación del sacerdote en ese momento, y bueno, de ahí ya él no dejó de ir más”.
Susana compartió el momento que vivieron aquella noche que fueron a buscar a su papa y lo mataron: “La noche en que vinieron, el 24 de julio a la noche, ya era el 25 en la madrugada, vino gente encapuchada, salió Wenceslao a atender y lo ametrallan. Estábamos las tres hermanas juntas durmiendo cuando nos despertó el ruido, nos quedamos quietas en la cama porque escuchábamos como explosiones, y la luz estaba prendida del comedor, se ve el resplandor para el dormitorio, pero mi hermana María Rosa, ella dice que uno de ellos se asoma a la puerta de la habitación. En ese momento ya mi mamá salió para el patio a pedir ayuda”.
La hermana Silvia le comparte a Susana, lo que recuerda que le contaron de Wenceslao cuando queda en el piso herido: “Entonces él muere diciendo no odien, no odien, perdonen, perdonen. Coca dice que lo repitió tres veces, pensando que lo hacía por cada una de sus hijas, no odien, perdonen, yo ya los perdoné”. Y Susana expresó: “Y sí, esa noche nos pidió que perdonáramos lo que le habían hecho a él”.
Te invitamos a ver el programa completo y a compartirlo con los tuyos, son testimonios que nos ayudan a alimentar nuestra fe.