30/09/2016 – José Gabriel del Rosario se valió de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio para su tarea evangelizadora en los parajes del Curato de San Alberto. Llegó a hacer tandas de hasta 900 ejercitantes, inédito en la historia de la iglesia.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Viendo el gentío se compadeció porque estaban cansados y decaídos como ovejas sin pastor. Dijo entonces a sus discípulos: “La cosecha es grande y son pocos los obreros, por eso rueguen al dueño de la cosecha que mande obreros para hacer su cosecha”.
Mateo 9, 35 – 38
Vamos a detenernos en dos aspectos de Brochero que son bien identificatorios de su rostro pastoral. Por un lado, su amor a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, como instrumento desde el cual planteó la conversión y reforma de vida de las personas y de la geografía de su curato en San Alberto. Por otro lado, su trabajo incansable a favor de obras civiles que permitieran a los cristianos de su tiempo, a los pobladores de su comarca, promocionándolos como seres humanos para encontrar desde el Evangelio una salida digna a sus vidas.
Somos muchos los que hemos realizado los Ejercicios de San Ignacio y tal vez hayamos encontrado en ellos la reforma de vida, como de hecho para eso los creó Dios en el corazón del fundador de la Compañía de Jesús. Los Ejercicios Ignacianos y aún los no ignacianos están pensados en esa clave, son una especie de retiro en el Espíritu Santo, apartándonos de la actividad cotidiana para encontrar en la voz de Dios y en la conciencia, las luces y las fuerzas para hacer verdaderamente un cambio de vida. José Gabriel del Rosario fue un precursor y practicante de estos Ejercicios, dado que en el recitado de los Salmos con su Breviario iba ahondando en ese mirar profundo que ofrece el hermoso Valle de Traslasierra, mientras cruzaba las montañas de las sierras cordobesas.
¿Qué eran los Ejercicios para Brochero? Él decía que eran “baños del alma” ; así como uno se baña, asea su cuerpo, así también cuando se hacen los Ejercicios es el alma la que se baña, se limpia. “Los Ejercicios practicados por el evangelizador de las Sierras fueron la clave de su decisión pastoral posterior de ofrecer a sus paisanos una oportunidad de revisión, conversión y transformación espiritual, como base del cambio personal y social en función del Reino”. Brochero ofrece los ejercicios como un lugar de baño y de gracia.
Quien fuera Gobernador de Córdoba y antes compañero del Cura Gaucho en la Universidad, Ramón J. Cárcano, da nota de la significación de los Ejercicios en la vida de Brochero. Dice Cárcano, hablando de la vocación de Brochero, la constante preocupación de su juventud, fue el sacerdocio, que se le presentaba como un esfuerzo de hombres superiores. La luz de su vocación brillo para él como el fruto iluminante de un discernimiento activado en el curso de los Ejercicios. Asistió un día a un sermón en que se señalaron las exigencias y sacrificios de una y otra bandera, según su propia expresión, y apenas concluyó de escucharlo, la duda ya no atormentaba su alma, y ser sacerdote era para él una resolución inquebrantable. Muy luego, pues, le fueron discernidas las órdenes mayores. Desde entonces, a causa de los Ejercicios, Brochero comienza a vivir su vocación bajo la bandera de Cristo. Luego su vivencia vocacional se vera surcada por la experiencia de los Ejercicios”.
Es impresionante ver en las memorias de los Ejercicios como Brochero comienza trayendo unos pocos hombres a mula desde Traslasierra, cabalgando durante tres días hacia Córdoba, a la casa de Ejercicios de la Compañía de Jesús. Al principio sumaban unas 20 personas, después 50 y más luego llegaron 100. En el término de un año llegaron a hacer los Ejercicios Espirituales unas 3.000 personas.
El Padre Carlos Ponza, compartía en una oportunidad a sacerdotes de todo el país “no hay en todo el mundo alguien que haya llevado adelante los Ejercicios a tanta gente y que haya hecho tanto bien como Brochero”. En una tanda de Ejercicios llegaron a participar 900 mujeres, en otra 500 mujeres, todo en un ir y venir hacia Córdoba con los paisanos de su pueblo, recogiendo gente de todas partes, viajando con mucho frío por las frías montañas. Tres días demoraban en llegar desde Villa del Tránsito a Córdoba, ocho días duraban los Ejercicios y otros tres días tardaban en regresar. En resumen, eran dos semanas dedicadas en cada agosto para exponer el alma a ese “baño de gracia”.
Esta experiencia fundante de su vida vocacional y de su ministerio, donde él se encontró con Jesús, con esta predicación dicha a viva voz, lo puso a Brochero de cara a su paisanada como un testigo real de Jesús. Una predicación sencilla, hecha a la medida de la gente, una voz que sonaba como la de cualquier paisano de la zona pero con el rasgo típico de quien la Palabra de Dios lo habita. Esta figura de Brochero junto a los Ejercicios, con ese lenguaje tan particularmente gráfico que ofrece San Ignacio de Loyola cuando invita a la meditación, fue el instrumento y el alma de su tarea pastoral.
Después de ir y venir, Brochero decide hacer la Casa de Retiros en Villa del Tránsito con la gente del lugar para que ya no tengan que ir hasta Córdoba. Así, toda la gente de la comarca puede participar de este don tan particularmente fundante para la vida de tantas comunidades eclesiales en el mundo, como son los Ejercicios Ignacianos. Brochero tenía la capacidad para ir a invocar la presencia de los paisanos y recorría leguas para buscarlos. Él se subía a la mula y los convencía uno por uno, buscando a los más malandras, a los más duros de reaccionar ante la gracia de Dios. Además, cuando ya Brochero tuvo que ser trasladado a Córdoba como canónico por su enfermedad, lejos de sentarse en la silla de la Catedral de capital provincial para rezar, se dedicó a dar los Ejercicios en la cárcel. Fue la primera vez que un cura entró en la cárcel de Barrio San Martín, en la Capital de la Provincia, para hablarles de Dios a los hombres, que privados de la libertad no tenían rumbo para volar. Hasta el día de hoy se recuerda en la capilla que Brochero estuvo allí celebrando misa. De esa forma Brochero, gracias a los Ejercicios y a la Liturgia, podía liberarlos y ponerlos en contacto con la experiencia de Dios sentida en el corazón. Realmente, José Gabriel del Rosario Brochero fue un “ignaciano”, un discípulo de San Ignacio que encontró en los Ejercicios Espirituales la fuerza de la cual valerse para que Dios transformara el corazón de su gente.
Desde esta notable y concreta acción pastoral es que el Cura Gaucho inició también una tarea grandiosa de transformación de su paisaje. Este hombre del Espíritu Santo y de manos trabajadoras, este hombre de corazón de oro tiene además las manos llenas de callos (como su cola de tanto andar en mula) por trabajar a la par de sus paisanos. En ese interminable andar por las Sierras fue dándose cuenta que no era suficiente con senderos para poder traer el progreso a aquella zona que Dios le había confiado bajo su cuidado pastoral: hacían falta caminos. Y es que los caminos que Brochero ayudó a construir fueron los que luego iban a permitir al Cura Gaucho establecer un plan más amplio para alcanzar el progreso en la zona.
¡Cuánta obra hizo Brochero! ¡Cuánto camino ha desarrollado este cura a favor de aquella zona tan desprotegida! Caminos, obras viales que han seguido el propósito de comunicar la región, facilitar el acceso a determinados lugares y hacer posible la construcción de nuevas poblaciones donde concentrar familias dispersas por todo el territorio de Traslasierra; refacción y construcción de iglesias que unificaban al pueblo y le daban sentido de pertenencia civil y también allí la presencia del Evangelio como luz y sal; obras para la distribución del agua, elemento fundamental para la subsistencia y para la consolidación de los poblados incipientes y para la agricultura. Acequias hizo Brochero, recogiendo el agua de las Sierras y haciéndola andar hasta los pequeños poblados que se estaban constituyendo y también para los sembrados. Todo esto tuvo una fuente: el corazón transformado de Brochero a través de la experiencia de saberse encontrado y amado por Dios a través de los ejercicios ignacianos.
Pensemos que en aquella época no había máquinas viales, que todo era a pico y pala, a fuerza de mula, llevando piedras, quitando montes. Y no era que Brochero dirigía solamente estas obras, también trabajaba con sus paisanos. Era el primero en ponerse en marcha y comenzar con la labor. Los caminos y las poblaciones creadas por Brochero tenían una perspectiva civilizadora: la vida de la población, su atención pastoral se hizo posible porque hubo caminos accesibles a los más recónditos puntos de las Sierras en donde vivían sus paisanos. Las distancias se acortaron gracias a esos caminos y al resto de las obras. Las posibilidades de aprovisionamiento y de encontrar refugio seguro en medio de las soledades serranas eran muy grandes por aquellos días. El Cura Gaucho supo valerse de su influencia sobre los paisanos y también sobre las autoridades públicas. Estas últimas para que pudieran dar algunos “pesitos” que ayuden a realizar estas obras.
Este hombre no solamente abrió camino a Jesús para un encuentro con el corazón de los hermanos, sino que también abrió caminos para que los hermanos se encontraran en Jesús entre ellos. La prensa de la época habla de la incomunicación y la dificultad de transporte en la zona. Se trata de regiones inaccesibles a los medios de movilidad fuera de la mula, pero preñadas de tesoros inexplotados. Las dificultades de transporte han detenido el desarrollo de la riqueza, encareciendo y bloqueando la venta de productos, la fruta seca en sacos de cuero o alforjas, la industria minera, etc. Los hombres de la zona saben que con una excelente viabilidad, con transportes más baratos, se desarrollaría el comercio y nacería la industria que transforma el producto de la naturaleza según las necesidades del hombre”. También en aquel tiempo se vislumbraba que el paraje de Traslasierra escondía un atractivo particular para el turismo. Por eso hacer caminos, además de favorecer la comercialización, favorecería el turismo.
El Gobernador de Córdoba, Miguel Ángel Juárez Celman, “designó el 1.3.1883 una Comisión integrada -entre otros- por el Cura Brochero, Toribio Aguirre (por el Departamento Topográfico), y Guillermo Molina (Jefe Político del Departamento San Alberto), para que se estudiara la traza de un camino de herradura a fin de comunicar Córdoba con Traslasierra. En segundo lugar, el camino carretero de Traslasierra a Córdoba. Después de la visita de Juárez Celman, también se estudió la construcción de un camino carretero para comunicar Traslasierra con Córdoba. Se trata del camino nuevo entre Musi (San Alberto) y Tanti (Punilla) que conoció muchas visicitudes y estudios diferentes hasta su realización en 1904. Después el Cura se puso hacer un nuevo camino carretero entre Villa del Tránsito y Villa Viso, y así fueron apareciendo uno tras otro. Brochero fue un verdadero hacedor de caminos para su provincia. Además, tenía el sueño de llevar el ferrocarril a su zona, como también las obras de distribución del agua, iglesias para cada una de las poblaciones, talleres de capacitación, el colegio de niñas, la llegada del telégrafo, la casa de ejercicios, el correo, los bancos y la producción de peces para el consumo y venta por parte de los paisanos, la construcción y administración de cementerios para la zona y diversos servicios a las instituciones.
¿De dónde brota toda esta capacidad de ponerle acción a la vida ministerial? Seguramente del encuentro personal con Jesús, de tanto hacer los Ejercicios Espirituales. Este hombre tan activo no quería que le apuraran a su gente, se hizo al ritmo de los suyos; le imprimió mucha acción, mucho fuego a su obra y logró cambiar la realidad que lo rodeaba, pero siempre al ritmo de su gauchada. En ese sentido, el Cura Brochero pedía que quienes vinieran a ayudarlo a su pueblo, lo hicieran teniendo en cuenta el ritmo de su gente, y si en algo se equivocaban sus paisanos o su feligresía, quién tenía que retarlos era él porque sabía la palabra, el tono y el modo de corregirlos. Fue un hombre todo de Dios y todo de su pueblo, a favor del progreso y el desarrollo social, sin que eso lo involucrara en un pensamiento liberal alejado del Señor. Por el contrario, supo compaginar las dos cosas: Evangelio y acción. Brochero, hombre de Dios y de su gente, se adelantó sin dudas en el tiempo. El Evangelio y la promoción humana van de la mano en el proceso de evangelización que este sacerdote cordobés desarrolló con tanta maestría.
Padre Javier Soteras
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