Curación del endemoniado de Gerasa

martes, 19 de febrero de 2008
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Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gírasenos.  Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio, un hombre poseído por un espíritu impuro.  El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni si quiera con cadenas.  Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.  Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo?.  ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”.  Porque Jesús le había dicho:  “ Sal de este hombre, espíritu impuro!”.  Después le preguntó:  “¿Cuál es tu nombre?”.  Él respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”.  Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.  Los espíritus impuros suplicaron a Jesús:  “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”.  Él se lo permitió.  Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara –unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados.  La gente fue a ver qué había sucedido.  Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.  Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.  Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.  Jesús no se lo permitió, sino que le dijo : “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.  El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Marcos 5, 1 – 20

 

Hoy la palabra de Dios nos ha regalado una gran posibilidad de reflexionar, porque San Marcos que es tan cuidadoso y tan detallista para presentarnos la obra del Salvador, de aquel que tiene el poder y que es el Señor.

Señor de nuestra vida, Señor de la historia, nos da la pauta para poder descubrir algunos aspectos de este texto que la liturgia nos ha puesto, y especialmente me permito y quiero invitarte a reflexionar sobre algunos de estos aspectos, el primero de ellos, es este hombre endemoniado, esa expresión de esta opresión que el mal y la violencia genera cuando el mal nos domina, esa violencia que hasta por allí llega a causar daños físicos, no solamente incomodidad y daños hacia los demás, sino también, un daño físico en la propia persona que lo padece, es una de las realidades de las que tenemos que hablar y de las que no tenemos que tener miedo, porque el mal existe y el mal es una realidad en medio de nuestra vida.

Si bien nosotros sabemos y proclamamos que Cristo victoriosamente lo ha vencido, sabemos también que hay una realidad que está presente entre nosotros en el mundo operante, que opera, porque el maligno no descansa; San Pedro va ha decir, es como ese león rugiente que ronda buscando a quién devorar; y el mal tiene ésta influencia, en forma personal en la persona y también en la comunidad. Cuando éste demonio da el nombre, Legión porque somos muchos, que claro nos resulta esto, el mal se presenta de muchas formas.

Uno hoy podría hablar de las legiones, que pueden atormentar tu vida, mi vida, nuestra vida, la sociedad, uno puede hasta ponerle nombre a estas legiones de mal, envidia, celos, orgullo, odio, rencor, venganza, esos son los nombres de la forma del mal presente en nuestra vida y que de la misma forma que el evangelio nos lo presenta atormentando a este hombre, hoy nos atormentan a nosotros, hoy nos cuestiona, hoy nos exige una conversión para dar lugar a Dios en nuestra vida, nos exige un espíritu abierto para que la gracia de Dios también pueda actuar.

Pero lo cierto es que, estas formas de legiones siguen atormentando la vida del hombre. Pero especialmente el mal se atormenta cuando aparece Cristo, el Señor y el Salvador, no lo soporta, el mal nunca soporta a Dios, el mal nunca soporta la presencia de Cristo, que es la bondad suprema, que es el hijo de Dios, que se hizo hombre para nuestra salvación, y ésta es la gran confianza que nosotros los hombres tenemos, y ésta es la capacidad que nosotros tenemos que tener de poner en aquel que nos fortalece la confianza cuando experimentamos que el mal parece como que se adueña de nuestra vida. Cristo siempre vence el mal, Cristo lo venció y lo vence y por eso el mal y el demonio tienen terror de Cristo.

Una de las aclamaciones cuando hacemos la adoración eucarística, cuando hacemos esa hermosa advocación, bendito sea el nombre de Jesús, unas de las últimas dice: bendito sea su nombre, terror de los demonios, porque cuando nosotros pronunciamos el nombre de Jesús, el mal no resiste, no puede resistir, con la presencia de aquel que es el sumo bien, aquel que es la bondad absoluta; y éste mal que tiene tantos nombres, ésta legión que tiene tantos nombres, que nos sigue acosando, que sigue tentando, que sigue como queriéndonos arrastrar, se siente derrotado por la presencia de Cristo, qué buena ésta palabra que nos clarifica esto, al ver de lejos a Jesús, esta legión le gritó: ¡qué quieres de mí Jesús, hijo del altísimo, no me atormentes.

Cuando Cristo llega a nuestra vida, el mal se atormenta; pero claro, muchas veces pasa que a veces nosotros somos los que demoramos la presencia de Cristo, ya sea a nivel personal, ya sea a nivel social, porque sabemos que esta presencia de Cristo lo va a vencer, y a veces, es como que a nosotros nos gusta seguir codeándonos con el mal. Sabemos que este orgullo que se está enquistando, esta vanidad, esta soberbia, este rencor, esta envidia, este celo, no puede estar en mí, que Cristo lo vence, pero a veces yo me complazco que esto quede en mí, y entonces perdura en mí, el que Cristo no esté tan cerca para que lo derrote, sino que, sigo mirando este mal, aunque no me guste, lo sigo haciendo y viviendo, San Pablo tiene una frase muy concreta: “ Yo sigo haciendo el mal que no quiero, pero dejo de hacer el bien que sé que tengo que hacer ”, ese es el gran tironeo interior, que sabemos que Cristo derrota, que cuando llega Cristo a nuestra vida es como que se abren las ventanas y entra ese aire fresco que desplaza toda la humedad y todo ese clima viciado que puede existir, pero a veces nos conforma tanto quedarnos en ese aire viciado, que hasta por ahí nos cuesta decirle a que Cristo entre con todo en nuestra vida, seguimos allí codeándonos con la legión porque en el fondo también nos complace quedarnos ahí, y socialmente también pasa esto, aquellos que vieron el espectáculo sorprendente en la fe de aquel demonio que se apoderó de la piara, claro, la sociedad perdió dos mil cerdos, perdió económicamente, y le fueron a decir a Jesús que siguiera de largo, que no molestara, que ellos habían tenido una pérdida económica, una pérdida que les iba a redituar socialmente una desazón por el trabajo que hacía, entonces prefirieron decirle a Jesús que no entrara en la ciudad, que siguiera. Cuantas veces las legiones que atormentan a nuestra sociedad, la legión del juego, del vicio, del alcohol, de la droga, de la prostitución, de la injusticia, son verdaderas estructuras va a decirnos el documento de Puebla cuando habla de esto, que son estructuras de pecado en medio de nuestra sociedad, y cuando uno tiene que echar mano de eso para que Cristo sea el que instaure la verdadera justicia en medio de nuestra vida social, cuanta veces la sociedad le sigue diciendo al Señor que siga de largo, que no moleste tanto en nuestra sociedad, que nos daría pena que se cierre una casa de juego, que nos daría pena que se respete la ley que permite no vender alcohol a los jóvenes, nos daría pena tener que instalar una ley que defienda a nuestros niños para que no caigan en la prostitución y se lo use como sexo de placer de viaje de turismo, daría pena que tengamos que cerrar nuestras casas de placer, de diversión, donde la droga y el alcohol son las nuevas legiones que se desplazan a mansalva y gratuitamente. La sociedad le sigue diciendo a veces al Señor que siga, porque su presencia hace que el mal retroceda y tanto nosotros en forma personal como en forma social a veces preferimos seguir codeándonos con el mal. Vamos a pensar en esto, la música nos va a ayudar a esta reflexión para pensar cada uno en nuestra vida personal y también en todo aquello que nos rodea, como a veces vivimos con el mal y como a veces nos cuesta dejar que Cristo entre, que la música sea esta reflexión que nos ayude a ser oración la palabra de Dios.

Que bueno es haber escuchado y haber hecho oración lo que nos decía esta canción, pedirle a Jesús que venga para que de sentido a este corazón que en El, sino esta en El no encuentra reposo.

Cuando comenzábamos la catequesis habíamos hecho la oración la secuencia de Pentecostés del Espíritu Santo y en una de sus estrofas nos dice por ti muestro enemigo desterrado y eso lo decimos con toda la fe de la Iglesia, el enemigo cuando Cristo está queda desterrado, pero a veces esta palabra que se cumple y que vivimos cuando el profeta Isaías nos dijo en esa profecía que después Cristo la actualiza al inicio de su vida pública. Hoy esta palabra se cumple, nosotros sabemos que esta palabra de Cristo nos hace vivir un año de gracia, un tiempo de liberación que Jesús nos trae y especialmente en cada acción sacramental, en cada sacramento de Cristo se conmemora en si una victoria de liberación, porque así como nosotros descubrimos que a veces estamos poseídos por tantas formas de esta legión, sabemos también y lo afirmamos con toda nuestra fe que Jesús vence, que El es mas fuerte que legión y se me ocurre una pregunta por si alguno quiere llamar para dejar su mensaje, su experiencia, su testimonio, se me ocurre ser a la luz de la palabra de Dios hacer una pregunta, que nos podemos hacer y responder a nosotros mismos, si alguno después quiere compartirlo con mucho gusto, nos hace mucho bien.

Pero hoy tener la valentía de preguntarnos ¿de que necesitas tu liberación? Y preguntarnos ¿estoy dispuesto a dejarme liberar? O por ahí en mi se da esa situación de que lo reconozco a Cristo, pero me resulta cómodo seguir a la legión, con aquel mal que cada vez es más raíz en mi. ¿Estoy decidido a ser libre de verdad? O me gusta me complazco en seguir medio esclavo del mal y del demonio. ¿Cómo lo estoy viviendo a esto en mi vida?

Acordate ¿De qué necesitas tu liberación? ¿Estoy dispuesto a dejarme liberar? ¿Estoy decidido a ser libre de verdad? O por ahí me siento cómodo en donde estoy.

Siguiendo con nuestro camino de catequesis, yo les decía recién en la secuencia de Pentecostés, hemos pedido que el Espíritu Santo nos haga entender que por el, por la acción del Espíritu, el enemigo es desterrado y nosotros podemos gozar de paz santa duradera y El es nuestro guía en la carrera para que evitemos todo daño y pecado.

Esto nosotros lo hacemos con mucha fuera de fe, porque si sostenemos que el mal existe, que esta legión esta presente, también nosotros tenemos que sostener que Cristo ha vencido, que Cristo ha destruido el pecado, el mal, la fuerza del demonio.

San Pablo va a decir, es cierto pareciera en este último tiempo que el mal esta dando coletazos, pero Cristo ha vencido, ojo porque a veces los católicos, los cristianos tenemos por allí esa actitud de desánimo, de ser prontos a bajar los brazos, como a desanimarnos, a no poner toda nuestra confianza en aquel que es el vencedor, el gran vencedor, la muerte, el pecado no tienen la última palabra.

Esta palabra de Dios y esta reflexión tiene razón de ser , tanto la de hoy como la que vamos a compartir mañana, quiere empezar a ser una preparación para la cuaresma, el próximo miércoles 6 de Febrero , vamos a comenzar el tiempo de cuaresma y por lo tanto es bueno que nosotros nos vayamos poniendo en clima , de vivir no el carnaval del mundo, que a veces es el carnaval de esta legión que pareciera como que todo es posible, todo es permitido, todo es viva la pepa, la alegría que no es alegría sino ruido, que no hace que el hombre piense en su interior.

Ese carnaval que tuvo su origen precisamente porque el rigor de la penitencia cuaresmal era tan fuerte que se daban un poco de relax unos días antes como para decir bueno acá terminó la fiesta y acá nos ponemos en serio. El problema como lo decía al principio, que hoy pareciera como que toda la vida y todo el año es fiesta y es carnaval, pero éste es el sentido, pero en nosotros nos podemos permitir, éste carnaval de la fe. A mí me resultó muy curioso cuando me enteré que en aquellas grandes ciudades, donde el carnaval es una fiesta, llamémosle así entre comillas, era una verdadera orgía de los hombres, las comunidades organizaban para que en esos días también se predicaran grandes retiros, y así como existen los lugares de los corsos, de los sambódromos y donde todo pasa la fiesta y esto no se dice y es una pena, existen grandes estadios donde los cristianos se reúnen para orar, para proclamar la victoria de Cristo, para preparar y disponer al alma de este tiempo de cuaresma, que es un tiempo de conversión y de reflexión porque es el Señor el que viene a liberarnos, sigue liberándonos.

A mí eso me consuela mucho y me alentó mucho, porque nos hace ver que ésta realidad en nosotros es posible y se puede hacer mucho, orando, reflexionando y se puede hacer mucho dando sentido a la vida, como decía la canción, aquél que viene a dar al corazón el sentido que nosotros necesitamos. Y porqué es importante disponernos a la cuaresma y después, por supuesto, vivir el tiempo cuaresmal, porque es una pauta o se nos da una pauta para que entendamos ésta victoria de Cristo.

Desde Pentecostés hasta el regreso del Señor, que nosotros lo vamos a llamar la Parusía, la iglesia se edifica progresivamente sobre el fundamento de lo que aconteció de una vez para siempre con la vida, la muerte, y la resurrección de Jesús Cristo, y esto que aconteció en nuestro Señor, en nuestro Salvador, debe completarse todavía en nosotros.

Muchos utilizan una palabra para explicar esto, hay una especie de tensión entre éste tiempo que nos toca vivir, y lo que ya Cristo realizó y esa tensión, también lo vive la iglesia, en su marcha en el mundo, porque toda la vida de los hombres, toda la vida del hombre ya sea en su dimensiones individuales o colectivas debe ser transformada por éste dinamismo del espíritu santo para que el cuerpo de Cristo llegue a la plenitud de su madures, va a decir San Pablo, por lo tanto si bien muchas veces uno se siente apesadumbrado, apenado por ésta fuerza de pecado que es como que se instala el mal entre nosotros, también tenemos que reconocer esto.

Nos ayuda a provocar ésta tensión, una tensión que va a tener como fin la transformación, el Espíritu Santo cuando nosotros vivimos ésta tensión, tensión de querer cambiar, tensión de la conversión, hace que el Espíritu Santo lleve al cuerpo de Cristo a la plenitud de su madures, a éste cuerpo místico que tiene que ir haciendo cesando como su cabeza es santa, para eso nos sirve la cuaresma y para eso nos sirve sentarnos a reflexionar de la catequesis y sentarnos a reflexionar sobre nosotros mismos y sobre nuestra mirada de lo que Cristo vino a hacer en nuestra vida.

La pascua, la cuaresma, la eucaristía, los sacramentos que nosotros celebramos, no es un rito de que recuerda algo, muy por el contrario, es algo que el espíritu hace operante hoy, hoy se opera, hoy se opera así, y hoy éste espíritu hace que el Cristo vivo, siga siendo aquel que vence el pecado, el mal entre nosotros.

Ésta transformación que nos hablaba el evangelio de hoy, la transformación de éste hombre endemoniado, es también la transformación que Cristo nos ofrece a cada uno de nosotros, es el verdadero sentido del tiempo de cuaresma, una transformación que se da en clave de crecimiento y así es como tenemos que asumirla, es decir ésta transformación de nuestra vida para dejar de lado aquellas legiones, de recuerdo las preguntas que te dejaba para poder reflexionar, de qué necesitas tu liberación, si estás dispuesto a dejarte liberar, si estás decidido a ser libre de verdad, se da en una clave de transformación, eso tenemos que hacer conciente también, no tenemos que pensar en cosas fantasiosas, en cosas grandilocuentes o maravillosas, nosotros la vamos viviendo como una transformación interior, un crecimiento que se da día tras día. Y se va dando, esto es lo maravilloso de la acción del espíritu, se va dando a través de los fracasos, de los éxitos, se va dando en el secreto de nuestra conciencia como en los actos más visibles, una transformación podríamos decir que es multiforme, tiene muchas formas, tiene muchas maneras, pero que marca la totalidad de la gracia que actúa en nosotros.

¿Qué lindo esto no?. Nos hace descubrir como Dios a través del Espíritu Santo, por la acción que Cristo en su pascua, en su resurrección, en su misterio pascual nos consiguió, esa transformación asume y abraza nuestra vida, como decía recién, los fracasos los éxitos, los secretos de nuestra conciencia, los actos más visibles, todo esto es como amasado por el espíritu para que uno pueda vivir la transformación y el crecimiento en la vida de gracia, que en el fondo, esto es lo que nosotros llamamos conversión, el tomar conciencia, e ir viviendo ésta transformación que los seres humanos, que todos los hombres, todos los bautizados, todos los hombres de todas las épocas, necesitamos hacer, aún los grandes santos, hasta el último momento de la vida tuvieron éste período de transformación y a veces los últimos momentos de la vida de ellos eran grandes transformaciones, porque a pesar que parecía que la obra estaba terminada, sin embargo se daban cuenta que necesitaban seguir siendo modelados y sincerados por la gracias de Dios.

El tiempo de cuaresma que vamos a comenzar dentro del año litúrgico es un momento fuerte, porque en éste tiempo los cristianos somos invitados a tomar conciencia de ésta exigencia de la transformación, de vivir éste dinamismo que nos trae la Pascua de Cristo. Qué entendemos cuando nosotros decimos, bueno la cuaresma me tiene que ayudar a vivir éste dinamismo que me trajo la pascua de Cristo, que se entiende por esto, precisamente es una exigencia de cambio, por eso se habla de dinamismo, primero porque Dios es el que infunde, a través del Espíritu Santo, la fuerza para que nosotros podamos cambiar.

Es como que esa masa que con las manos divinas el padre va amasando para que se unan todos los ingredientes de nuestra vida, pero también nosotros tenemos que vivirla como dinamismo, no vamos a estar siempre igual, no podemos pensar que si yo he logrado un tiempo de bienestar en mi vida, voy a estar siempre así, o si voy a tener o tengo un período de crisis o de búsqueda voy a estar siempre así.

La vida nuestra, la vida de Jesús dinamismo, por lo tanto se entiende que yo vaya cambiando, que cambie de situaciones, que a veces tenga fracasos, otras veces tenga éxitos, que a veces la vida de fe me resulte más fácil vivirla, que otras veces me resulte más complicado, es que ese es el dinamismo donde se va dando la transformación que el Espíritu hace llegar a mi interior y a mi vida, por eso es tan importante tomar el tiempo de cuaresma, que vamos a comenzar, como éste tiempo no estático, no de quietud, un tiempo no que vive la frialdad del ritualismo, es decir hago un sacrificio, o acreciento a lo mejor en mi vida de piedad, mi vida de lectura de la palabra de Dios, obviamente que esta muy bien eso, pero me tiene que llevar a otra actitud, yo me tengo que sentir dinámico, es decir, en ejercicio, por eso se nos habla en la cuaresma de los ejercicios cuaresmales, porque hay un ejercicio que no es físico, pero que a veces cansa más que el ejercicio físico, que es el interior, que es el aprender a vencer ésta legión para que Cristo me haga y me modele, San Pablo va a decir: a imagen del hombre nuevo que es Cristo resucitado, esto es el dinamismo y esta es la transformación que nosotros queremos vivir.

La cuaresma nos ayuda a éste dinamismo, y sobre todo este dinamismo, de transformación, de cambio, éste dinamismo que me hace experimentar que estoy siendo amasado por Dios en mis éxitos, en mis fracasos, en el silencio, en mi conciencia, o en las situaciones visibles, estoy siendo amasado por Dios.

Esto es lo que da sentido de lo que significa la palabra pascua, nosotros sabemos que la palabra pascua significa paso, y recuerda el antiguo paso del pueblo de Israel, pero hay otro paso que es más importante, es el paso de ésta transformación que Dios deja en mí, también es el paso de Dios en la historia por más que a veces nosotros nos sintamos apesadumbrados por ésta historia humana que tiene mucho de oscuro, sin embargo Dios pasa en la historia y vaya si pasa, la pasa transformando, porque hace una pascua continua, de ésta historia humana, de tal forma que así como en el antiguo testamento, así también ahora, de ésta historia humana cuando Dios pasa y la toca con su espíritu, la hace y la transforma en historia de salvación, ese es el paso. Por éste paso, así como en el antiguo testamento por el paso, por la pascua se constituyó un pueblo nuevo, el que Dios eligió, también por éste paso de Dios que amasa mi vida, que va haciendo de mi historia una historia de salvación, ese paso de Dios me permite vivir la pascua hacia un hombre nuevo. Como me siento liberado o todavía me siento esclavo y atado a tantas cosas, como vivo éste paso de la gracia de Dios que liberó a aquel endemoniado del evangelio de hoy de San Marcos, como veo que la sociedad vive este paso de Dios que siempre es liberador, que ha vencido ya al mal y que actualiza este vencimiento del mal en su paso salvador.

El espíritu es el que destierra a nuestro enemigo y nos da la paz santa duradera. La cuaresma es este tiempo de transformación. Yo tengo que empezar a pensar en clave de cuaresma porque sin lugar a duda este año Cristo en mí quiere transformar algo, quiere vencerlo y quiere darme la fuerza para que yo un poco más sea hombre nuevo, a imagen de Cristo, el hombre nuevo.

Siempre la transformación que el espíritu hace en nosotros nos cuesta, es una realidad que debemos ser concientes, y esa transformación que de una manera especial se nos invita vivir en la cuaresma y por eso nos estamos preparando para comenzarla, es la transformación en donde juega un papel preponderante la fuerza del Espíritu Santo, por eso la pregunta que nos hacíamos ¿de qué necesito liberarme, estoy dispuesto a dejarme liberar, estoy decidido a ser libre de verdad? , tiene ésta clave, la clave de saber que así como en el antiguo testamento muchos experimentaban la historia de salvación porque el pueblo de Dios, veía la acción concreta de Dios, también nos pasa a nosotros, pero hay que señalar un aspecto, es necesario que aprendamos a vivir la libertad y sus riesgos, porque también el pueblo de Dios lo tuvo que vivir, ese pueblo que va a descubrir que la libertad a lo que Dios llama al hombre, no es la libertad capricho, esa libertad que está como ligada en un sueño de omnipotencia, de grandeza, de creerme que soy el superhombre, de creerme que yo lo puedo todo, que está todo sujeto a mi capricho, esa no es la libertad que el espíritu viene a darnos para que transformemos nuestras vidas.

La cuaresma que nos hace transformar nuestra vida, según el espíritu en nuevas criaturas, para que la pascua nos haga nuevas creaturas, nos enseña a vivir la libertad de relacionarnos libremente para que nosotros lleguemos a ser en verdad un ser de comunión, ahí está la clave, el ser para la comunión, porque Cristo vino a traernos ésta dimensión de ser para la comunión, de ser para los demás. Por eso siempre va a haber una lucha en la que se pone en disputa mi interior, para que yo por ahí, o siga estancado en mis proyectos, en mis caprichos o de veras haga éste paso, rompa con ese esquema de egoísmo y todo lo que esto trae.

La transformación hace que yo viva la libertad pero para la comunión. La comunión siempre me abre para los demás, para Dios y para los demás, nunca me hace creer que yo tengo el poder, que yo lo puedo todo, que yo en el capricho absurdo de empeñarme a pensar que yo poniendo el pecho solamente hago todas las cosas, no, no.

Hay una acción de Dios que mira mucho más allá, siempre nos permite abrirnos hacia la comunión, en definitiva, si el primer pecado fue, el pecado del egoísmo, la tentación del primer pecado fue la soberbia del hombre que se quiso valer por sí solo, la tentación grande del demonio serán como dioses.

La única manera en la que puede llegarnos la redención, es cuando se rompe ese egoísmo y pasamos a la comunión, ahí está el gran paso, entonces, cuando nosotros tenemos miedo, miedo por éstas legiones que nos atormentan, quizás tengamos que pensar también y pedir a Dios ésta gracia, que la transformación en mí venga por el espíritu de comunión, que siempre es un espíritu de apertura a los demás, de saber que también a partir de mi relación con los demás, con el hermano, yo puedo ir transformando este interior mío, y a través de este espíritu de comunión, yo puedo abrirme al otro y pueda abrirme a las otras realidades para no terminar egoístamente encerrado en mí mismo.

Hay algo que nos va disponiendo para seguir pensando en éste tiempo de preparación a la cuaresma. El mensaje del Papa Benedicto XVI, para la cuaresma de éste año, tiene un lema que es tomado de la segunda carta de los corintios, capítulo ocho, versículo nueve, y éste es el lema:

“Nuestro Señor Jesús Cristo, siendo rico, por ustedes se hizo pobre”. Ahí hay una dimensión de comunión, indudablemente que Cristo nos trae la comunión perfecta, porque hace presente el amor de la trinidad, que es comunión entre nosotros los hombres, que tenemos que aprender a vivir la comunión. Así como Cristo siendo rico se hizo pobre, vivió ésta llamémosle transformación, para poder darse a los demás. Él no se quedó en la realidad de comunión divina, sino que también nos hizo partícipes a nosotros de ésta comunión, siendo rico se hizo pobre, por nosotros se abrió, tenemos la imagen, se desgarro su corazón, lo rompió para poder hacernos vivir ésta realidad de comunión y tanto se dio, que se dio todo.

San Juan va ha decir en el momento de la pasión: “No hay mayor amor que el que da la vida por los amigos”. Él se entregó todo, hasta la última gota de sangre y se entregó hasta quedarse en la eucaristía, se entregó hasta dejarnos su espíritu. En esa Iglesia naciente y en esta Iglesia que hoy sigue haciéndose presente en el peregrinar del mundo, ahí está esta clave y en definitiva, volviendo al evangelio de hoy, ése fue el grave error de aquellos contemporáneos del endemoniado, le dijeron a Jesús que pasara porque claro, el paso que tenían que dar, era este paso para la comunión.

Prefirieron quedarse lamentando la piara de cerdos que habían perdido. Fíjense que este hombre cuando experimenta la curación, dice San Marcos en el evangelio, quiso seguirlo a Jesús, quiso quedarse con ÉL, y Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti, vete a tu casa con tu familia. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región lo que Jesús había hecho.

Qué hermoso texto, este, para que nosotros entendamos que toda transformación, siempre termina en la comunión, nunca termina en quedarme yo tranquilito con mis cositas, con mi alegría porque a lo mejor vencí algún vicio, algún error y me quedo como estático, como una estatua de santo, porque ya soy santito y me falta no más que me hagan un altarcito. Eso es una tremenda idea de individualismo que no es evangélico.

Siempre la transformación para la conversión termina en la comunión, es decir, vete con tu familia, a tu casa y con tu vida tienes que anunciar lo que el Señor hizo. Nunca la conversión o la transformación es para que yo sea más buenito y me quede contento, por eso, no es suficiente, no basta, el mal vencido solamente puede mostrarse a los demás como mal vencido, cuando yo entiendo que el bien que se me ha hecho lo proclamo, lo manifiesto, lo digo a los demás. Qué bueno es que nosotros empecemos a prepararnos a la cuaresma con éste espíritu de transformación para la comunión, es decir, de ya saber lo que yo tengo que cambiar tiene que necesariamente terminar en un paso hacia el otro, en un paso hacia la comunidad, en un paso hacia aquél que está cerca de mí, aquel que es parte de mi familia y que en éste momento está enfermo y que yo tengo que atenderlo a pesar de los temores que me da su estado de salud. Es el paso que me permite ser distinto, pero transformado para la comunión en las distintas y difíciles realidades del trabajo en la que yo tengo que meterme, ahí es donde Jesús me quiere y en donde yo tengo que ir. No puedo pensar que como estoy convertido o como cambié algo, ya me quedo tranquilito al lado de Jesús, y eso no es suficiente, no, tengo que dar ese otro paso para la comunión.

Entonces ahora manos a la obra, nos quedamos con esa acción de Dios que nunca nos deja solos y ÉL así como vence el mal, también es la fortaleza para que nosotros podamos seguir adelante.

Qué bueno que ésta palabra de Dios subsiste en nosotros, ese interrogante, para no dejarnos tranquilo, y para que tengamos la valentía de preguntarnos si queremos ser libres de verdad y liberados de toda aquella legión que a veces está presente en nosotros y que tenemos que ir venciendo.

El camino de la cuaresma, es un proceso, un camino, lo vamos a ir reflexionando y viviendo, uno tiene que aprender a veces a no ser ansioso, sino a experimentar que el paso de Dios se hace presente en nuestra vida.